En otro paso más hacia su campaña presidencial, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, tuvo esta semana su momento de protagonismo, recibiendo a alcaldes de todo el mundo en el C40, para discutir y consensuar acciones contra el cambio climático. Una nueva ocasión en la que el mandatario retomó el discurso de «Buenos Aires Ciudad Verde». Pero ni las organizaciones ni las estadísticas lo avalan: hay menos árboles, crecen las construcciones en detrimento de los espacios verdes, y la Capital Federal es más calurosa que cuando el PRO asumió hace 15 años.
Dos datos de la Dirección de Estadística y Censos de CABA contradicen el discurso oficial: en 2007, con el arribo de Mauricio Macri a la jefatura de gobierno, se registró una máxima de 29,4° en enero; este año llegó a 31°. Junio tenía hace década y media valores máximos de 15,6°, mientras que en los últimos años trepó a una media máxima de 17,8° (2019) o 16,9° (2020).
Hay otro índice igual, o más preocupante: también la temperatura mínima aumenta. La de enero de este año (21,5°) fue récord. Es cierto que el cambio climático es un fenómeno global y que la ola de calor de 2022 afectó a todo el país. Pero hay un segundo dato que demuestra el poco interés del Ejecutivo por remediarlo: en todos estos años, la Ciudad no subió ni un m2 verde por habitante.
A pesar de haber lanzado el Plan Verde hace tres años, desde 2019 (Ciudad sacó las estadísticas de los años previos por «un cambio de metodología en el relevamiento y medición de los espacios verdes») se mantienen los 6,7 m2 por habitante: un tercio de lo establecido por la OMS. Incluso no son tales en la práctica, porque Ciudad cuenta como espacios verdes 224 hectáreas de canteros (como los de la General Paz), 26 ha. de veredas, las 17,2 del Ecoparque, y otras 248 ha. que incluyen maceteros, plazoletas secas, jardines verticales y los cementerios.
La Reserva Ecológica aporta 365,7 hectáreas verdes. Pero el oficialismo porteño aprobó la construcción del Barrio IRSA justo en esa zona, con torres de hasta 45 pisos. Otro complejo similar harán en Costa Salguero. Se suman otras torres como las que proyectan en el ex Tiro Federal, en Barracas o en La Boca. «Estudios nacionales e internacionales marcan que el 53% de las emisiones de gases de efecto invernadero las producen los edificios residenciales, comerciales e industriales, y el transporte emite el 30%. Sin embargo, la agenda del C40 prioriza solo el transporte. Por eso señalamos la corrupción de los gobiernos facilitando la especulación inmobiliaria», enfatizan desde la ONG Buenos Aires Derretido. El legislador Matías Barroetaveña grafica: «La Ciudad tiene la misma población desde hace 40 años, pese a haberse construido más de 37 millones de metros cuadrados en los últimos 20».
Un 12,4% de la población capitalina vive lejos de algún espacio verde público: son más de 350 mil porteños y porteñas sin un parque o una plaza cerca de su vivienda. Sin contar las más de 3,5 millones de personas que transitan durante el día en CABA.
«No podemos perder el humedal de Costanera Sur. En la Ciudad se hace lo contrario de lo que necesitamos para la adaptación al cambio climático. No podemos perder un metro cuadrado de suelo absorbente», plantea María Angélica Di Giacomo, de la Asociación Basta de Mutilar Nuestros Árboles.
Sostiene que por año se podan aproximadamente 70 mil árboles, y se talan o se extraen 30 por día. «Eso significa, por un lado que perdemos sus beneficios –continúa Di Giacomo, en referencia a la poda y tala de los árboles–, que los produce el follaje y no los altísimos troncos desnudos que les dejan; y por otro lado disminuye la expectativa de vida del árbol porque lo hace más susceptible a enfermedades, más vulnerable a la acción del viento y no puede llegar a cumplir sus funciones metabólicas de respiración y nutrición con tan pocas hojas».
Casi mil árboles plantados en Costanera Sur, Parque Tres de Febrero y Paseo del Bajo se secaron en poco más de dos años. En CABA relevaron un árbol cada siete habitantes; la OMS sugiere mínimo uno cada tres. Hay casos singulares, que exponen la carencia: en la Plaza Echeverría de Villa Urquiza, por ejemplo, el gobierno plantó árboles de plástico (literalmente) para reemplazar el verde natural.
A esto se le sumó la modificación del Código Urbanístico y el Código de Edificación, que promueven reglas más laxas para erigir torres en zonas donde antes no se podía. Y el incumplimiento de la ley de Basura Cero: reglamentada en 2008, establecía no enviar desechos a Ceamse en 2020. El oficialismo modificó la ley en 2018, con nuevos objetivos: 50% para 2021, 65% para 2025 y 80% para 2030. Sigue lejos de cumplirse.
El movimiento «La Ciudad somos quienes la habitamos», que tiene entre sus referentes a Claudio Lozano, María Eva Koutsovitis y a Jonatan Baldiviezo, del Observatorio del Derecho a la Ciudad, presentó un amparo colectivo contra GCBA. Denuncian que «no cumple con la Ley Nacional de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global y no está reglamentada la participación ciudadana».
El Plan de Acción Climática 2050 de CABA plantea una reducción del 53% de las emisiones para el 2030 y más del 84% para el 2050. «Este Plan no cuenta con ninguna forma de evaluación formal o algún sistema de indicadores que permita verificar el cumplimiento periódico de sus acciones y metas –remarca Baldiviezo–. Resulta imposible controlar el cumplimiento de estos compromisos salvo cuando se llegue al plazo final y ya sea demasiado tarde».
Koutsovitis, coordinadora de la Cátedra de Ingeniería Comunitaria de la UBA e investigadora del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), añade que «la Ciudad de Buenos Aires se encuentra en ‘emergencia urbanística, ambiental y habitacional’. El modelo urbano ha potenciado el fenómeno de calentamiento. La temperatura máxima anual aumentó casi 1°C en las últimas tres décadas. En los últimos 13 años, la Ciudad privatizó 150 hectáreas de superficies verdes públicas. Se está destruyendo el equilibrio de los usos residenciales y comerciales en los barrios. El Casco Histórico es uno de los ejemplos más emblemáticos». «