En Dubái los rascacielos amanecen rodeados de nubes que combinan el smog y el polvo de arena que se levanta desde la inmensidad del desierto. En las afueras de la ciudad árabe que destila opulencia, casi a mitad de camino con Abu Dhabi, la comunidad internacional discute en incontables foros y sesiones un lenguaje que permita cumplir con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París hace casi una década, cuya principal meta consiste en evitar un calentamiento global superior a los 1.5°C por sobre los niveles preindustriales antes de final de siglo. Algo que ya estamos a 0,3 grados de alcanza. En el medio, la paradoja: el debate en la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU (COP 28) por la necesaria transición energética ocurre en uno de los epicentros petroleros del mundo.
Entre los pasillos y las banderas que decoran la Expo City, varios negociadores visten pines que rezan “Salvemos el 1,5° C”, a sabiendas de que esa meta se aleja cada vez más en el horizonte a medida que los países incrementan en lugar de reducir sus emisiones antes del 2030, el punto de no retorno al que tantos temen.
“El mundo de la salud viene insistiendo en que el cambio climático es un asunto de salud pública. En la COP26 de Glasgow, hace un par de años, se lanzó una iniciativa para invitar a los sistemas de salud a que formen parte, y hoy ya hay 80 países a bordo, y dentro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya existen diversos grupos de trabajo y divisiones para lograr que el sector de salud reduzca sus emisiones (pudiendo llegar a ser el 5% o más del total de algunos países), y al mismo tiempo es un sector que sostiene que todas las discusiones en la COP tienen que ver con salvar vidas”, explica Antonella Risso, consultora en Ambiente Sano, presente en Dubái.
COP: Salud y Ambiente, asuntos vinculados
Risso cita a Tedros Ghebreyesus, el director general de la OMS, cuando dice que asó como cuando hablamos del cáncer de pulmón no podemos dejar de hablar del tabaco, si hablamos de cambio climático no se puede obviar los combustibles fósiles y que la contaminación del aire mata millones de personas por año.
“Hay que resolver esto como un asunto de salud pública dejando en claro desde el vamos que los combustibles fósiles son tóxicos. Eso aclara bastante más eso el asunto: cada vez que se establece que algo es tóxico se busca salir de ese esquema contaminante para salvar vidas”, sostiene Risso.
La especialista en determinantes ambientales de la salud considera que muchas veces la gente no entiende qué significa que suban o bajen las emisiones de gases de carbono, pero si hablamos de los migrantes que ya no pueden cultivar alimentos, del impacto y las muertes que están generando las olas de calor en todo el mundo en las poblaciones más vulnerables como los adultos mayores, cuando ni siquiera Europa está preparada para afrontar este escenario, eso le da una cara humana al cambio climático.
“Los datos que puede generar la salud pública son una gran oportunidad para ponerle cara humana al monitoreo que se haga en la transición energética justa, en la adaptación, mitigación y en pérdidas y daños… Salud puede dar un rostro humano a lo que estamos queriendo salvar”, enfatiza con una sonrisa antes de desaparecer entre la multitud de la Expo City, el enorme predio que por estos días alberga a más de 70 mil visitantes del mundo entero. Mientras, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), reclamó a los países miembros: «La presión indebida y desproporcionada contra los combustibles fósiles puede alcanzar un punto de inflexión con consecuencias irreversibles».
Vientos de cambio, pero… ¿para todos?
Mario Caffera, meteorólogo y miembro fundador de la ONG Amigos del Viento en Uruguay (parte de la Red de Acción Climática de Latinoamérica, CANLA), explica que así como el gran norte, junto con los países productores de petróleo de la zona desértica y otras similares, tienen su política de defender sus intereses inmediatos por encima del futuro de la sociedad humana, no hay que olvidarse que los BRICS tienen la misma política: una necesidad opuesta al norte global porque éste los quiere reemplazar. Cada uno de esos países confía en su desarrollo y futura hegemonía en la energía barata como Estados Unidos la ha tenido frente a Japón y la Unión Europea hasta hace unos años.
“La matriz energética de Uruguay es un 98% renovable, de la cual buena parte es exportada a Brasil y Argentina. Es difícil que Argentina tome el ejemplo de su vecino rioplatense, porque Uruguay transformó su matriz cuando el Estado tenía el monopolio de la generación y transmisión de energía”, confiesa Caffera.
Eso permitió diseñar las nuevas redes para el siglo XXI. El nuevo afán privatista al mejor postor de Javier Milei en Argentina le quita la posibilidad de tener (o regular o impulsar) la industria sobre la cual se basa toda la economía privada, lo que hasta la década de 1960 había permitido que el Río de la Plata sea un polo de desarrollo regional.
Antes de su intervención en un evento con la juventud latina en el pabellón de Chile, Florencia Mitchell, directora nacional de Cambio Climático de nuestro país (de la gestión que finaliza este domingo), comenta que el equipo técnico de negociadores sigue en Dubái hasta el cierre de la COP para sostener las posiciones de Argentina, a pesar del traspaso presidencial de hoy.
Las líneas de trabajo que persigue Argentina se centran en seguir empujando la agenda de adaptación, el financiamiento de los países desarrollados en los que están en vías de desarrollo (víctimas de la contaminación de los primeros) y el reconocimiento de las responsabilidades históricas pero diferenciadas en materia de emisiones de gases de efecto invernadero dentro del Balance Global (Global Stocktake), el gran tema en estas horas. “Esta es una COP en la que se vieron avances concretos en materia de financiamiento por el compromiso de países en cuanto a recursos a destinar al cambio climático –destaca Mitchell–. Luego habrá que ver cuántos de esos compromisos se terminan cumpliendo, cómo se destinan y distribuyen: a nosotros en particular nos preocupa la situación del fondo de Adaptación, el cual está perdiendo capacidad de recapitalizarse”.
El petróleo y el rol de Sudamérica
Hay debates aún sin saldarse en la COP 28. Uno de los principales es el rol que le asignan a los combustibles fósiles en las causas del cambio climático y del aumento de la temperatura que ya está cerca de alcanzar la meta fijada para el 2030, de 1,5° C. «Abandonar» o «reducir» el uso de los combustibles fósiles es una de las disyuntivas centrales de la declaración final, que los ministros de los paises miembros buscan cerrar el próximo martes que, si no llegan a acordar, hasta puede incluir la chance de no mencionar siquiera a esos combustibles. No es casual la sede: Dubái es eminentemente petrolera.
Sudamérica gravita entre dos polos en esta COP: la postura de Brasil de sumarse a la OPEP+ y el anuncio de Colombia de suscribir el Tratado de No-Proliferación de Combustibles Fósiles. Florencia Mitchell, directora nacional de Cambio Climático de Argentina explica que el país mantiene una posición intermedia reconociendo al gas como instrumento de transición, aumentando progresivamente la ambición climática y producción de renovables. Cuenta que firmaron la Declaración de Energías Renovables y Eficiencia Energética (para triplicar la capacidad de generación y duplicar la eficiencia energética al 2030). Argentina todavía no tiene una línea de transporte de energía que permita conectar los puntos de generación renovable con los de consumo. La infraestructura y el financiamiento son claves.
¿Un balance global con justicia climática?
Para Catalina Gonda, analista de Política Climática, muchas negociaciones claves de la COP tienen pocos avances. El proceso en general está siendo trabado por varios países que se oponen a que los combustibles fósiles puedan llegar a entrar en la decisión del balance global: “Hay tres paquetes principales que se esperan que salgan de la COP. Uno es el de energía, donde se está pidiendo que haya una salida justa, equitativa, balanceada y financiada de los combustibles fósiles, junto con un reemplazo por energías renovables; por otro lado, se buscan avances significativos en la definición de una nueva meta global y la adaptación y en tercer lugar, todo lo que es la agenda de financiamiento”.
La tensión está en que muchos de esos temas están siendo «tomados de rehén» por países productores que no quieren una decisión que hable de la necesidad de abandonar los combustibles fósiles. La analista acota que aún resta ver si pueden avanzar «en un paquete que sea equitativo, equilibrado y que haga énfasis en el financiamiento que es clave para los países del Sur Global, incluyendo a Argentina”.
En palabras del científico sueco Johan Rockström, quien resumió la cumbre para quien escribe de la siguiente manera: las negociaciones están teniendo dificultades, pero todos están de acuerdo en que este tiene que ser un momento decisivo para la acción climática en materia de mitigación, que acordamos que para 2050 la eliminación gradual del carbón y la reducción gradual del petróleo y el gas, pero también tomarnos en serio lo que sucederá en los próximos dos años en cuanto a reducir las emisiones globales y lograr reducciones del 6% al 7% por año para reducir las emisiones a la mitad en 20230, y hacerlo de una manera que permita un aterrizaje suave para los países vulnerables y en desarrollo del mundo, por lo que se necesita financiación, pero tiene que haber un plan creíble de mitigación. Es demasiado pronto para decir si lo conseguiremos, pero definitivamente nos estamos moviendo en esa dirección para lograrlo y creo que ese tiene que ser el resultado.
Récords climáticos sin freno
Según la ONU, el mundo está siendo testigo de una inquietante aceleración en el número, la velocidad y la escala de los récords climáticos batidos. En el momento de redactar este informe, este año se han registrado 86 días con temperaturas superiores a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales. Septiembre no sólo fue el mes más caluroso de la historia, sino que también superó el récord anterior en una cifra sin precedentes de 0,5 °C, con temperaturas medias mundiales de 1,8 °C por encima de los niveles preindustriales.
Estos registros estuvieron acompañados de eventos extremos devastadores, que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) nos ha advertido que no son más que un comienzo modesto. Si bien los registros no implican que el mundo haya superado el límite de temperatura de 1,5°C especificado en el Acuerdo de París, que se refiere a niveles de calentamiento global basados en promedios de varias décadas, sí indican que nos estamos acercando.