Se nos va el 2024 y, si se quiere ir, que se vaya. No lo vamos a extrañar. Ante todo, por la pérdida de 200 mil puestos de trabajo formales, la pauperización de las jubilaciones, los recortes a las coberturas de medicamentos a través del PAMI y para pacientes oncológicos a través de la DADSE, y la interrupción de la provisión de alimentos a comedores populares. Y también por los ataques a la ciencia argentina, tanto en el aspecto presupuestario —en una línea abiertamente a contramano de la ley de financiación de la ciencia y la técnica aprobada por unanimidad en el Parlamento— como en el discurso público que Javier Milei, su vocero Manuel Adorni y Daniel Salamone, el titular del CONICET designado por el mandatario, usaron una y otra vez para atacar a investigadores e investigadoras.

Para Salamone, los y las colegas que investigan el cambio climático hacen “ideología” y no “ciencia basada en evidencias”; de acuerdo con Milei, la comunidad de investigadores es una “casta” que debería irse a… vender libros; Adorni, por su parte, repitió una vieja fake news para denunciar que las instituciones de ciencia y técnica gastaban recursos en “investigaciones de dudosa utilidad”.

Así como el gobierno mal llamado “libertario” no siente como propios los logros del pasado glorioso de nuestra ciencia, de nuestros tres premios Nobel, de Salvador Mazza o de Eugenia Sacerdote de Lustig, entre muchos y muchas más, a quienes ni siquiera fue capaz de reconocer en su saludo oficial por el día del investigador científico, evidentemente tampoco es capaz de valorar las investigaciones actuales de los y las trabajadoras de la ciencia.

Pero en este contexto de ataques, y con el riesgo de que equipos completos de investigación emigren y se interrumpan líneas enteras de trabajo, la comunidad científica sigue —mientras pueda— produciendo conocimiento. Para cerrar este año con orgullo por nuestro trabajo, veamos una pequeña muestra de los logros que nosotros logramos lograr.

El INTA y la chicharrita del maíz

El 26 de junio nos encontramos con una curiosa noticia cuya “bajada” decía que el gobierno nacional (¡nada menos!) logró secuenciar el genoma de la chicharrita del maíz. Obviamente, no fue el gobierno: solamente quisieron llevarse el crédito por lo que hicieron investigadores del INTA.

Pero ¿por qué es un mérito que al gobierno le interesa apropiarse? Porque la chicharrita es la responsable de lo que se conoce como achaparramiento del maíz. El insecto es vector de cuatro diferentes patógenos que transmite al alimentarse de la savia de esta planta. Esto disminuye el rendimiento de los cultivos: en la última campaña, la chicharrita transmisora fue la responsable de que se perdieran millones de toneladas.

Saber cuál es el genoma de la chicharrita permite desarrollar estrategias para controlarla. En esta línea, otro grupo de investigadores argentinos (esta vez de la UNNOBA y el CONICET) apeló al conocimiento sobre el código genético del animalito en cuestión para saber qué genes desactivar y así disminuir la ovogénesis, es decir, lograr que se reproduzca menos.

¿Cuál fue este año la política del gobierno hacia el INTA, además de querer apropiarse de sus logros? Promover un fuerte recorte del organismo, con cientos de despidos y la venta de terrenos que son clave para el trabajo experimental.

El CONICET y el kit de detección del dengue

El verano pasado nuestro país atravesó una epidemia de dengue que dejó la triste cifra de 400 muertos y medio millón de infectados registrados (que seguramente son menos que los infectados reales). Para prepararnos para la nueva temporada de verano, necesitamos herramientas de diagnóstico y de protección.

En cuanto a la protección, ya sabemos cuál fue la política del gobierno nacional: negarse a administrar gratuitamente en todo el país la vacuna contra el dengue —que hace unos meses el inmunólogo express Manuel Adorni calificó como no necesaria—, con lo cual para millones de argentinos la posibilidad de inmunizarse depende de que puedan pagar las dos dosis, de varias decenas de miles de pesos cada una.

En cuanto al diagnóstico, se necesitan kits y, hasta hace unos pocos meses, los tests ELISA disponibles en el país para detectar la enfermedad eran todos importados, un problema no menor dada la crónica escasez de dólares, y, más en general, la falta general de recursos destinados por el gobierno al área de la salud. Este año, sin embargo, un equipo del CONICET desarrolló el DetectAR Dengue, un kit que permite detectar, hasta 7 días después del comienzo de los síntomas, la proteína NS1 que el virus libera en nuestra sangre. El test es muy confiable, ya fue aprobado por la ANMAT para que empiece a ser usado por los laboratorios de análisis clínicos, y será producido en el país por el laboratorio Lemos.

¿Cuál fue este año la política oficial con respecto al CONICET? A los insultos generalizados contra toda la actividad científica, se agregó la no efectivización de cientos de investigadores e investigadoras que pasaron estrictos mecanismos de selección para incorporarse al organismo, despidos de personal administrativo y recortes de becas.

Murciélagos, cáncer y las Universidades Nacionales

En el mundo hay más de 1400 especies de murciélagos, pero América es el único continente en el que son reservorios de rabia. En Argentina las especies son 70. Un grupo de investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el CONICET, Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS)-Malbrán, Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y el Instituto de Zoonosis Pasteur logró preparar un mapa de murciélagos reservorios de esta enfermedad que, cada diez minutos, mata a una persona en el planeta.

Para construirlo, el equipo estudió 62 murciélagos positivos para rabia y analizó su genética para entender cómo el virus se mueve entre especies. Así pudieron armar un árbol filogenético que muestra quién contagia a quién. Esto nos permite saber a qué murciélagos prestar más atención en términos epidemiológicos y, en caso de la aparición de un caso de rabia, identificar rápidamente de dónde vino la variante del virus.

Mientras tanto, en otro lugar de Argentina, un equipo de investigadores argentinos de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), el IQUIBICEN-CONICET, junto con un equipo de médicos urólogos y oncólogos, y de especialistas en bioinformática desarrollaban un kit genómico de detección temprana para cáncer de próstata. Esta enfermedad es la segunda causa de muerte por cáncer en hombres. En Argentina, tenemos más de 11 mil casos al año y unas 3600 muertes, muchas de ellas por detección tardía.

Usando inteligencia artificial y machine learning el grupo de investigación recopiló información de más de 5000 tumores que les permitió encontrar entre cinco y diez genes clave para predecir cuán agresivo es el cáncer. Y con esto desarrollaron un kit que se puede hacer con una simple PCR, esa técnica que se hizo muy popular en pandemia. El resultado esperado es un diagnóstico 20 veces más barato y con igual o mejor precisión que otras herramientas.

¿Cuál fue durante este 2024 la política oficial con respecto a las Universidades Nacionales? El gobierno las sometió a un ahogo presupuestario que se traduce en salarios de pobreza; generó sospechas sobre el manejo de los fondos insistiendo en que debían ser auditadas por la SIGEN, dependiente del Poder Ejecutivo, en lugar de aceptar las auditorías hechas por la AGN —un planteo que fue rechazado en la Justicia— y hasta llegó a justificar los recortes con la excusa de que “los pobres no llegan a la universidad”, la cual no encaja con los datos sobre los jóvenes de primera generación de universitarios que habitan las universidades nacionales.

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Estos son solo tres ejemplos de las decenas de logros que obtuvo este año la ciencia argentina. La cual podría ser aún más grande si no fuera una y otra vez boicoteada por decisiones gubernamentales que destruyen no solo la ciencia básica sino iniciativas de aplicación e impacto social muy obvios.

No nos queda más que despedirnos por este año y desear que el 2025 nos encuentre luchando en unidad por la democratización del conocimiento y sus logros, por una ciencia para el pueblo, y por la salud y la educación públicas.