«Esta ley es un gran paso adelante. Hace años que las licenciadas en Obstetricia venimos ejerciendo estas prácticas en muchos ámbitos, trabajando en anticoncepción, salud reproductiva, educación sexual, lactancia, crianza, y también en metodologías de investigación obstétrica, siempre hicimos atención, prevención y promoción de la salud, pero necesitábamos un marco regulatorio que nos dé autonomía profesional», dice Claudia Negri, directora de la carrera de Obstetricia que se dicta en la UBA.

La Cámara de Diputados dio media sanción esta semana a un proyecto de ley, consensuado y votado por unanimidad, que regula el ejercicio profesional de la obstetricia, en pos de jerarquizar el trabajo de las antaño llamadas parteras y ampliar sus incumbencias, habilitándolas, por ejemplo, a prescribir, colocar y retirar métodos anticonceptivos de larga duración en las áreas de atención primaria de la salud. La iniciativa prosperó al cabo de seis intentos legislativos presentados en los últimos 13 años. Ahora deberá tratarla el Senado.

Hasta aquí, las licenciadas en Obstetricia trabajan bajo supervisión médica, realizando una «actividad de colaboración», un escenario similar al que padecen los licenciados en enfermería. «Las parteras dejamos de ser las que le cebamos mate al médico para ser reconocidas como las profesionales universitarias que siempre estamos ahí para defender la salud y la dignidad de las mujeres», celebraba una de ellas en Twitter poco después de la votación.

El proyecto fue producto de la unificación del que presentaron los legisladores oficialistas Eduardo Amadeo y Carmen Polledo y el de Mónica Macha (Unidad Ciudadana), que le sumó a aquel algunas modificaciones significativas. Tuvo 167 votos a favor, tres abstenciones y uno solo en contra, el de la santafesina Lucila Lehmann, de la Coalición Cívica, la misma que durante el debate por el aborto había propuesto otorgar la AUH a mujeres violadas que decidieran continuar su embarazo.

Negri, que asesoró a Macha, explica que la ley está fundamentada en las competencias de la carrera que dirige en la UBA, que tiene una duración de cinco años, con tres años de residencia y prácticas hospitalarias desde el primero. De hecho, la licenciatura se dicta actualmente a nivel de grado en 13 universidades (se sumará otra en 2020) y en otras cuatro es una tecnicatura. «Queremos autonomía, jerarquizar nuestra profesión, y pelear por nuestros honorarios, como han logrado otras profesiones, sin ir más lejos los kinesiólogos o los psicólogos».

«El concepto de partera ya no existe –puntualiza Negri, advirtiendo sobre el carácter no profesional e intuitivo de aquel antiguo oficio que hoy supone carreras de grado y especializaciones–. Tampoco existirá el de ‘obstétricas’, quienes deberían realizar la complementación curricular para obtener el título habilitante, para lo cual esta ley les da un margen de tres años».

«Hay lugares donde sólo estamos nosotras», agrega la directora de la licenciatura de la UBA. Revela que –sin contar la Ciudad de Buenos Aires, que no regularizó la difusión de esos datos– son unas 6650 las licenciadas en Obstetricia en todo el país, que cubren el 87% de los servicios de salud que requieren ese recurso. Su participación es, por tanto, vital para la reducción de los índices de mortalidad infantil, y juega un rol central en términos de parto respetado, en tanto su acompañamiento tiende a morigerar las cesáreas innecesarias y la medicalización, y la violencia obstétrica en general. Sobre todo, las «obstétricas» significan para muchas mujeres de sectores vulnerables el primer acceso a la información sobre derechos sexuales y reproductivos.

De acuerdo al proyecto votado en Diputados, el ejercicio profesional de la licenciatura en Obstetricia comprende «las funciones de asistencia pre, durante y post eventos obstétricos con un enfoque bio-psico-social, y las acciones de promoción, prevención, recuperación y rehabilitación de la salud en todos los niveles de atención a la persona gestante y su núcleo familiar». Incluye la habilitación para prescribir métodos anticonceptivos y la colocación y extracción de los de larga duración.

La media sanción supone un avance para la salud sexual y reproductiva, que lamentablemente se da en medio de un profundo ajuste de todos los programas de atención primaria de la salud implementados desde un Estado que ya ni siquiera tiene un Ministerio para el área.  «

La objeción de conciencia y un alerta “celeste”

El proyecto votado en Diputados habilita a las licenciadas en Obstetricia a «brindar consejería y asistencia pre, durante y post eventos obstétricos», a «realizar detección y asistencia precoz del embarazo» y también a «prescribir y administrar fármacos, según vademécum obstétrico». Para los sectores más recalcitrantes del llamado «partido celeste», la ampliación de incumbencias sólo busca habilitar la prescripción de Misoprostol. Si bien el proyecto salió por consenso en Diputados, resta ver si la cuña antiabortista se cuela en el Senado.

En todo caso, los alcances concretos de esas incumbencias hoy se verían obstaculizadas por la presencia en el articulado de la «objeción de conciencia». Las profesionales podrían invocarla, dice la ley, «teniendo en cuenta un deber religioso o una convicción moral como razón para negarse a cumplir una obligación jurídica en relación a prácticas de salud». La bancada del Frente de Izquierda y los Trabajadores apoyó el proyecto, reclamado durante años por el sector, pero planteó su disidencia en este punto.

Para Claudia Negri, sin embargo, no hay allí una polémica: «Nosotras nos preparamos para acompañar a la mujer en todas las instancias del embarazo, su seguimiento y control, el parto, el puerperio, la anticoncepción y algunos cuidados del recién nacido. Si hay alguna objeción, no puede estar ligada a ninguna otra cosa que no sea de nuestra competencia».

“FEMINISTA”

En el cierre del debate en la Cámara Baja, la diputada Silvia Lospenatto (PRO) destacó el carácter «feminista» de la ley, tratándose de una profesión mayoritariamente ejercida por mujeres. Sólo en la UBA, donde actualmente cursan la licenciatura unas 600 alumnas regulares, los hombres inscriptos no pasan de diez.