Hay un conflicto que comenzó a fines del año pasado en la Ciudad de Buenos Aires y que volvió a recrudecer (invisibilizado por los grandes medios) con el inicio apresurado del ciclo lectivo 2023: las ratas en las escuelas porteñas.
La presencia de roedores es el eje de reclamos de comunidades educativas en diferentes colegios. Escriben a las direcciones, cortan calles, varias familias deciden no enviar a sus hijes. Hasta ahora siempre fueron hechos individuales. Un conflicto atomizado.
Ante eso, la diputada Laura Velasco creó un Mapa de la Rata, que nuclea denuncias escolares por la presencia de estos animales altamente peligrosos para la salud. Comenzó con 20, y al poco tiempo ya superó las 40 denuncias: nuclean a 62 instituciones educativas que funcionan en un total de 34 edificios. Las ratas lograron algo que no ocurre con las políticas sociales de CABA: están tanto en la zona norte como en el sur. Al menos en eso hay cierta igualdad.
Las comunidades afectadas piden que cesen las clases de sus establecimientos hasta que se hagan desratizaciones efectivas. Las autoridades del Ministerio que conduce Soledad Acuña son enfáticas: las clases no se suspenden (aunque como viene informando Tiempo en exclusiva, por falta de docentes o problemas de infraestructura, el alumnado porteño pierde en la práctica decenas de miles de horas de clase por semana).
El summum ocurrió el lunes 24 de abril cuando un alumno de cuarto año del Ingeniero Huergo en Caballito fue mordido por una rata. Basta imaginar cómo hubiese sido la repercusión si esto mismo ocurría en una escuela pública de la Provincia. Pero no es solo eso. Hay ratas en Escuelas de Educación Especial, jardines, comerciales. El miércoles una nena de primero de la Escuela Museo Bellas Artes agarró una con la mano. En ese establecimiento atesoran obras de Quinquela Martín, que hoy corren riesgo de terminar igual de mordidas que los cuadernos y las colchonetas, como se puede ver en esta edición de Tiempo.
¿Por qué hay ratas? El gobierno porteño lo atribuye a una consecuencia natural de «la cantidad de obras que hacemos». Detrás hay números: el presupuesto 2023 es, sobre el total de la Ciudad, el más bajo de la historia. Su incidencia cayó diez puntos porcentuales en 15 años. En 2022, de los 8500 millones pautados para Mantenimiento Escolar, utilizaron 7600 millones: 900 millones menos.
La sociedad está ingresando en la etapa de campaña electoral. Escucharemos que la educación es prioridad, la mayoría dirá generalidades (está demostrado que no se necesita contar un programa de gobierno para ganar elecciones, y que algunos asesores sugieren directamente evitarlo).
Lo hizo Horacio Rodríguez Larreta el día que Alberto Fernández anunció que se bajaba de la candidatura a presidente. Esa vez el jefe de gobierno porteño declaró en conferencia de prensa: «Voy a bajar la inflación, tenemos un plan integral para eso, no hay una medida que podamos explicar en dos minutos acá, pero sí, vamos a bajar la inflación». Tampoco nadie le preguntó en ese momento por los 20 niños intoxicados con monóxido de carbono en el Hospital Gutiérrez.
Lo cierto es que se vendrán las elecciones, promesas de una mejor educación, de todo lo que se hizo, se está haciendo y se hará. Pero detrás de las frases vacías, hay hechos que superan cualquier intento de ocultamiento o minimización. Al fin y al cabo, pocas cosas son tan reales como una rata mordiendo a un estudiante dentro de un colegio donde, se supone, van a aprender.