En la orilla, con los pies apenas metidos en el agua, un grupo de cinco chicas de no más de 15 años le hace todo tipo de muecas a la pantalla de un celular que las apunta desde medio metro, palito de la selfie mediante. Unos metros más allá, entre conservadoras cargadas de hielo, latas y botellas, ojotas, remeras y pelotas de deportes varios, un parlante inalámbrico escupe a considerable volumen uno de los hits de la temporada, que un muchacho bronceado selecciona criteriosamente desde su smartphone mientras sus amigos le piden que cambie por «la lista de Spotify que se armó el otro día para la previa». Bajo una sombrilla no lo suficientemente alejada como para no quedar presa de la contaminación sonora del grupo de jóvenes, un señor refunfuña sin quitar los ojos del sitio de noticias que repasa en su tablet. Y en las carpas, protegido de los rayos del sol, un nene que apenas si habla de corrido se hipnotiza con Peppa Pig en el teléfono de su papá, que le dejó el chupete virtual al chico para darse un chapuzón exprés.
La secuencia ocurre en un parador de Punta Mogotes, en Mar del Plata, pero podría repetirse casi calcada en Pinamar, Villa Gesell, Miramar, San Clemente o cualquier otro balneario de la Costa Atlántica. Porque si antes las vacaciones eran para desconectarse, ahora no existen vacaciones sin conexión.
«El wifi es un servicio que hoy en día tenés que brindar sí o sí. Es obligatorio, como el agua caliente», grafica Delia Fortunat, propietaria del Balneario Peter, de Villa Gesell. «La gente lo usa mucho, y cuando averiguan para alquilar, casi todos preguntan si hay Internet. Y si bien la señal no llega hasta todas las carpas, se acercan al parador para conectarse. Sobre todo los adolescentes, que quieren ahorrarse los datos del abono», explica.
Desde que inauguró el parador de 119 y playa, hace ya una década, Fortunat siempre intentó mantenerse al día, por lo que el derrotero de los servicios ofrecidos en Peter a lo largo de los años es casi una línea de tiempo de los avances de la tecnología: «Cuando empezamos, el adelanto era tener un fax, la gente nos pedía y lo instalamos. Después pusimos las computadoras con conexión a Internet. Y ahora, bueno, cada uno tiene su propia computadora en el bolsillo».
Con esa misma lógica, las compañías de servicios de telecomunicación vienen invirtiendo millones en campañas exclusivas para el verano: las telefónicas ofrecen packs especiales de datos y una de las empresas líderes del mercado lleva cinco años ofreciendo wifi gratuito en el centro y algunos balnearios de Pinamar y Cariló, a los que este año sumó la zona de Playa Grande en Mar del Plata.
La misma tendencia que se instaló en los balnearios se aplica para todos los demás ámbitos vacacionales. En los restaurantes, el cartel blanco y negro que anuncia la disponiblidad del wifi es casi tan importante como el sabor de la napolitana con fritas: «Si querés salir a comer afuera, los chicos piden ir a un lugar con conexión. Es una solución para que ellos no se aburran y te da la posibilidad de conversar tranquilo entre adultos», explica desde Pinamar Sebastián, padre de dos niños en edad escolar.
Para el alojamiento la regla también corre. La exigencia del acceso a Internet era exclusiva para hoteles o complejos vacacionales, pero en el último tiempo son cada vez más los veraneantes que buscan alojamiento particular con conexión: «Todos los que llamaron para alquilar mi casa me preguntaban si había wifi, muchos porque necesitaban trabajar de manera remota», explica Ricardo, dueño de una casa en un balneario de la costa uruguaya.
El trabajo, de todos modos, es la razón minoritaria de quienes recorren las playas en busca de una red a la que conectarse: el principal objetivo de los cazadores de wifi es el acceso a las redes sociales. Y allí la gran vedette del verano es Instagram, que por estos días está inundada de millones y millones de fotos con playas, atardeceres sobre el mar, sombrillas y selfies en la arena.
La red social fotográfica por excelencia parece estar hecha a medida para retratar las vacaciones, a tal punto que el hashtag #summer («verano», en inglés) es el 14º más popular en todo el mundo, apenas dos puestos por detrás de #selfie, el término estrella de la era del smartphone. Porque el fenómeno de la hiperconexión no es exclusivo de la Argentina: el planeta entero ya estableció que sin wifi no hay vacaciones. «
Kit para internautas a prueba de arena y agua salada
Así como la mayoría de los bañistas tiene su lista de elementos imprescindibles para acarrear hasta la playa todos los días (sombrilla, reposeras, algo para leer, pelotas, paletas, etc.), los adictos a Internet también tienen un kit básico de supervivencia en la arena. Además de sus inseparables teléfonos, es habitual verlos con sus selfie sticks (el famoso palito de la selfie) siempre preparados para tomar una foto. También suelen llevar sus parlantes inalámbricos, que se conectan a los smartphones vía bluetooth y vienen de todos los tamaños y potencias.
Los más quisquillosos llevan sus fundas herméticas, con cierre tipo zipper, que son perfectas para aislar los aparatos de los dañinos efectos de la arena y el agua salada. Y por último, está el objeto prácticamente obligatorio para no dejar nunca de estar conectados, por más horas que se pasen junto al mar: los cargadores portátiles.