El feminismo ha aprendido a dar respuestas en la lucha y a conquistar derechos en la calle. Por eso, este Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras (que este año se convirtió en dos jornadas de lucha) tiene un espíritu distinto. Porque este 2020, el derecho por el aborto legal, seguro y gratuito pasó a ser en serio un asunto de Estado, tanto que estamos a horas de que el Poder Ejecutivo envíe su proyecto de interrupción voluntaria del embarazo al Congreso. Y sí, parece, mujeres, que sí, que este año será ley, y es nuestra victoria.
Los encuentros de mujeres, las marchas, la construcción del feminismo forma parte de una lucha que tiene por detrás la vulneración sistemática de derechos. Hoy, llegamos al paro con un Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad que es el resultado de la lucha colectiva.
Sin embargo, falta. Porque los años de macrismo empobrecieron a todo el país pero mucho más a las mujeres y a las disidencias. Y así, la ausencia de la educación sexual integral en las escuelas sumada a la ausencia de programas de salud reproductiva que trabaje la prevención dejó como saldo un crecimiento enorme de niñas madres y madres adolescentes que, de acuerdo a su condición social, pierden la posibilidad de continuar con sus estudios y de tener un trabajo.
Alguien se pregunta por qué a las mujeres nos molesta que el femicida Fabián Tablado haya salido en libertad. Otra persona desliza que el movimiento feminista «tal vez quiera la pena de muerte». Ese mismo día, horas después de esas inquietudes, se supo que en dos meses eran 63 las mujeres asesinadas. Hoy, una semana después, son 69.
Eso también nos falta. Fallos que sean ejemplares. Juezas y jueces con perspectiva de género. Porque no es que nos moleste que la Justicia siga un curso, tal vez, natural; nos molesta que en ese curso natural nosotras nunca estemos, a pesar de que nos matan. Aquella vez, el fallo de Tablado nos dejó el sabor amargo que deja la injusticia. Hoy lo seguimos teniendo. Y es el mismo sabor amargo de cuando los jueces del caso Lucía Pérez dejaron sin condena a sus femicidas. De cuando la mamá de Johanna Ramallo salió a pedir que busquen a su hija desaparecida (hoy muerta) y recibió cachetadas.
Y no nos molesta, nos duele el cuerpo. Nuestros cuerpos que importan sólo cuando están desnudos, expuestos, cuando pueden pagar por él, cuando nos obligan a parir.
Y no sólo nos duele. Nos enfurece y con esa furia vienen las ganas de luchar.
Cuando decimos que al patriarcado lo vamos a tirar, es así. Y va a ser desde nuestra lucha, que a veces son nuestros lugares de trabajo; y lo vamos a hacer en las calles, abrazándonos y acompañándonos. Lo vamos a hacer amorosamente, colectivamente, libremente.
Nos vemos en la calle, compañeras. «