Ana Sicilia, es periodista y hace tres de sus 32 años que dicta talleres de escritura en varias cárceles dependientes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Además formó ocho bibliotecas en distintos penales. Todo comenzó en 2010 cuando decidió estudiar una maestría en medios de comunicación en la Universidad Nacional de La Plata, cuyo proyecto de tesis era sobre la mirada de los presos respecto sobre los medios de comunicación. “Porque siempre nos fijamos en la mirada de los medios sobre las personas privadas de libertad, que en términos generales es muy peyorativa. Entonces me generó muchísima intriga saber lo que piensan del otro lado”, cuenta.

”Formulé la idea, la presenté, estudié un tiempo y luego abandoné porque empecé a trabajar en los medios de comunicación y ya no me alcanzaba el tiempo. Pasaron siete años; en 2017 me escribió el periodista Julián Maradeo por facebook y me invitó a la Unidad 9 de La Plata. Allí tiene su taller en el espacio cultural El Ágora, en ese momento yo llevaba varios meses viviendo en Chile. Entonces le dije que si iría encantada, y así fue”.

La primera charla sobre su acercamiento a la escritura fue a los detenidos de la Unidad 9 de La Plata. “Hablamos sobre qué significa reinventarse y realizamos una actividad sobre eso. La mayoría de los estudiantes no sabían el significado de esa palabra y junto a Maradeo les explicamos el concepto. Recuerdo que fue un momento muy lindo y todavía tengo guardadas las hojas que escribieron los pibes. Desde entonces nunca dejé de ir y ya armamos ocho bibliotecas en distintos penales provinciales”, reconstruye.

También recuerda que en una ocasión, en la Municipalidad de Providencia encontró una muestra de mujeres en situación de encierro, del penal de San Joaquín en Santiago de Chile: una intervención de cartas de mujeres que escribían desde la cárcel. “Tomé algunas de esas cartas y las traje cuando volví con el taller en El Ágora a fines de 2017. Esa vez hablamos sobre las mujeres que estaba haciendo lo mismo que ellos pero en el país vecino”.

“Les pedí que escribieran sobre las mujeres más importantes de sus vidas. Se generó un momento muy lindo. Muchos de los pibes lloraron y me pidieron las cartas para darles a sus mujeres y sus madres. Ese día fue como que se bajó la guardia y hubo empatía”, relata Ana, quien en 2018 decidió volver a Argentina. “Maradeo hacía una introducción a la clase y luego seguía yo. Fui como improvisando. Así me di cuenta que faltaban libros y que no podíamos seguir escribiendo si ellos no empezaban a leer. Porque de lo contrario se empiezan a agotar las ideas, y eso se alimenta con libros”. Pidió permiso a las autoridades penitenciarias para ingresar libros a la Unidad 9, logró 350 libros donados en las redes sociales y formó la primera biblioteca.



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“Al poco tiempo me escribieron de la Unidad 43 de González Catán, me invitaron a un acto por la entrega del libro Martín Fierro escrito en braille. Se lo donaron a un colegio de la zona. Ese día no estaba anotada como decente, ni periodista, por eso tuve que ingresar como las visitas de familiares y pasé por todo ese procedimiento horrible. Pero el evento estuvo muy lindo, estaban los parientes de los detenidos del pabellón 4 B”, recuerda. Los directivos del penal le ofrecieron dictar un taller de escritura en ese penal y así nació el segundo taller. “No había libros y con los pibes decidimos armar una biblioteca. Trabajé con los chicos del pabellón 4 B, donde también di una clase y se generó un espacio muy lindo. Después siempre nos encontrábamos en el salón donde se desarrollan las visitas”. Su pasión de militante la llevó también hasta la Unidad 30 de General Alvear. Viajó cientos de kilómetros y llevó libros para inaugurar la cuarta biblioteca. “Después me contacté con otro muchacho privado de la libertad que había sido mi alumno en El Ágora. Lo trasladaron y después de haber dado vueltas por muchos penales logré comunicarme con él, ya había pasado un año. Estaba en la unidad 41 de Campana. Allí armamos la quinta biblioteca”. Sicilia sabía que en el pabellón 4 de la Unidad 40 de Lomas de Zamora estaba la hija de uno de sus alumnos y se acercó al penal para forma la sexta biblioteca: “Tuvo un tinte muy especial, con perspectiva de género, porque la hicimos con libros de autoras feministas. Trabajé con las chicas del pabellón 4. Recuerdo que insistí para llegar a ese pabellón porque ahí estaba la hija de un estudiante de la unidad 43 de Catán. Esta es la primer cárcel de mujeres que visité, fue a principio de este año”. La activista cuenta que en marzo de este año formaron la séptima biblioteca con 100 libros en la Unidad 8 de Los Hornos. “Ese vez festejemos el Día Internacional de la Mujer, 8M. Las chicas hicieron un acto y le entregué un libro a cada una de ellas en la mano. Estuvieron todas las pibas y me faltaron unos 30 libros, eso me dio mucha pena”.

Durante la cuarentena inauguraron la octava biblioteca móvil. Lo hicieron para renovar libros y con el propósito que recorra los distintos pabellones de la Unidad 9. “La idea es seguir ampliando y extendiendo el proyecto a más cárceles. Espero que el aislamiento pase rápido así puedo retomar con fuerza”.


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Vive en Palermo y actualmente trabaja en Crónica TV y Canal 9. Festejó su cumpleaños en El Ágora con los estudiantes del taller. “Fue uno de los mejores momentos de mi vida. Me hicieron una torta riquísima. Lo que me motiva a seguir es las ganas que veo en los rostros de las pibas y pibes. Son personas que tienen ganas de salir adelante. Por eso, quienes trabajamos en las cárceles debemos entregarnos de cuerpo, mente y alma”.

Sicilia finaliza: “Yo vivía en Burzaco, es un barrio muy humilde, mi papá y mi mamá son dos personas trabajadoras. Pensé que nunca iba a poder vivir de mi profesión. La universidad estaba muy lejos de mí, sin embargo, con esfuerzo y perseverancia lo logré. Las mujeres y hombres que están en las cárceles también pueden concretar sus metas”.