El 24 de Marzo pasado se inauguró la calle Dora Acosta en la manzana 13 de la Villa 31 Bis (barrio Padre Carlos Mugica). Es la segunda calle allí que lleva el nombre de una persona desaparecida por la última dictadura cívico-militar. Pero el dato no basta para saldar la tensión entre la endeble política de urbanización y la falta de políticas de Memoria en la Ciudad. “El año pasado comenzó en el barrio el proceso inconsulto, unilateral y no representativo del gobierno porteño para ponerles nombre a las calles. Gracias a la organización de compañerxs y vecinxs del barrio logramos nombrar algunas, como Alberto Chejolán y Dora Acosta, militantes que caminaron este barrio para hacerlo más justo, porque es una forma de hacer memoria, de construir verdad y de hacer justicia”, sostienen desde la página oficial del Instituto Superior de Formación Docente Dora Acosta –única institución de educación superior de la 31, emplazada sobre la calle ahora homónima–. El hecho, simbólicamente necesario, debe no obstante contextualizarse.
“Nombrar los espacios públicos evoca un hito significativo en la identidad, el valor simbólico y la transformación cultural del barrio», expresó Horacio Rodríguez Larreta en el proyecto enviado a la Legislatura y puesto en marcha en 2018. En la primera instancia, 1200 vecinos –de un total de 40 mil– eligieron entre algunas categorías preestablecidas: comidas y ciudades de Latinoamérica, bailes típicos de países de la región y (la más votada) referentes históricos del barrio. Sin embargo, en la segunda instancia esta última categoría fue eliminada por “ir en contra de la ley de nomenclatura urbana de CABA”, según consta en el anexo de ley. Así, el enfoque de los nombramientos de calles quedó limitado a opciones pintorescas, no conflictivas, representativas de la pluralidad cultural de la 31, hoy plasmadas en calles llamadas Malambo, Sopa Paraguaya, Ruda, Cumbia, Machu Picchu, Puma, Palo Santo, Mapuches o Kollas, configurando un escenario urbano radicalmente diferente al que existe en el resto de la Ciudad.
En marzo se inició la colocación de carteles para identificar las calles y espacios comunes del barrio. La web del gobierno porteño se jacta de que “los nombres fueron elegidos por los propios vecinos que ahora cuentan con una dirección formal”. La idea condensa aquella expresión de “adonde vamos no necesitamos próceres ni historia” (del extitular del Banco Central Federico Sturtzenegger), ante la inclusión de animales en los nuevos billetes.
“Hay una infantilización en el intento de recuperar las prácticas de distintas nacionalidades, y lo que se oculta es la necesidad de borrar aquello que verdaderamente representa al barrio y su historia”, observa María Bielli, legisladora porteña por el Frente de Todos y exrrectora del «Dora Acosta», y advierte que “es importante lo que sucedió con la calle Dora Acosta, pero más importante aún es denunciar lo que el Gobierno de la Ciudad está haciendo en el barrio”, pues el proceso de urbanización no está garantizado.
“Los derechos de las y los que vivimos en la Villa 31 están siendo vulnerados por el Gobierno de la Ciudad, con una supuesta urbanización de casas descartables. Ponen a las calles nombres de animales y aves, y eso no fue consensuado con los vecinos”, dice Arminda, vecina boliviana de la 31.
Expulsión por goteo
“Entre muchísimas maniobras de Macri para favorecer a Larreta, sin dudas una de las más escandalosas fue el Contrato de Préstamo CAF Proyecto Paseo el Bajo, mediante el cual la Agencia de Bienes del Estado (AABE) le transfirió a la Ciudad 12 terrenos, un total de 867 mil m2, que incluyen la totalidad de la Villa 31 como parte de pago por la obra del Paseo del Bajo”, detalla Bielli. “Además, con fecha 4 de julio de 2019, y a pedido de Larreta, la Legislatura sancionó la Ley 6179, por la cual se permite la enajenación de estas tierras, en claro perjuicio de los vecinos y vecinas de la Villa 31”.
En otras palabras: mientras pone nombres pintorescos a sus calles, el Gobierno de la Ciudad se encuentra hoy en condiciones de poner a la venta las Villas 31 y 31 Bis con la gente adentro. Además, denuncia Bielli, en el contexto de pandemia se avanza en un instrumento de escritura, «pensada para la expulsión gradual, por goteo”, que permitiría el ingreso de las viviendas al mercado inmobiliario, con competidores que buscan generar allí, a metros de Puerto Madero, torres de lujo sobre las viviendas de los vecinos. «Dora, maestra y militante
Dora María de Luján Acosta Durán nació en 1951 en Buenos Aires. En 1969 se recibió de maestra primaria y empezó a estudiar Filosofía en la UBA, mientras militaba en el Peronismo de Base. Fue maestra en la Villa 31, donde el nombre de Carlos Mugica se popularizaba al ritmo de su trabajo como cura villero. Dora fue secuestrada en su departamento de Av. Pueyrredón al 2500, en Recoleta, el 1 de marzo de 1977. Tenía 25 años. Al día de hoy no hay testimonios de su paso por un Centro Clandestino de Detención. María, su hermana, se reunió con les integrantes del Instituto Superior de Formación Docente «Dora Acosta», el día que lo bautizaron con su nombre.