Que tire la primera piedra quien no miró la pantalla del celular cada 30 segundos, mientras se completaba la barrita de descarga de una aplicación, y luego sonrió al saberla ya parte de su dispositivo. En abstracto, la imagen una persona alegrándose de sumar nuevo software a su vida parece extraña, pero no es más que una realidad bastante común en estos tiempos. Hasta el Papa Francisco proclamó el lunes que «la felicidad no es una app que se descarga en el celular».
Para comprender un poco mejor esta asociación que existe entre una aplicación y la felicidad, o más bien todo lo contrario, basta recordar una escena conocida: el instante en el cual magnificamos la importancia de una respuesta a causa de la ansiedad que nos genera ver los dos «vistos» celestes en nuestra conversación por Whatsapp. Nuestro mensaje ha llegado, nos han leído pero quién sabe por qué razón aún no nos contestaron.
«La tecnología abre muchas posibilidades pero también nos hace esclavos y súper dependientes. De golpe, nos quedamos sin batería y no sabemos dónde estamos ni parecemos tener la habilidad de preguntarle a alguien qué colectivo tomar. Sin duda, se trata de herramientas súper revolucionarias pero es necesario tener cuidado: que su uso no nos haga perder otras habilidades, como comunicarnos con la gente que nos rodea», explica a Tiempo Matías López Rosenfeld, becario del Conicet y licenciado en Ciencias de la Computación, quien fue parte de un trabajo científico sobre la percepción de las relaciones que se construyen cuando hablamos y nos interrumpen (o nosotros lo hacemos) al usar celulares.
Las aplicaciones más descargadas pertenecen a rubros, justamente, también asociados a la felicidad: la comunicación (Whatsapp, Facebook e Instagram lideran el ranking) y el entretenimiento (donde se destacan juegos o apps recreativas como YouTube o Spotify y otras más polémicas como Tinder). Sin embargo, la ilusión de felicidad que critica Francisco también se desprende de la abrumadora diversidad de este tipo de programas que prometen resolver todos nuestros problemas: desde aprender a tocar el piano hasta reconocer si la fruta está madura sólo apuntándola con el celular. La conclusión de un estudio realizado por Snoop Consulting revela cuán frágil es esta felicidad al alcance de la mano: el 80% de las apps se borran el mismo día que se descargan.
«Uno de los componentes esenciales de la cultura humana, para Sigmund Freud, es la renuncia a la inmediatez de los impulsos: ese compás de espera entre la necesidad y la satisfacción genera un malestar al que justo nos estábamos acostumbrando cuando aparecieron los smartphones con la promesa de la inmediatez», analiza el psicólogo José Nesis. Y, para seguir reflexionando, agrega: «¿Qué es un smartphone? ¿Quién es el inteligente? ¿El usuario o el dispositivo? ¿No estaremos renunciando a nuestra creatividad? Los chicos no juegan con el iPad, es el iPad el que ‘los juega’. Quizás sea propicio tratar de ser un poco más sujetos de nuestro destino y no un bit en el ciberespacio, si algo de eso hay también en la denuncia del Papa».
Cifra: whatsapp 900 millones de descargas la convierten en la app más exitosa, vital para la comunicación cotidiana.