Esta semana me tocó. Esta semana fui a vacunarme. Esta semana sentí en carne propia lo que significa la esperanza. La ilusión de eliminar una parte de la asechanza que sigue ejerciendo el Covid-19. Peligran millones de personas que todavía no tuvieron la enfermedad, mientras también seguimos complicados aquellos que la padecimos. Pero la vacuna acerca a la idea de estar algo más protegido. Como si en el frío, me hubiese puesto un sobretodo bien pesado, bien grueso, que no me va a cubrir plenamente, pero va a evitar que caiga de la peor manera en manos del frío.
La vacuna fue una sensación de bálsamo. Tuvo el efecto de una caricia. Realmente lo sentí de esa manera. Una sensación de alivio, de haber dado un paso al frente, con la certeza de que si me hubiese podido vacunar antes, seguramente, no habría corrido tanto riesgo de morirme como el que tuve en una sala de terapia intensiva.
Ahora, cuando a la salida de esta vacunación pienso en el tema, me indigna aun más lo que ha sucedido en la Argentina: es el único caso en el mundo en que el periodismo más escuchado, más leído y más visto tuvo una persistencia demencial, criminal, contra las decisiones que nos protegían. No hay parangón para un periodismo que forzó el comportamiento de una oposición que raya todos los días con la imbecilidad y que nunca parece tener respeto por la inteligencia de las personas. Solamente se basa en la sensación de poder que le confiere esa realidad tan potente en los números y tan perdedora en los conceptos.
De otra manera no habría gente con el “coraje” de personajes de la política que son capaces de sostener los mayores dislates que uno haya escuchado en la vida.
Solo se trata de un periodismo criminal que apuesta a la muerte como forma de voltear a un gobierno. Recostado a esa diabólica manera de encarar la profesión como una forma de poder político y sin prestarle la menor atención a la añeja y ponderable condición de cuarto poder que actuaba como fiscal de los comportamientos de los hombres públicos.
Solo se trata de un periodismo que ha perdido completamente el rumbo, ya hace años. Y no tiene empacho ni pierde la tranquilidad cuando acomete el propósito de herir la sensibilidad y la inteligencia de aquellas personas que más esfuerzo hacen para ejercer de ciudadanos y mantienen en pie su lucidez.
Cada uno de los días que pasamos en pandemia, el ataque tuvo su presentación en esos medios. Quedó en la historia lo que hicieron contra la cuarentena. Pero es parte de la actualidad todo lo que hacen contra la vacunación. La desesperanza que quisieron inculcarle a la gente fue combatida por los millones de dosis que llegaron al país y que permiten vacunar a millones de personas. Ya fue superada la discusión que establecieron sobre las bondades de las vacunas. Un mamarracho que no pudieron sostener porque las principales instituciones científicas nacionales e internacionales corroboraron plenamente cada uno de los pasos dados por el gobierno argentino.
Pero ahora hacen pie en la lucha por el retorno de quienes pueden traer la cepa Delta al país. Si entra a través de muchas personas tendremos otra vez altísimos niveles de contagios. Esa es la aspiración de quienes luchan por la muerte. Que entren todos de golpe, se mezclen, que nadie los controle, para que de esa manera tengamos decenas de miles de contagiados diarios, con su correlato de muertos. Y luego tirarles esos muertos en el zaguán de la Casa Rosada al presidente y al gobierno.
Es propio del diablo lo que hace particularmente el grupo Clarín. La última que presentaron fue la lectura sobre el hecho de que las personas que retornan y prometen hacer la cuarentena sean controladas por migraciones, que les toca timbre, confirma que están haciendo la cuarentena, para luego decirles “muchas gracias y perdonen la molestia”. De eso se trata. Solo de eso. Pero Clarín pone que es igual al manejo que tenía la dictadura. Es decir, para la gente de Magnetto es todo lo mismo. Por caso, tratar de saber si, al volver al país, somos prudentes, correctos y solidarios con aquellos que no salieron y que quedan como inocentes víctimas posibles de contagio… es comparable con la actitud de los grupos de tareas que entraban a las 3 de la mañana a las casas, derribaban la puerta a patadas, en el mejor de los casos sacaban de los pelos a los que buscaban (y a los que no buscaban también), los metían en los Falcon y se los llevaban, nunca se sabía a dónde, muchos asesinados, arrojados desde los aviones o en simulacros de operativos.
Esa es la comparación de un diario que viene de la oscuridad total en cuanto a la conformación de su poder: nunca olvidemos que Clarín tiene la estructura poderosa que hoy día ostenta a partir de Papel Prensa. Que quienes están todavía con las manos ensangrentadas por su relación de complicidad total con los militares golpistas, quienes hicieron negociados sucios, son los que se permiten la comparación de lo peor de la dictadura con la medida que un gobierno toma para proteger la vida de la gente.
Son los que ponen en un pie de igualdad a los apóstoles de la muerte con quienes tratan de ser apóstoles de la vida. «