Una sonrisa gigante, tierna, dulce se dibuja en la cara de Silvia Garnier. Los ojos le brillan un poco por las lágrimas de emoción y otro poco por alegría. Hace menos de 24 horas encontró a su sobrina, la bebé que busca hace 40 años y quien ayer la sorprendió apenas atendió el teléfono: ¡Vos sos mi tía!, le dijo Adriana desde la casa de las Abuelas de Plaza de Mayo.
De pronto ese bebé, ese niño, esa adolescente, esa joven, esa mujer, apareció en su vida para completar la parte que le falta a su historia.
Adriana es la única hija de su único hermano que fue secuestrado el 8 de febrero de 1977 y que continúa desaparecido. Edgardo Garnier era dos años mayor que Silvia y fue secuestrado en La Plata dos meses después de que se llevaran a su compañera, Violeta Graciela Ortolani que estaba embaraza de ocho meses.
Desde que supimos que Violeta había dado a luz, después de haber sido desaparecida con octavo mes de embarazo en su vientre, la estábamos buscando. Estaba en nuestro ADN, siempre estuvo, necesitábamos encontrarla, dice Garnier.
Con Edgardo y Violeta pasó lo mismo que con otras víctimas del terrorismo de Estado: su historia debió construirse a partir de los amigos y compañeros que compartían esos días con la pareja. Sus amigos, sus compañeros siempre estuvieron presentes, siempre nos apoyaron y trataron de que la historia de mi hermano estuviera latente. Ellos presentaron un proyecto para que un aula del colegio de donde egresó mi hermano tuviera su nombre, comenta Silvia, orgullosa. Ella hoy va a encontrarse con su familia, pero también con 125 hermanos. Cada uno tiene su historia y hay mucho para contarse, pero la familia, esa que se armó en estos años, es grande. Estamos también hermanados a esos amigos.
Silvia llegó a Capital Federal desde Concepción del Uruguay con un periodista y algunos compañeros de AGMER (Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) el sindicato al que pertenece en forma activa. He recibido esta noticia de la mejor manera, porque estoy con toda la gente que ha querido venir a acompañarnos. Todos ellos han entendido durante todos estos años que lo que pasó no tiene que repetirse. Faltan muchos nietos y necesitamos redoblar esfuerzos para seguir adelante.
La tía de Adriana no puede ni quiere ocultar su emoción. Se ríe con vértigo contenido por un encuentro que esperó casi toda su vida. Es un momento muy dulce, muy emotivo, aparecen mil sensaciones encontradas donde predomina la felicidad enorme de tenerla, pero además de saber que ella nos buscó. De aquí en adelante nos vamos a contar: nosotros a ella la parte que no conoce y ella a nosotros la que nos falta.
La noticia de la nieta 126 llega en un momento clave. Hoy necesitamos afianzar la justicia, que no es una entelequia, es una realidad de todos los días, con la que nosotros tenemos que comprometernos más porque a pesar de todo lo que está pasando tenemos que seguir juntándonos y seguir adelante. Es la única forma de escribir la historia.