El ministro de educación acaba de cometer un sincericidio en un acto en Cutral Có, que significa agua de fuego en el idioma local, al decir que su propuesta política, la que la mayoría de este país voto, está en línea con una segunda campana al desierto pero esta vez sin armas.

Podríamos hablar mucho y citar a grandes pensadores contemporáneos sobre el genocidio e intento de etnocidio que significo la brutal invasión a territorio Mapuche en un movimiento de pinzas entre las neocolonias de Chile y Argentina.

Podríamos decir también que la necesidad de la invasión a la Patagonia surge de la oportunidad de acrecentar el poder de la clase dominante que venció a los patriotas de mayo a favor del comercio con el imperio ingles para la necesidad de extender la tierra apta para la cría de ovejas que obedeció a una reformulación de la cadena de producción en el imperio.

También podríamos mencionar las formas crueles y hasta proto nazis como el envío de frazadas con viruela o la reinstauración de la esclavitud 65 años después de su abolición.

Pero creo que es prudente poder debatir, aprovechando el sicericidio del ministro, como se fundó el Estado moderno en base a la ideología de eliminar lo diferente por miedo o ambición, como esto esta aun entre los valores sagrados de la patria para una clase y como podríamos avanzar a partir de reconocernos como una nación moderna que nació de este valor. Como primero reparar el daño en las victimas, sanar las heridas que causamos en las decenas de culturas que hoy necesitamos para ampliar nuestra limitada cultura para al menos convivir en paz con nuestro territorio. Y finalmente, como nos encontramos en una mancomunion bajo el mismo Estado con quienes llevan miles de años en esta tierra.

Propongo que lo primero que debemos hacer y apoyando la postura de la confederación Mapuche de Neuquén es pedir la renuncia del ministro por apología del delito. Lo segundo es empezar a juntarnos horizontalmente quienes creemos en la urgencia de la necesidad de avanzar con la apertura de juicios de la memoria por este etnocidio aun impune.

No pienso en un comité de apoyo a los pueblos originarios ni en una unión para desagraviarlos o reivindicarlos como victimas sino que creo que de una buena vez debemos reflexionar si nosotros los no originarios vamos a seguir siendo parte de un Estado que no reconoce la diversidad y la mantiene oculta. Esto impacta en nuestra cotidianidad. En los casos de justicia por mano propia, en las livianas declaraciones de odio racial, y en el egocentrismo cultural producto de la falta de una identidad y proyecto común. La necesidad de descalificación del otro son una muestra de nuestras falencias e ignorancia colectiva que nos encuentran repitiendo errores que costaron generaciones, culturas y vidas.

Donde empezaremos a reconocernos los no indígenas por un estado pluricultural para debatir y proponer es algo que no sé ni tengo capacidad para proponer. Me avisan y voy.

Pewkajeal
na acehc
jallala
que sigan bien

*Realizador audiovisual. Director de «Mapuche, Nación que vuelve»