El círculo de la profecía autocumplida del Operativo Aprender 2016 acaba de cerrarse con la dramática presentación de sus resultados, a cargo del presidente de la Nación. Aquella evaluación fue resistida por buena parte de la comunidad educativa: docentes se negaron a hacer los exámenes, padres decidieron no mandar a sus hijos a la escuela ese día, el 18 de octubre del año pasado, cuando se aplicó en colegios públicos y privados de todo el país.
El operativo, que relevó conocimientos estandarizados en 6º grado de primaria, 5º o 6º de secundaria (y en forma muestral, 3º de primaria y 3º de enseñanza media), se inscribe en el dogma de la evaluación educativa que tiñe todo el discurso de los funcionarios del área.
La reivindicación de estas pruebas como las PISA en el ámbito internacional con preguntas cerradas en formato multiple choice, no contempla las diferentes realidades socioeconómicas ni los diversos contextos de aprendizaje; convalida la foto de lo que se sabe o no, por encima de los procesos de adquisición de esos saberes.
De hecho, en Aprender, los docentes, llamadores aplicadores, no tomaban examen en la escuela en la que enseñan, sino en otra.
Descontextualizado en su uniformidad, Aprender vino a reemplazar una prueba que tenía más de dos décadas años de trayectoria, el Operativo Nacional de Evaluación (ONE). La receta neoliberal consiste entonces exclusivamente en medir, para así diagnosticar los méritos de una escuela u otra.
El propio Mauricio Macri, antes de compadecerse de quienes se ven obligados a caer en la escuela pública, graficó los resultados superiores que se alcanzan en la educación privada.
No es casual la divulgación de estos datos en pleno conflicto con los docentes y en la previa de la Marcha Federal Docente, ni los artículos previos en medios concentrados que vilipendian la educación pública y a quienes se les ofreció anticipadamente los resultados.
La intencionalidad del gobierno nacional corre pareja con su desconocimiento real de lo que sucede en las aulas, en la medida en que jamás convocó a los docentes y directivos para enterarse.
Por el contrario, diseña evaluaciones que responden a sus intereses políticos y cuyos resultados conoce y aún interpreta de antemano: la culpa es de la pesada herencia, de los docentes, eventualmente de los propios alumnos
Resta saber qué hará el gobierno nacional con este diagnóstico. El Plan Maestro anunciado por Macri contiene elementos irrebatibles la extensión de la jornada completa y la promesa de garantizar la educación inicial, por ejemplo, pero la apuesta oficial pasa por el impulso al proyecto del Instituto Nacional de Evaluación Educativa.
El presidente pidió animarnos a revolucionar la capacitación docente y la permanente evaluación. Vaciados los programas de formación docente, el área se transforma en un coto de caza para empresas que generan y comercializan contenidos educativos, deseosas de hacer negocios con el Estado.