Uno de los desafíos educativos en estos tiempos es abordar con la comunidad educativa un tema que nos preocupa y nos duele a todos y todas: los femicidios.
La forma más extrema de vulneración de los derechos de una mujer es el femicidio. Constituye no sólo una grave violación de sus derechos humanos, sino que es un atentado contra su dignidad e integridad y un atropello flagrante del derecho a una vida libre de violencia.
Los femicidios son la expresión más extrema y trágica de la violencia de género, que se manifiesta de forma física, psicológica, sexual, económica, simbólica. La violencia de género es una problemática social que afecta a millones de mujeres en el mundo, y que tiene su origen en una cultura patriarcal que asigna roles y estereotipos desiguales y opresivos a hombres y mujeres.
Según los datos del Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación, en el año 2021 se registraron 289 víctimas de femicidio confirmadas en Argentina, lo que significa que cada 30 horas una mujer fue asesinada por su condición de género. Estas cifras son inaceptables y nos interpelan como sociedad a tomar conciencia y acción para poner fin a esta violencia. No es posible hablar de democracias plenas mientras persista la violencia de género.
Sin embargo, existen corrientes de pensamiento que niegan la violencia de género desde diferentes argumentos:
* El negacionismo político, que cuestiona la legitimidad de las leyes y políticas públicas que protegen a las mujeres víctimas de violencia machista y que las acusa de ser discriminatorias hacia los hombres o de responder a una agenda ideológica feminista.
* El negacionismo mediático, que difunde bulos, falsedades o tergiversaciones sobre la violencia de género y que contribuye a crear confusión, desinformación o desconfianza entre la ciudadanía.
* El negacionismo académico, que rechaza el uso de la perspectiva de género como una herramienta válida para analizar la realidad social y que niega la existencia de una estructura patriarcal que oprime y discrimina a las mujeres.
* El negacionismo religioso, que se basa en una interpretación literal o fundamentalista de los textos sagrados y que defiende una visión jerárquica y complementaria de los roles de hombres y mujeres, negando su igualdad de derechos y libertades.
Estas posturas tienen en común que ignoran o minimizan las evidencias empíricas, científicas y jurídicas que demuestran la existencia de la violencia de género como una manifestación de la desigualdad entre los sexos y como una violación de los derechos humanos de las mujeres.
¿Qué podemos hacer desde la escuela para prevenir los femicidios?
La escuela es un espacio privilegiado para educar en valores de respeto, igualdad, diversidad y derechos humanos. En la escuela se puede ayudar a cuestionar y transformar los patrones socioculturales que sostienen la violencia machista, se pueden promover y construir vínculos afectivos sanos y pacíficos, basados en el consentimiento, la autonomía, la empatía y la solidaridad.
Para ello, contamos con una herramienta fundamental: la Educación Sexual Integral (ESI). La ESI es un derecho de todos y todas las estudiantes, que está garantizado por la ley nacional 26.150 desde el año 2006, nos permite abordar transversalmente en todos los niveles y modalidades educativas los contenidos relacionados con la sexualidad humana en su dimensión biológica, psicológica, social, afectiva y ética, nos posibilita también visibilizar y problematizar las situaciones de violencia por motivos de género que puedan estar atravesando nuestros estudiantes o docentes, y brindarles información y orientación adecuada para su prevención y atención.
Además, desde el año 2015 contamos con la ley nacional 27.234 “Educar en Igualdad: Prevención y Erradicación de la Violencia de Género”, que establece que todos los años debemos realizar jornadas educativas sobre esta temática en todas las escuelas del país. Para ello se han elaborado materiales específicos para cada nivel que nos invitan a construir propuestas concretas.
El femicidio es un problema estructural que requiere un cambio cultural profundo que cuestione y transforme los roles, estereotipos y relaciones de poder que perpetúan la desigualdad y la discriminación de género. Tenemos un compromiso colectivo de educar para prevenir los femicidios desde la escuela. No es una tarea fácil ni sencilla, pero es imprescindible para construir una sociedad más justa e inclusiva, donde todas las personas puedan vivir libres de violencia y discriminación. No estamos solos ni solas en esta lucha: contamos con el apoyo de organismos públicos, organizaciones sociales, medios de comunicación y movimientos feministas que nos acompañan y nos alientan a decir basta de femicidios.