El verano es relajo, pero también desafíos que pueden provocar cimbronazos. A una persona. O a dos. Primeras vacaciones en pareja, primera convivencia 24 horas toda la semana. Despertarse con ese otre, acostarse con ese otre, todos los días; compartir todo, los abrazos y las manías, cotidianeidades que hay que resignar, tics que ya no se pueden esconder, paciencias y reproches que empiezan a entrelazarse. O como contracara, el momento ideal para desearse, conocerse en profundidad, compartir momentos en un lugar y tiempo fuera del estrés de la ciudad y, en algunos casos, una previa o «ensayo» para una posible convivencia.
La intimidad se vuelve traslúcida. La experiencia puede ser memorable o una marca a borrar. Una temporada en el amor, o caer del lado de la grieta de no querer verse nunca más. Eso sí, pasada la primera prueba de convivencia, las puertas empezarán a abrirse. Es un antes y un después: las primeras vacaciones juntes.
Julieta y Santiago, ambos de 21 años, ahorraron todo el año para poder alquilarse un departamento en Mar del Plata por una semana. Vacacionar en La Feliz fue un objetivo desde que se pusieron de novios cuando terminaron el secundario. Amor, sexo, arena y mar eran sus planes para la estadía. Pero al segundo día, dos sorpresas les cambiaron los planes por completo.
“Me acuerdo de que estábamos saliendo del mar, y los veo. Pensé que no eran ellos, me quería morir. Ahí estaban: mi vieja agitando la mano; y mi viejo con un diario y su cara de culo natural”, rememora Santiago. Dice que ahora se ríe porque pasó el tiempo, pero que fue “un garrón”.
Los suegros de Julieta tuvieron que dejar el departamento que habían alquilado en Miramar por un problema con el tanque de agua y se habían quedado sin alojamiento. “Una o dos noches, y nos vamos”, prometieron a la feliz parejita.
Esas una o dos noches se convirtieron en cinco. Julieta y Martín terminaron durmiendo en el living, entre un sillón y un colchón; y levantándose a las 7 de la mañana porque a esa hora el papá y la mamá de Martín ya estaban activos, queriendo hacer el desayuno y planeando actividades de a cuatro.
Julieta confiesa que en su momento tuvo ganas de irse y dejarlos a los tres solos, pero se la aguantó pensando que se iban a ir más rápido. De las siete noches planeadas, solo dos estuvieron solos. Pero, coinciden ahora con risas, “les alcanzó”.
Ensambles
El desafío del verano juntes no es solo potestad de las parejas jóvenes. Aunque tal vez sí cambian las prioridades y los temores con el correr del tiempo. Augusto y Bárbara, él de 42 y ella de 41, salen hace tres años, pero nunca se habían animado a planear unas vacaciones “ensambladas”. Hasta ahora.
Augusto tiene dos hijos, de 14 y 16. Bárbara es madre de tres, de 10, 7 y 5 años. “Podría haber sido peor”, es el titular que elige Augusto y prefiere que ella empiece a hablar.
«El tema es que nuestros hijos tienen edades muy distintas, ritmos muy distintos. A mí me preocupaba un poco que los chicos de Augusto fueran a esas fiestas multitudinarias que había en la playa, y ninguno de nosotros había tenido Covid todavía», cuenta Bárbara. Reconoce que es “medio estructurada” para los horarios cotidianos; y eso también generó tensión.
En su caso sobrevivieron, pero el verano les dejó huellas. Y alertas que conviene ver a tiempo. «Mis hijos se levantan tarde, son adolescentes, no les importa el almuerzo ni la cena. Mientras tengan una pelota y una fiesta, sus vacaciones pasan por ahí. Y yo entiendo que a Barbie eso le sea difícil, porque tiene chicos chiquitos muy dependientes de ella, que se sientan todos a comer con horario, acostarse, el cuento… Creo que no fue una experiencia del todo cómoda para ninguno, pero al menos nos sirvió para saber que no está en nuestros planes convivir», admite Augusto y se ríe mirándola a ella, que le da la mano como cerrando un trato. O queriendo llamarse a silencio.
Transparentar
Milena (35) es mamá soltera. Su hija, Lila, tiene 7 años. Fernando (39) no tiene hijos. Este verano decidieron vacacionar los tres, por primera vez. El destino: Colón, Entre Ríos. Cabaña con pileta y animales de granja.
Fernando estaba un poco asustado por convivir siete días con Lila. Si bien ya la conocía desde hacía dos años, nunca había pasado con ella más de 24 horas de corrido. Milena también estaba inquieta por esta primera vez. Por eso buscó un lugar donde su niña se pudiera entretener.
“El primer día fue algo forzado. Fer estaba hiperamable y centrado en todo lo que Lila quería hacer; y ella algo caprichosa. Pero con el pasar de los días la cosa se fue acomodando. Cuando había actividades con animales de la granja, Lila lo invitaba a Fer y no a mí. Ella terminaba recansada, y a la noche se dormía temprano; y ahí con el gordo nos armábamos una picadita con cerveza para tener nuestro momento. La verdad es que la pasamos muy lindo, y se afianzó mucho el vínculo entre los tres. Bendecidos sean los animales de la granja”.
Fabián (37) y Yamila (42) se conocieron en octubre. A los dos meses y medio viajaron a Jujuy. «Ella tenía que ir a trabajar a Tilcara por tres meses, y no quisimos separarnos todo ese tiempo”, cuenta Fabián, y enumera algunos “obstáculos” que debieron sortear: «Tema horarios; desayuno en la cama sí o no; poner música alta». Lo lograron y decidieron convivir «sin premisas del ‘para siempre'», dicen.
Pero no todos los cuentos terminan bien. «Me volví y lo dejé, no quise soportarlo más. Es imposible convivir con una persona así aunque el paraíso esté del otro lado de la ventana», fue el descargo inicial de Tomás (32 años) para contar la mala experiencia que tuvo al viajar por primera vez con quien, entonces, era su pareja.
Mar Azul fue el destino elegido. Unas cabañas hermosas a media cuadra de la playa. Pileta, gimnasio y esos desayunos gloriosos que se ven solo por fotos de Instagram. Pero no siempre el paraíso es encantador.
Diego y Tomás salieron durante un año, con intermitencias. Y el final llegó al lado del mar.
«Fue de regalo de cumpleaños. Me invitó a irnos tres días a Mar Azul y festejar allá. Me puse contento, me parecía divertido; pero terminé pasándola muy mal. No solo porque tenía un modo horrible de tratar a la gente que nos atendía; también porque le molestaba que yo fuera simpático con los que para él eran solo empleados», se lamenta Tomás.
Hubo una última escena en la que Diego quiso agredir al conserje del hotel porque el desayuno demoraba. Ahí finalizaron las vacaciones y la relación. Algo se había transparentado. «‘Yo así no sigo, gracias por el regalo y por mostrarte como quien verdaderamente sos’, le dije, y fui a preparar mi bolso para volver a casa. Él se quedó sentado en el bar del hotel, comiendo medialunas, y mirando mal a todos los que pasaban a su lado». «
Recomendaciones para dos
La licenciada Sandra Ojman ofrece tips para el primer veraneo en pareja:
Acuerden el lugar, el destino y el tipo de experiencia que quieren hacer y sean sinceros. Si le tienen miedo al agua, no hagan un programa donde bucear es la principal atracción.
Si es una familia ensamblada, que todos los integrantes conozcan los detalles.
Armen un presupuesto de gastos y acuerden cómo se integran, cómo se van a pagar esas vacaciones. Hay que hablar de plata, eso no está mal y es bastante saludable.
No a la aventura si no se conocen mucho, puede ser que cada uno tenga un nivel de tolerancia distinto a los inconvenientes, a los desafíos o simplemente costumbres muy diferentes.
No a las vacaciones largas, sí a buenas experiencias cortas. Menos es más cuando recién se están conociendo.
Si deciden interrumpir las vacaciones porque es difícil la convivencia, entiendan que de esa decisión es difícil remontar una relación, lo más probable es que al regreso decidan no continuar. Si de verdad está resultando difícil transitar las vacaciones y la pareja realmente les interesa, propongan una conversación a fondo y generar un nuevo acuerdo que se centre en lo que van a buscar en esos días que les quedan.
Salir a flote en una adversidad puede ser bueno y da herramientas para pensar que están juntes porque lo desean y vale la pena seguir intentando. La licenciada Sandra Ojman ofrece tips para el primer veraneo en pareja:
Acuerden el lugar, el destino y el tipo de experiencia que quieren hacer y sean sinceros. Si le tienen miedo al agua, no hagan un programa donde bucear es la principal atracción.
Si es una familia ensamblada, que todos los integrantes conozcan los detalles.
Armen un presupuesto de gastos y acuerden cómo se integran, cómo se van a pagar esas vacaciones. Hay que hablar de plata, eso no está mal y es bastante saludable.
No a la aventura si no se conocen mucho, puede ser que cada uno tenga un nivel de tolerancia distinto a los inconvenientes, a los desafíos o simplemente costumbres muy diferentes.
No a las vacaciones largas, sí a buenas experiencias cortas. Menos es más cuando recién se están conociendo.
Si deciden interrumpir las vacaciones porque es difícil la convivencia, entiendan que de esa decisión es difícil remontar una relación, lo más probable es que al regreso decidan no continuar. Si de verdad está resultando difícil transitar las vacaciones y la pareja realmente les interesa, propongan una conversación a fondo y generar un nuevo acuerdo que se centre en lo que van a buscar en esos días que les quedan.
Salir a flote en una adversidad puede ser bueno y da herramientas para pensar que están juntes porque lo desean y vale la pena seguir intentando.