Tras 6 meses de obras, el gobierno de la Ciudad abrió este martes la Plaza de Mayo con una serie de reformas al histórico espacio porteño. Una nueva postal de rejas recorre la Plaza en reemplazo a las vallas de la Policía Federal de manera transversalmente desde Hipólito Irigoyen hasta la avenida Rivadavia.


El trazado de la reja pasa por detrás de la pirámide de Mayo y sólo permite acceder a pie a la explanada de la Casa Rosada por las calles laterales o por los grandes portones centrales.



Las modificaciones incluyeron la ampliación de la superficie, que avanzó sobre las arterias que rodean la plaza, la restauración de las fuentes y luminarias, y el retiro del campamento de exconscriptos que participaron del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS) durante la guerra de Malvinas y que durante 10 años reclamaron allí ser reconocidos como ex combatientes.

Si bien el gobierno de la Ciudad sacó las baldosas con pañuelos en el área que rodea a la pirámide, nuevo pañuelos fueron pintados por la Asociación de Madres de Plaza de Mayo que preside Hebe de Bonafini en los últimos días.


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Las obras y reformas en la mítica plaza estuvieron a cargo del Ministerio de Espacio público enmarcado dentro del programa “Obras del eje Cívico”, que incluyen reformas sobre Avenida Mayo y el Congreso.

Las nuevas rejas fueron el tema excluyente de los comentarios de los peatones y vecinos que pasaban por la plaza tras la reinauguración.

María, quien pasa todos los días por el lugar camino a su trabajo, expresó que la reja sólo sirve para “separar y generar miedo” en la población.


“La reja no me gusta para nada”, opinó Ariel, un trabajador de la construcción, quién aseguró que las rejas son un “mensaje con doble sentido”: además de la generación de miedo, busca que la gente no se pueda manifestar libremente.


Sandra, una vendedora de café, comentó que las obras le son indiferente: “De obras no vivimos, necesitamos que haya más trabajo”, señaló.