La mitad de las mujeres sufre episodios de infección urinaria en algún momento de su vida. Si bien en hombres suele darse antes del año de vida y después de los 50, en el caso de ellas el período de mayor frecuencia se da entre los 18 y los 39 años, asociado al período de mayor actividad sexual. Así lo establece un informe elaborado por el Hospital de Clínicas, en el que agregan recomendaciones “para prevenir cuadros más graves como infección en los riñones, que provoca fiebre elevada, náuseas y vómitos”.
Habitualmente, los motivos de consulta suelen ser el ardor o el dolor al orinar, la sensación imperiosa y constante de orinar, hacerlo frecuentemente y en pequeñas cantidades, o al terminar de hacer pis sentir que no se vació totalmente la vejiga. “También son frecuentes el dolor abdominal o pelviano y la orina turbia, oscura, con olor fuerte o con sangre”, apunta la doctora Florencia Fulco de la División Urología del Clínicas.
Cuando la infección alcanza los riñones surge dolor de espalda, fiebre elevada, y se pueden agregar náuseas y vómitos. En las mujeres puede darse con frecuencia la infección urinaria recurrente, interactuando con temporadas sin síntomas. “Algunas personas tienen factores que los predisponen a contraer infecciones urinarias, como la litiasis, la hiperplasia prostática benigna, una sonda vesical, el haber recibido antibióticos por otras causas en los días previos, el antecedente de haber tenido cirugías urológicas, los niños que nacen con malformaciones del árbol urinario o los pacientes inmunocomprometidos”, agrega Fulco.
Una infección urinaria puede afectar a cualquiera de los órganos que intervienen en el acto de depurar la sangre, almacenar y eliminar sustancias tóxicas: los riñones, los uréteres, la vejiga o la uretra. De ellos, los más frecuentemente afectados son la uretra y la vejiga. “El sistema genital está íntimamente relacionado con el sistema urinario ya que algunas estructuras son compartidas, y por eso, cuando los gérmenes afectan a otras estructuras como los testículos o la próstata también hablamos de infección urinaria. Los gérmenes suelen ascender de manera retrógrada, desde el exterior a través de la uretra. La uretra femenina es más corta que la masculina (4 y 16 centímetros respectivamente) y además está más cerca del ano; por esto es que las infecciones urinarias son más frecuentes en ellas. La otra vía de acceso al aparato urinario que tienen los gérmenes es desde la sangre. Este tipo de infecciones son más raras, suelen ser más graves y aparecen en pacientes con antecedentes médicos”, advierte Fulco.
Relaciones sexuales, menopausia y próstata
De acuerdo a lo informado desde el Clínicas, del 4 al 10% de las embarazadas pueden presentar bacteriuria asintomática, es decir, presencia de bacterias en la orina pero sin los síntomas característicos de una infección, y si esa bacteriuria no es tratada, hasta el 60% desarrollarán una infección urinaria baja o una pielonefritis, con riesgo obstétrico. Y en cuanto a los pacientes diabéticos, tienen 2 a 3 veces más riesgo de padecerlas que la población general.
“Más del 50% de las mujeres padecerán algún episodio de infección urinaria a lo largo de su vida; En algunas mujeres las relaciones sexuales pueden desencadenar una infección, pero no es necesaria la actividad sexual para padecerla. También la menopausia es una etapa en la que las infecciones urinarias aparecen con mayor frecuencia, debido a que la disminución del estrógeno disminuye el grosor y funcionamiento del epitelio de la vejiga y de la uretra”, remarca Fulco. Y acota que los varones tienen dos picos de mayor incidencia: antes del año de vida, por las malformaciones del árbol urinario, y luego de los 50, esto relacionado a los problemas prostáticos: “Las mujeres en cambio sufren más cantidad de infecciones entre los 18 y los 39 años, asociado al período de mayor actividad sexual. En mujeres, la tasa de recurrencia dentro de los primeros 6 meses de resuelta la infección es del 27% y un 2,7% sufrirán una segunda recurrencia”.
En los hombres que tienen entre los 18 y los 65 años la tasa de infecciones urinarias es menor al 1%. Pero luego de los 65, la incidencia se equipara en ambos sexos, llegando al 30%. En su mayoría están asociados a problemas de la próstata. Así, entre el 10 y el 12% de los varones tendrán alguna infección urinaria a lo largo de su vida.
Tratamiento y… ¿Arándanos?
“El primer estudio que corresponde pedir ante la sospecha clínica de una infección urinaria es un análisis de orina o sedimento urinario, que en general se informa en el momento, y además un urocultivo, que suele demorar alrededor de 72 hs. La orina puede estar contaminada por defectos durante la toma de la muestra. Entonces el laboratorio realiza el recuento de ‘unidades formadoras de colonias’ o UFC: cuando el valor de este recuento es inferior a 106 UFC no hablamos de infección sino de ‘contaminación’, y eso no merece tratamiento, pero cuando supera ese valor el diagnóstico está hecho”, explica Fulco.
Otro paso importante del análisis es el antibiograma, para medir qué antibiótico es efectivo a la bacteria, porque los gérmenes desarrollan cada vez más resistencia a los antimicrobianos.
La bacteria responsable en el 75% de las infecciones urinarias es la Escherichia Coli, un tipo de germen habitualmente encontrado en el tracto gastrointestinal. A ella le siguen en orden de frecuencia las Klebsiellas (7,5%), los estafilococos (6%), otras enterobacterias (4,7%) o Proteous (4,7%).
Año a año se detectan más bacterias uropatógenas resistentes a los antibióticos de uso habitual: por ejemplo, del 10 al 30% de las E Coli son resistentes a las quinolonas (la ciprofloxacina es la más utilizada de ese grupo de antibióticos). Sin embargo, sostiene el informe, cuando una infección es tratada a tiempo y con el antibiótico adecuado, es raro que se produzcan complicaciones como el daño renal, el parto prematuro o la urosepsis, que es un cuadro más complejo porque las bacterias pasan a la sangre.
La especialista del Clínicas también subraya que es posible adoptar algunas medidas para prevenir una infección urinaria: “no garantizan que una persona no se enferme, por supuesto, pero podrían colaborar en la disminución de la aparición. Entre las principales podemos mencionar algunos hábitos como beber abundante agua, ya que eso arrastra gérmenes; limpiarse los genitales de adelante hacia atrás y orinar luego de las relaciones sexuales”. Y se refirió a los arándanos, que usualmente son nombrados como “remedio” para la infección urinaria: “podrían fortalecer la inmunidad del árbol urinario. Si bien esto no está acabadamente confirmado por los estudios, tampoco tiene efectos colaterales”.