La muerte, atrozmente real, es también símbolo de un Estado que llega tarde, que no previene y tampoco repara. La última víctima –otra nena wichi del desmontado noroeste de Salta– se desvaneció en brazos de la ministra de Salud de la provincia, quien, por una casualidad amarga, estaba en un hospital de la zona constatando el abandono denunciado por las comunidades.

Mayra Torres, de la comunidad Los Arenales, no llegó a cumplir los siete años. El jueves, los vómitos recurrentes y la fiebre nocturna convencieron a los padres de llevarla de apuro a la sala de primeros auxilios de la vecina comunidad San Luis, pero nadie la atendió. «Estamos acostumbrados a que no haya enfermeros ni médicos. Los fines de semana, ya sabemos que los médicos se van todos a Tartagal, que nos queda a 200 kilómetros. En todo el departamento Rivadavia, el más grande de la provincia, hay 133 caciques que representan a las distintas comunidades, pero sí o sí tenemos que recurrir al hospital base de Santa Victoria Este, que está a siete kilómetros», se queja Fortunato Constantino, presidente de la comunidad Los Arenales y vecino de Mayra.

El viernes, alrededor de las 10 de la mañana, la nena ingresó al hospital de Santa Victoria Este con vómitos y diarrea. La ministra de Salud de Salta, Josefina Medrano, quien estaba en el lugar con funcionarios llegados desde Buenos Aires y que además es médica pediatra, se acercó hasta la guardia para verificar el cuadro de Mayra, que a esa altura ya era grave e irreversible. La menor, según explicaron a Tiempo fuentes sanitarias de la provincia, estaba «en su peso normal», pero con un cuadro de deshidratación que agravó su estado.

«Aparentemente estaba con un cuadro febril y abdomen agudo. El viernes por la mañana, cuando la fueron a despertar, no se despertaba. Cuando lo lograron, la llevaron al hospital, pero tuvo un paro cardíaco», confió una funcionaria provincial. «La deshidratación vino a causa de la fiebre que tenía, además de la diarrea, pero acá el agua no es buena y puede haber sido el disparador de la diarrea, o de una gastroenteritis aguda. Puede haber sido un cuadro séptico y no hay que descartar que haya tenido otra infección», explicó.

La pequeña fue llevada al hospital por su familia y en el establecimiento sanitario no confiaron si estaba dentro de la población infantil que es monitoreada semanalmente sobre su situación nutricional. Sólo aclararon que «no entra dentro del grupo de niños desnutridos».

«Yo hablé con la ministra, que estaba ahí, y le pregunté de qué había muerto Mayra, y sólo me dijo que había hecho lo posible. También le dije que con una atención rápida se hubiera salvado, que tiene que haber en la zona médicos y enfermeros todos los días», dice Constantino. El referente de la comunidad Los Arenales insiste en que «no tenemos remedios básicos» y que, en el mejor de los casos, «cuando un chico llega con fiebre u otro síntoma a la salita, lo único que hacen es llenarlo de ibuprofeno».

«El único momento en que tenemos remedios es cuando viene la fundación del cantor Jorge Rojas (exintegrante del grupo Los Nocheros). La verdad es que es muy triste», agrega.

Los padres de Mayra, como la mayoría de los pobladores de la zona, «son de hablar poco y callar mucho». A pesar de eso, integrantes de varias comunidades del departamento Rivadavia llegaron, primero, a la capilla grande, y luego, al cementerio de San Luis, para despedir a la niña. «Es el séptimo chico que se muere –concluye Constantino– y eso es porque no contamos con agentes sanitarios. La ministra lagrimeó un poco, pero ¿de qué nos sirve eso a nosotros? A Mayra ya no la vamos a recuperar».

Son, en efecto, siete los niños muertos en el Chaco salteño en lo que va del año, la mayoría con cuadros de desnutrición y deshidratación, en una zona golpeada por una extensa sequía, falta de acceso al agua potable y condiciones de pobreza estructural que empeoran la fragilidad nutricional de los niños.

Fuentes de Santa Victoria confiaron a este medio que la llegada de agua y alimentos continúa siendo dificultosa, especialmente para las comunidades wichi del Chaco salteño de donde proviene la menor fallecida. «

LO QUE VIENE

La falta de agua potable es un grave problema para las comunidades wichis del Chaco salteño, pero se avecina otro: la crecida de los ríos Pilcomayo y Bermejo, anunciada para dentro de unos diez días, un fenómeno natural que el desmonte descontrolado ha agravado en los últimos años.