Como una bandera que flamea incansable en lo alto, el VIII Encuentro Federal de Derechos Humanos se encendió en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) el pasado 7 de diciembre. Con figuras icónicas como Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, la jornada se transformó en un grito colectivo por la memoria, la verdad y la justicia.

El momento más conmovedor llegó con la proyección del documental «Identidad Robada», que narra la historia de Daniel Santucho Navajas, el nieto 133 restituido por Abuelas de Plaza de Mayo. En la sala se hizo un silencio cargado de emoción mientras las imágenes contaban la odisea de Daniel, desde las dudas sobre su identidad hasta su reencuentro con la verdad en julio de 2023. Nacido en el Pozo de Banfield, uno de los centros clandestinos de detención de la dictadura cívico-militar, Daniel fue apropiado y privado de su identidad, como les ocurrió a cientos de niñas y niños durante el terrorismo de Estado. Su historia es la de una herida abierta que, con la verdad, empieza a cicatrizar.

“Este es el segundo año que puedo participar del Encuentro Federal de Derechos Humanos. El año pasado fue pocos meses después de haber recuperado mi identidad. Fui acompañado por mi padre. En esa primera experiencia, me acerqué con cierta timidez, participando de un taller, hasta que en un momento pedí la palabra”, relata Daniel Santucho Navajas. “Esto ocurrió un día antes de que mi nena contara en su colegio que había recuperado mi identidad ante todos sus compañeros y compañeras de grado, explicando quién era su papá y lo que le había pasado. Ese acto de amor me marcó mucho, y por eso fue la primera vez que lo conté en el Encuentro Federal. Me fui feliz y agradecido por la experiencia”, agregó.

Un año después, Daniel regresó con un rol destacado. “Este año fui convocado como panelista, siendo uno de los protagonistas del “aula de identidad”. Este camino que empecé a transitar hace más de un año me permitió contar mi testimonio, interpelar a otras personas, y recibir ese cariño es muy lindo”, destacó. La emoción fue aún mayor porque, por primera vez, se proyectó el documental que narra su historia. “Estuve acompañado por mi familia, con el entusiasmo de saber que era la primera vez que se proyectaba y con los nervios lógicos de saber qué generaba en el público”, confesó. Pero lo que más lo marcó fue el reconocimiento de Horacio Pietragalla. “Cuando me mencionó y destacó mi militancia y la importancia de mi testimonio en la construcción de la memoria colectiva, fue muy fuerte”, contó Daniel.

El Encuentro también contó con el testimonio de Judith Alexander, quien relató su proceso de recuperación de la identidad. Judith se presentó ante Abuelas de Plaza de Mayo y la CONADI, donde su muestra genética estuvo esperando una coincidencia. Aunque inicialmente los resultados no fueron positivos, nunca bajó los brazos. Finalmente, en 2021, logró recuperar su identidad y, por primera vez, contó su historia en este espacio. «Estos encuentros son como encontrar familia», aseguró Judith.

La jornada se organizó en trece comisiones de trabajo, cada una abordando temas esenciales para la agenda de derechos humanos: seguridad democrática, violencia institucional, universidad pública, trabajo, salud mental y juicios de lesa humanidad. Cada comisión fue un espacio de intercambio, donde las experiencias individuales se tejieron en una red colectiva que sostiene la lucha por los derechos humanos. Como los hilos de una bandera que se entrelazan en una trama resistente, cada comisión aportó una hebra más a la bandera de la memoria.

Estos espacios no solo visibilizaron las tensiones sociales y políticas que atraviesan al país, sino que también se convirtieron en trincheras de resistencia frente a los discursos de odio. Los participantes denunciaron la inacción del gobierno actual en relación con la memoria histórica y los intentos de relativizar los crímenes de la dictadura. Las palabras “Nunca más dictadura ni neoliberalismo” resonaron con fuerza en cada comisión, ondeando como una bandera firme en medio de la tormenta.

Desde la primera edición de estos encuentros, la Mesa del Ex Pozo de Banfield ha sido una referencia imprescindible. Este año no fue la excepción. Con la participación de referentes como Juana Campero, Alda Pedernera, Berta Horen, Nicolás Bonini, Julia Borrescio y Daniel Prassel, la memoria de quienes pasaron por ese centro clandestino cobró una voz propia. Sus relatos se entrelazaron con los de nuevas generaciones que se suman a la lucha. La memoria no es solo la de quienes estuvieron, sino también la de quienes la heredan y la sostienen. La Mesa del Ex Pozo de Banfield se ha convertido en un espacio que mantiene encendida la llama de la verdad, una llama que ilumina el camino hacia la justicia.

El Encuentro fue posible gracias al trabajo de la Red Federal por los Derechos Humanos, integrada por organismos de derechos humanos, universidades, municipios, sindicatos y organizaciones sociales y políticas. Cada sector aportó su mirada, pero todos compartieron el mismo horizonte: la defensa irrestricta de la memoria, la verdad y la justicia.

Con la caída de la tarde, la luz dorada del sol atravesó los pasillos de la UNDAV. Los rostros de los presentes reflejaban el cansancio de la jornada, pero también la certeza de que la lucha no se detiene. Las palabras de Estela de Carlotto resonaron en más de uno: “La memoria no es pasado, es presente y futuro”.

Como los hilos de una bandera que se entrelazan en una trama resistente, el VIII Encuentro Federal de Derechos Humanos dejó una huella que no se borrará. La memoria no es un lugar, es un acto de amor. El documental «Identidad Robada» recordó que la verdad puede tardar en llegar, pero cuando lo hace, no solo sana a una persona, sino que fortalece a toda la sociedad.