Antes de empezar el servicio militar, Mario Gustavo Rodríguez jugaba en las inferiores de Talleres de Remedios de Escalada. El fútbol era su gran pasión, su escape del mundo laboral en el que estaba inmerso desde la adolescencia. Quería convertirlo en su profesión, era el sueño de vivir de sus goles. De los gritos convertidos con la zurda, la pierna hábil. Pero Mario Gustavo Rodríguez murió en la guerra de Malvinas a los 19 años y el último jueves, 36 años después, dejó de ser un NN. Su cuerpo fue identificado en el marco del Plan Proyecto Humanitario iniciado en 2012 por el que ya se reconocieron 100 identidades de los soldados caídos en las islas.   

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Rodríguez nació en San Martín, pasó la infancia en Santiago del Estero y volvió a Buenos Aires después de terminar la primaria. “Desde chico, pateaba la pelota en cada recreo”, cuenta Adriana, su hermana, la que en junio decidió empezar la búsqueda del cuerpo. “Al principio no quise avanzar. Después me sentí mal y pensé que era egoísta al no hacerlo”, agrega. Se contactó con el Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas (CECIM) de La Plata y lo conectaron con el Equipo Argentino de Antropología Forense que el último jueves lo integró a la lista de los soldados caídos.

“Le encantaba jugar al fútbol. Siempre anduvo solo, se iba a los clubes y se entrenaba. No sé cuáles fueron los anteriores pero estuvo en varios”, relata Adriana que, además, dice que su hermano nunca debió llegar a las islas. Eligió ir como voluntario mientras hacía el servicio militar. Murió cuando faltaban tres días para que terminara la guerra. Los Sea Harrier –aviones de combate- bombardearon el cuartel de Moody Brook y Rodríguez fue una de las tres víctimas de la décima brigada con asiento en La Plata. Hasta el jueves era el único que quedaba sin reconocer después de que identificasen a Ignacio María Indino y Carlos Gustavo Mosto.

“El hecho de saber cuál fue el destino final del cuerpo es un proceso reparador para las familias. Es el reencuentro con el ser querido y al resolver el duelo reaparecen las memorias”, dice Ernesto Alonso, titular del Cecim de La Plata. “Tenía intriga. No sabía con qué me iba a encontrar y fue muy fuerte. Me pude sacar la imagen que tenía y ahora sé dónde está”, refuerza Adriana que recuerda las cartas en las que su hermano contaba que sonaban bombas y se escuchaban aviones. 

“El informe fue muy claro. Me lo dieron a conocer mujeres tremendas: hay que tener muchos ovarios y ser muy fuertes para dar esta información con sensibilidad”, agradece Adriana. A la vez, Alonso destaca que el proceso para identificar a los caídos comenzó en 2012 como parte de las banderas de Memoria, Verdad y Justicia empujadas por los propios familiares. “Ahora se utiliza esta cuestión para meter por la ventana el acuerdo Foradori-Duncan con el gobierno británico con el que se entrega la soberanía”, cuestiona.

En junio, a una plazoleta de Almirante Brown la nombraron Mario Gustavo Rodríguez. También lo declararon ciudadano ilustre y en noviembre llegaría otro reconocimiento en La Plata. “Detrás de cada caído hay una familia, un pueblo, amigos, parientes y todos pueden saber dónde está y resolver el duelo”, dice Alonso. La historia de Rodríguez, la que ahora vuelve, es la del fútbol, los goles y los zurdazos a la red.