La Escuela Indira Gandhi nació con una cruz: estar ubicada en una de las zonas de la Ciudad de Buenos Aires con el precio más alto de metro cuadrado. Logró sobrevivir embates de gobiernos aliados con el sector inmobiliario, pero parece que ésta vez el peligro de dejar de estar en ese lugar es tan concreto como inminente.
Para entender el futuro de la escuela hay que entrecruzarlo con dos palabras que ya forman parte de la cosmovisión de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta: Distrito Joven. Con la supuesta intención de promover un polo de entretenimiento y gastronomía para el público juvenil, el gobierno de Juntos por el Cambio plantea reconcesionar los espacios que dan al río en el tramo que va desde Punta Salguero hacia el norte, pasando Aeroparque. Fueron privatizados en los ’90 durante los gobiernos de Carlos Menem en Nación y Carlos Grosso en Capital. Con un asterisco: se debían mantener Puerto Pibes y la Escuela Indira Gandhi, ubicados en medio de todo el corredor.
Eso fue así hasta que en los últimos meses, conforme al avance del Distrito Joven (aprobado en la Legislatura y que esta semana transita las audiencias públicas no vinculantes), el gobierno porteño empezó a impulsar versiones de traslado del establecimiento, con reuniones de arquitectos del Ministerio de Educación y supervisoras distritales. El objetivo: llevarla al Barrio Carlos Mugica, de donde es gran parte de la matrícula actual de la Indira. La diferencia no será solo geográfica: el lugar será mucho más chico y perderá sus hectáreas de espacio verde. Esas mismas que apetece el sector inmobiliario que en CABA ya es casi un depredador de barrios a fuerza de torres de lujo.
El colegio funciona hace más de 50 años detrás de Tierra Santa, lindero a Parque Norte. A diferencia de casi todos los otros establecimientos educativos porteños, tiene un gran parque en el que aprovechan a hacer deportes, campamentos, huerta, plaza de juegos y actividades recreativas. “Cuenta con más de dos hectáreas de espacios verdes, huerta, atelier de artes plásticas, un comedor muy amplio. Son ocho horas diarias que pasan los chicos acá. Diez años de la infancia de un niño o niña dentro de la Indira Gandhi disfrutando de ese espacio”, describe a Tiempo la presidenta de la cooperadora, Paola Rocha.
“Estamos peleando por la Indira Gandhi, desde que fui alumna que están estas intenciones de sacarnos del predio. Buscaron vaciar la matrícula, en su momento nos sacaron del sistema de inscripción online, la comunidad es la que se moviliza para conseguir alumnos, mantener la matrícula con las vacantes ocupadas, porque el Ministerio no lo hace”, relata Rocha.
Comenta que el 80% de las chicas y los chicos “vienen del barrio 31”, en alusión al barrio Padre Mugica, donde ella misma vive: “acá en la villa vivimos hacinados, no tenemos espacios ni para las macetas entonces los chicos ahí en la escuela disfrutan de los espacios verdes, los que nos hicieron en la villa son color verde pero son de cemento. En la escuela hay naturaleza, es un oasis dentro de la ciudad, y un cable a tierra para los chicos de nuestro barrio que asisten a la Indira”. Y enumera otras acciones de lucha en estos años, por ejemplo cuando lograron que la Justicia convalidara que les pusieran micros escolares para trasladar a los chicos del barrio a la escuela. Esperaban llevar 50, fueron el triple.
Justamente el barrio de origen fue la “excusa” perfecta de la Ciudad para promover la mudanza. El objetivo del Gobierno porteño es construir el nuevo edificio, de cara al inicio del ciclo lectivo en 2023, en el predio conocido como La Containera donde se encontraba la toma “Fuerza de mujeres”, desalojada en octubre pasado, lindero al Centro de Formación Profesional 38. En mayo de 2020, el GCBA solicitó un certificado urbanístico para construir un colegio en ese sector. El edificio –señalaban– servirá “como reemplazo del de la escuela primaria Indira Ghandi, ubicada en la Costanera Norte”.
Al mes siguiente del desalojo de la toma de mujeres, en noviembre, la comunidad educativa realizó un abrazo al establecimiento educativo. “La escuela hoy tiene un atelier de plástica lleno de luz natural. Los chicos tienen un parque con espacio para hacer clases de educación física, los vimos jugando al tenis, por ejemplo, y en clases de música al aire libre. Nuestros chicos y chicas se merecen una escuela como ésta”, resaltó en ese momento la titular de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE-Ctera), Angélica Graciano. Sostuvo que la propuesta del gobierno porteño es mudarlos “a una escuela pequeña y hacinar a todos los estudiantes, para que el mercado avance para privatizar el espacio e instalar bares”.
En el abrazo también estuvieron las mujeres desalojadas de la toma, que seguían sin respuestas del gobierno; en su mayoría con niños a su cargo y organizadas para reclamar por el acceso a una vivienda digna.
“El año pasado empezó este rumor de traslado de la escuela, a raíz del desalojo de las mujeres que estaban tomando las tierras en un sector del barrio donde no es fácil llegar. Escuelas en la ciudad hacen falta, abrir una lo festejamos, pero que no nos cierren la que ya funciona, y no nos quiten la posibilidad de que como padres podamos elegir a qué escuela mandar a nuestros hijos, que están aprendiendo en un ambiente que no es el tradicional de la escuela de la ciudad, es una de las pocas con espacios verdes”, destaca Rocha. Y concluye: “La nueva escuela la quieren hacer en un lugar que es del tamaño de la huerta que tenemos en la Indira, dicen que va a tener mucha tecnología, pero no se compara con el contacto con la naturaleza que no se lo puedo dar ni en el hogar ni en el barrio donde vivimos”.