Cada minuto que pasa, 24 personas son obligadas a desplazarse en el mundo. Solo en 2015 hubo 12,4 millones de nuevos desplazados y, de ellos, el 51% fueron niños, registra en su último informe anual la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). A pesar de ello y de los discursos políticamente correctos, la situación de los migrantes y refugiados es cada vez peor. «Siempre fui muy positiva pensando que realmente importaba lo que hacíamos los investigadores y las ONG que trabajaban el tema, pero cada día que pasa siento que los argumentos basados en realidades tienen menos peso», se lamenta ante Tiempo Ninna Nyberg Sørensen, antropóloga y magister en Sociología Cultural por la Universidad de Copenhague.
Las causas, postula, están vinculadas a los tiempos políticos que corren y la forma en que se construye la información. Uno de los ejemplos, señala la también investigadora del Instituto Danés de Estudios Internacionales, es el encuadre de esta situación como crisis humanitaria. «Para mi esta es una crisis más política que humanitaria y que tiene formas de solucionarse políticamente, pero no hay voluntad. De hecho, se muestra como si la crisis en Siria, por ejemplo, generara muchos problemas en Europa pero la realidad es que el 84% de los refugiados que se generaron por el conflicto quedaron en los países de la región como Jordania o Libano», explica.
¿Cómo afectaron las políticas internas de la UE la situación de los refugiados?
La convención de Dublin dice que el primer país al que llega el refugiado es donde pide asilo. Eso se vive en el sur de Europa y, en especial Italia y Grecia que son países con memorias históricas de migraciones. La crisis política, entonces, viene de la falta de solidaridad en distribuir a los migrantes. Y ahí entran otros discursos, como el del gobierno danés, que dice que es mucho más caro para Dinamarca cuidar un refugiado en su país que hacerlo afuera. Y junto con eso, otro planteo que trata de definir a los refugiados como migrantes económicos ya que, en esos casos, no es su responsabilidad acogerlo.
¿Y qué ocurre cuando se apoya económicamente el asilo en otros países?
Eso genera dos problemas. Por un lado, el dinero transferido a los países receptores es sacado del presupuesto que iba dirigido apoyar a los «países en desarrollo». Entonces, en lugar de usar la plata para prevenir migraciones o crear desarrollo en esos países, se está gastando en países vecinos para que reciban a sus refugiados. Lo que trae el segundo problema, que es la cesión de poder de la UE. Por ejemplo hace un año se criticaba a Turquía por sus violaciones a los derechos humanos y hoy, a cambio de un acuerdo con ese país para acomodar refugiados, se hace silencio. Lo que demuestra que estamos dispuestos a vender soberanía para evitar refugiados en nuestros países. Algo que es muy peligroso.
El refugiado o migrante es construído como una figura que viene a quitar el trabajo, delinquir o hasta cometer actos de terrorismo…
Es normal y vamos a seguir con políticas populistas que usan argumentos así. Pero si vemos resultados de investigaciones sabemos que el migrante contribuye mucho a la sociedad en la que se integra, que comete menos delitos, etc. El problema es que el discurso político es más fuerte y no importa lo que sabemos.
El Papa Francisco declaró que el Mediterráneo no podía ser un cementerio. ¿Cómo analizás su influencia?
No soy católica, pero veo que la Iglesia es una fuerza política trasnacional con peso. Es difícil saber cuánto incidirá, pero si al menos logran poner en relieve las cifras es importante. En 2016 fueron alrededor de 5 mil los muertos en el Mediterráneo, lo que hace que se transforme en la frontera más mortal del mundo. Y ahí el tema es especular cuanto tiempo Europa puede vivir con eso.
Pareciera que el conflicto con los refugiados y migrantes es cíclico en Europa.
Hay muy corta memoria histórica. Pero si miramos para atrás, todos los países europeos del norte tenían programa de trabajadores invitados. Con la crisis del petróleo del 72 dijimos que no queríamos más migrantes. Luego siguió el discurso de que nos quitaban el trabajo. Pero mejoró la situación económica y eso cambió. En 2003 el discurso era cómo traer migrantes calificados para compensar la población que estaba envejeciendo. Ahora con la crisis se cayó eso y con los refugiados mucho peor. Entonces no hay nada nuevo en que Europa acomode a muchos refugiados: lo hicimos con los vietnamitas, con iraníes e iraquíes, incluso kurdos o los vecinos de la ex Yugoslavia.
¿Y qué pasó con la Europa progresista de otras épocas?
La UE ya no es un actor fuerte que haga políticas progresistas como antes. Ahora el peso de los Estados nación que forman parte de la UE perdió peso. Seguro que hay autoridades ahí que siguen entendiendo que la UE tiene que actuar de forma distinta, pero tras el Brexit, hay un temor de que otros países elijan salir si se siguen políticas progresistas. Es una situación nueva y hay que ver qué pasa. «