Un año y cuatro meses antes, Diego Armando Maradona sufría la primera frustración grande de su carrera: quedaba fuera del Mundial 78. Pero ese viernes 7 de setiembre de 1979, en Japón, se coronaba campeón mundial Sub 20, un equipo de fútbol fabuloso, liderado por la implacable sociedad que formaba su capitán y emblema junto a Ramón Ángel Díaz, bajo la batuta de César Luis Menotti. Consumaba el triunfo final ante el equipo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Hubo quien se empeñó en remarcar el “nuevo triunfo sobre el comunismo”.
Un año y tres meses antes, durante el Mundial, la dictadura había aceptado a regañadientes la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El replay. Aun cuando los partidos del Juvenil se jugaban a las 7, hora rioplatense, se reproducían en escala los festejos callejeros del ’78, islas de cierta libertad en medio del horror. La mañana de ese viernes 7, José María Muñoz por Radio Rivadavia y Julio Lagos por Mitre encabezaron el operativo. José Gómez Fuentes y Fernando Bravo lo secundaron desde ATC. Ya habían lanzado el slogan “Gane o pierda, Argentina ya ganó”. El Gordo se hizo cargo de la transmisión apenas acabó el partido. Visiblemente ansioso, instaba de continuo a Tito Junco y Juan Carlos Morales, en Tokio, a “cumplir con el objetivo”, que luego se develaría: conectar a Menotti, a Maradona y al presidente de la delegación, Julio Cassanello, con los generales Jorge Rafael Videla, Leopoldo Galtieri (quien se presentó como un viejo amigo del técnico), Ramón Camps y Llamil Reston, quienes disfrutaron del partido en los estudios de ATC. Horacio García Blanco era continuamente pisado por Muñoz. “Les impongo que deben buscar la nota de cualquier modo. La cadena está esperando”, alterado, ordenó el «Relator de América», ante la demora. De pronto apareció la voz de Carlos Alberto Lacoste jactándose de haber acompañado un nuevo triunfo. A pesar de su sobreexitación, Muñoz no olvidaba reclamar que la audiencia “se vuelque a las calles para festejar igualito que en junio del ’78”.
Hasta que se escuchó la gola de trueno del DT campeón. El presidente de facto lo meloneó: “Usted fue el artífice con disciplina, con orden, pero sobre todo con espíritu, con garra de empresa para ganar (…) con tiempo, con esfuerzo, con dedicación logró este éxito para Argentina”. El Flaco deseó que Videla tuviera “en nombre del fútbol argentino, mucho éxito en su gestión”. El militar entusiasmado, no largaba el micrófono. Cassanello opinó: «El triunfo representa la forma de ser libre, pensar, de vivir de toda la juventud argentina, de hoy y de siempre».
Llegó el turno de Maradona. Videla ladró: “Quiero hacerle llegar, en mi nombre, en nombre del pueblo argentino y, digo bien, el pueblo argentino, porque está ya ese pueblo con afecto volcado a las calles gritando Argentina, Argentina… hacerle llegar mi más cordial saludo”. Diego, desde sus cándidos 18 años, respondió: “El triunfo es para usted y para todos los argentinos”. Aclaró, por si hiciera falta: “Nos portamos bien dentro y fuera de la cancha”. El milico cerró, marcial y enigmáticamente: “Que este 3 a 1 sea para la Argentina siempre 3 a 1”.
Cerca del mediodía, el hiperquinético José María llamó a responsables de otras emisoras para que se sumaran a la convocatoria y luego salió a la vereda. Les reclamó a los estudiantes, insólito en él, a que se hicieran “la rata”. Incansable, arengó a las masas, hasta que no disimuló más: “Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar”. Nada que ocultar. Desde temprano, como durante todos esos días, largas filas de familiares de desaparecidos aguardaban en Av. de Mayo 760, para hacer sus denuncias. Los seis visitantes de la CIDH atendieron 5580. Horas más tarde se entrevistarían con la Junta Militar, en el Congreso.
Por ATC, Gómez Fuentes no convocaba al príncipe de la corona británica a pelear en Malvinas como lo hizo en 1982. Desde estudios, con Fernando Bravo desde la vereda, sí instaba a “exteriorizar la alegría por las calles”. Llegó el momento de Mirtha Legrand. Debía comenzar su Almuerzo… La imagen es inolvidable: la atildada señora arribó al estudio en un camión adornado por una escarapela gigante, junto a doña Tota, la mamá de Diego. Conexiones, llantos, emoción. Todo se tornó definitivamente bizarro cuando la adolescente Andrea del Boca y los chiquilines de su tira Andrea Celeste, ingresaron al estudio y arrancaron con vueltas olímpicas alrededor de la mesa servida. La anfitriona ya no disimulaba su fastidio por la «pueblada», aunque seguía haciendo sonar una campanita con su mano derecha.
“Algún día, cuando otras generaciones pregunten cómo fue todo esto que vivimos hoy, podrá desglosarse el viernes 7 de septiembre de 1979 como una síntesis”, resumió con precisión Clarín al otro día, en un artículo que escapó al filtro ideológico que imperaba. Describió la dicotomía entre el festejo futbolero y la visita de la CIDH. Aportó un dato: «El implacable ascenso del índice inflacionario”. La agencia Burson-Marsteller seguía con su trabajo, por caso, con el slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”, en calcomanías que inundaron el país. Ya cerca de Malvinas aparecieron otras: “Usted tiene derecho a vivir en libertad”.
Esa tarde del 7, como corolario de la convocatoria, Videla levantó sus pulgares como garras, desde el mítico balcón de la Rosada, eufórico, saludando a un nutrido grupo que lo aclamaba desde esa plaza que empezaba a ser de las Madres. Las dos veces que el dictador salió al balcón fueron suscitadas por festejos futboleros. A su regreso, el lunes 10, el Juvenil fue recibidos por el militar. Los pibes, sorprendidos, llegaron en helicóptero. No salieron al balcón. Maradona recién en el ’86 se asomaría en él.
Cuarenta años después, Diego sigue despertando pasiones insólitas, extraordinarias, ya espontáneas. Aquella vez, a pesar suyo, fue lanzado a la boca del lobo. Hoy decidió su enésimo regreso y dispara una felicidad que desborda en mucho a la hinchada del Lobo. Muy lejos de aquella convocatoria del ’79. «