A veces simplemente no se explica por qué una noticia se mantiene varios días en los medios, se despliega como historia y queda grabada para siempre en la memoria de un pueblo o simplemente desaparece tapada por otra más fresca. Sin embargo, hay algunas fórmulas que tienen que ver más con el show que con el periodismo. De pronto un crimen es seguido por todo un país, aparecen personajes que conocieron a la víctima y entonces se elucubran teorías al aire (al aire mediático y al aire: sin sustento). Los medios son crueles y son morbosos y aman a los villanos porque se identifican con ellos y entonces victimizan a las víctimas.
Hace seis años los medios eligieron uno de los tantos femicidios que ocurren en nuestro país – casi uno por día, las estadísticas varían en horas – para llenar las pantallas y las páginas y los boletines informativos. La historia era tremenda por donde se la viera, sí. ¿Pero acaso no todos femicidios lo son? Conocimos la historia de Chiara Páez y de su asesino, Manuel Mansilla, pero la angustia no pudo ganarnos. “Ni una menos” fue un grito unísono en el que convergimos de todos lados: “basta”. Un grito urgente que parecía suspender todos los demás gritos. Pero no: «Ni una menos nació ante el hartazgo por la violencia machista, que tiene su punto más cruel en el femicidio». Clarito desde su primer manifiesto: el colectivo Ni Una Menos entiende que matarnos es el último eslabón en la cadena machista.
Y sí: por más que a muchas personas no quieran asumirlo, la violencia machista empieza con un “chiste”, con un “piropo”, con asumir tareas destinadas a las mujeres en los ámbitos laborales y en nuestras casas, con la idea de la pareja heterosexual que procrea, con un discurso donde reina el masculino. Defender las construcciones culturales – que nos llevaron a una inequidad tal que no podemos ver hoy cuándo fue que empezó – es violencia. Los medios apuntalan desde los estereotipos que producen y reproducen.
Quienes trabajamos en los medios no tenemos los medios de producción, pero sí tenemos la producción de los medios. Más allá de la línea que imponga la empresa a través de sus editorialistas, les trabajadores tenemos la responsabilidad transformar la comunicación. Para eso necesitamos formarnos de manera constante y no admitir prácticas que sean ofensivas, que invisibilicen o que fortalezcan esterotipos. Ya no es gracioso un chiste machista en un medio y eso tiene que ver con la organización.
El Ni Una Menos es fuerte, interpela y salta fronteras porque es un colectivo organizado. Siempre ha habido – incluso en los medios – personas muy importantes que intentaron mostrar lo dañino de las prácticas machistas. Incluso los medios fueron cobijo para muches artistas que por su identidad de género sufrían agresiones en otros ámbitos. ¿Por qué eso no se traspasó las pantallas? Porque lo individual puede ser inspirador, pero lo colectivo es superador.
El Sindicato de Prensa de Buenos Aires es, de alguna manera, fruto también del Ni Una Menos. Surgido en el mismo año, en las mismas calles, asumió desde el primer momento la perspectiva de género. Esa misma perspectiva de género que hoy tiene que atravesar los medios de comunicación hegemónicos, públicos, autogestivos. Y sólo a través de la organización podremos tener las herramientas y el sostén para generar verdaderos debates que transformen el discurso mediático que tanto injiere incluso en el Estado (en las políticas públicas, en las leyes y hasta en los procesos judiciales).
Con esta idea el SiPreBA lanza hoy un glosario de género que será presentado el viernes. “Nuestros medios en los medios” son los que construimos todos los días para que la escalada de violencia machista se corte en el primer paso, como sabe el colectivo Ni Una Menos.