por Ricardo Ríos (Télam)
La historia da prueba de la existencia de tríos gobernantes que supieron codearse con el éxito y conseguir los favores del público. Pero en toda época, lugar o circunstancia tuvieron que lidiar con los detractores de cualquier esquema triangular puesto a dirigir una empresa o un asunto político.
Benjamín Franklin, por ejemplo, decía que tres personas asociadas «pueden guardar un secreto, sólo si dos de ellas están muertas».
Ni el planteo inquietante y extremo del inventor del pararrayos, ni la notoriedad de aquellos cuerpos colegiados que gobernaban la antigua Roma, en la época de la república, parecen tener parentesco con la experiencia que viene trazando el triunvirato que gobierna la CGT desde el 22 de agosto del año pasado.
Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña, de ellos se trata, han concluido una nota exclusiva con Télam (la segunda que conceden los tres juntos), aparecen relajados, y se toman de buen talante una consulta referida al grado de dificultad que supone la toma de decisiones por triplicado: «Este Gobierno se manda tantas macanas que eso nos facilita ponernos de acuerdo…», dijo en plan bromista Acuña, quien llegaría hacia el final de la nota, justo a tiempo para el retrato del terceto.
«Acá varios se han llevado una sorpresa con nosotros, ¿eh?», acota en serio Schmid, en alusión a quienes vaticinaban desde ámbitos reservados una guerra de egos entre los tres que -inevitablemente- culminaría en un fiasco. Daer asiente con movimientos de cabeza sobre el fallido pálpito de los agoreros, como si se tratara de una prueba superada.
Fue una hora clavada de reloj en la que Daer y Schmid se avinieron a contestar una batería de preguntas, con eje en la administración Macri, la situación social, la política económica en vigencia, la cuestión salarial y fundamentalmente sobre aspectos de la marcha del 7 de marzo a favor de la industria nacional.
El salón Saúl Ubaldini de la sede de la calle Azopardo es un bálsamo para los 40 de térmica que han convertido a Buenos Aires literalmente en un horno. Hay agua helada en las copas, y hablar es un ejercicio posible. Pero la charla igual es caliente.
Entre otros puntos, se apuran en aclarar que la marcha del 7 de marzo «no está pensada para el aprovechamiento político» de ninguna fuerza, en clara referencia al kirchnerismo, pese a que señalan que la convocatoria «no contempla derecho de admisión».
Esto último quedó más que claro en la movilización en defensa del empleo al Monumento al Trabajo, en abril de 2016, en la que aparecieron subiéndose alegremente a ese colectivo personajes como Luis D’Elía, Amado Boudou, Fernando Esteche o Aníbal Fernández, y espacios políticos como el PTS, que dicho sea de paso ven en la CGT una clara expresión de la «burocracia sindical».
Las críticas al Gobierno son mordaces por donde se las vea. Y marcan el tono de la entrevista.
En cualquier caso, será Schmid quien cree necesario aclarar que se respetará el mandato constitucional del presidente Mauricio Macri, hasta diciembre de 2019.
Intuyen que la movilización será multitudinaria y que una huelga general será inevitable. También anticipan el final de la película: «Al otro día de la marcha o de un paro, nos vamos a sentar a conversar con el Gobierno, es nuestra obligación».