A las 7:30 del domingo 19 de junio de 2022 el teléfono sonó en la habitación del quinto piso del Hotel Alejandro, en Paso de los Libres, Corrientes. “Era el Día del Padre así que pensé que era mi flaquito para saludarme –recuerda ahora Ezequiel Chirino–. El que me habló era el oficial De la Torre, a cargo de la unidad. Me dijo con una frialdad increíble: ‘Venite al hospital que tu hijo está muerto’”.
Ezequiel lo negó y abrazó la posibilidad del chiste de pésimo gusto. Si la tarde anterior habían recorrido la ciudad juntos buscando una academia de inglés y un gimnasio. Hasta habían entrado en un local de electrodomésticos para comprar una plancha, no fuera a ser cosa de presentarse el primer día con el uniforme arrugado. Y antes, el viaje en auto desde la casa familiar en Santa Catalina Holmberg, en Córdoba, con escala en Río Cuarto para comprar una computadora y algo de ropa, sobre todo medias para mantenerse caliente en las guardias.
Cuando Ezequiel entendió que su vida se había estropeado para siempre, gritó. Tan fuerte que atravesó paredes y pasillos. Algún empleado reaccionó y llamó un remís. “En el hospital, el único que estaba era el oficial De la Torre, nadie más. Me llevaron hasta la morgue y mi flaquito estaba tapado con una sábana blanca, todo muerto. Yo le había dejado mi auto, así que pensé que había chocado. Hasta el juicio nadie me supo explicar que pasó”.
Estupidez humana
En su alegato frente al Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Corrientes que juzga a nueve militares del Grupo de Artillería de Monte 3 de Paso de los Libres por el homicidio del subteniente Matías Ezequiel Chirino, de 22 años, en el marco de un «ritual de iniciación», el fiscal General Carlos Schaefer describió “que todos actuaron en bloque y todos eran conscientes del obrar abusivo. Todos jugaron a la ruleta rusa con la vida de los tres soldados”.
Remarcó, además, que los hechos que se están juzgando ocurrieron “en su lugar de trabajo, es decir, en un predio del Estado nacional” y que los imputados “eran funcionarios públicos, eso genera una responsabilidad distinta respecto de las personas que no lo son. Implica que hay una mayor responsabilidad”.
El sábado 18 de junio de 2022, en el quincho del Casino de Oficiales, se realizó una “bienvenida, bautismo y/o ritual de iniciación”. Chirino, junto a otros dos subtenientes, fue obligado a consumir alcohol en exceso con el estómago vacío, realizar ejercicios extenuantes y sumergirse en una pileta a pesar de las bajas temperaturas. Cuando los tres ingresantes perdieron el conocimiento, fueron abandonados en una de las habitaciones.
Chirino terminó en un colchón sobre el piso, mojado y sin una frazada. Recién a la mañana uno de los imputados, al ver que no reaccionaba, llamó a la enfermera que constató la muerte. La autopsia confirmó que sufrió una broncoaspiración. Más claro: se ahogó con su propio vómito.
“La defensa dijo que el bautismo es algo que siempre se hace, que es una costumbre del ejército. No desconocemos que es así; Chirino lo sabía y por eso tenía miedo. El problema fue cómo se llevó a cabo. Yo trazo un paralelismo con las despedidas de soltero. Hay ejemplos de hombres que terminaron muertos o castrados. A mí no me gusta eso de estar jugando con personas, pero eran las reglas. Chirino le dijo al padre el día anterior: ‘Estoy cagado de miedo’. Sabía que se iba a enfrentar a algo, pero no sabía cuan terrible iba a ser”, le dice a Tiempo el fiscal Schaefer.
Apenas dos semanas después, en el destacamento militar de Apóstoles, Misiones, un ritual de «bienvenida» dejó a Michael Verón, de 26 años, parapléjico. Verón celebraba su egreso y la inminente incorporación al Regimiento de Monte 30 hasta que los superiores tuvieron el insensato arrebato de arrojarlo a una pileta sin agua. El joven sufrió el desplazamiento de la cuarta y quinta vértebra de la columna y estuvo internado varios días sin conocimiento. Al despertar, los médicos le confirmaron que ya no volvería a caminar más.
En mayo de este año, los rangos altos del Tercer Cuerpo del Ejército, en Córdoba, celebraron la finalización de la formación de 35 jóvenes del Regimiento 14 de Paracaidistas arrojándoles cal viva y sidra en sus bocas. El “bautismo” terminó con 20 de los ingresantes internados con quemaduras en el esófago, estómago, pulmones y ojos. Desde el Ejército Argentino emitieron un comunicado aceptando que se trató de «un error»: en lugar de cal viva, explicaron, los superiores deberían haberlos rociado con harina.
“La defensa de los militares imputados –insiste el fiscal Schaefer– plantea que la estupidez humana no se juzga. Nosotros decimos que los homicidios de esta naturaleza comienzan, es cierto, con un acto estúpido, con algo que pretende ser un juego, pero terminan matando a una persona y eso no puede ocurrir más”.
“Sádicas personas”
Los soldados –los sobrevivientes– Jorge Manuel Chaile y Rufino Ezequiel Meza contaron la velada de abusos, maltratos y torturas que sufrieron junto a Chirino en aquel quincho del Casino de Oficiales y provocaron las acusaciones contra los capitanes Rubén Darío Ruiz, Claudio Andrés Luna y Hugo Reclus Martínez Tárraga; el teniente Exequiel Emanuel Aguilar; el teniente primero Darío Emanuel Martínez y los subtenientes Luis Facundo Acosta y Gerardo Sebastián Bautista. Los siete fueron imputados como coautores de los delitos de homicidio simple y abuso de autoridad. En tanto, Claudia Daniela Cayata y Franco Damián Grupico deberán responder como partícipes secundarios.
Ezequiel, el padre de Matías, ese chico que quería ser odontólogo hasta que la visita de dos subtenientes al colegio luterano donde estudiaba le torció el destino, el mismo que años más tarde, al recibirse en el Colegio Militar, eligió Paso de los Libres como destino para cobrar un poco más, cuenta que a su hijo, en su última noche, le hicieron comer fideos con las manos como si fuera un perro y que lo obligaban al fondo blanco de vino con sal. También dice: “Hace dos años y cuatro meses que no podemos vivir en paz porque estas sádicas personas me lo mataron”.
A nadie se le ocurriría negarlo. «
Una resolución que prohibió los «ritos y ceremonias de iniciación»
La muerte del subteniente Matías Chirino, de 22 años, luego de un rito de «bienvenida» en la guarnición militar de Paso de los Libres derivó en que el entonces ministro de Defensa, Jorge Taiana, prohibiera la autorización y realización de festejos y ceremonias de iniciación, así como el consumo de alcohol, en el ámbito de las Fuerzas Armadas.
Entre los considerandos de la resolución, se específica que los llamados “ritos y ceremonias de iniciación, con el pretendido objetivo de celebrar el inicio o la culminación de determinadas actividades, no corresponden a actos del servicio vinculados a la profesión militar y son contrarios al mantenimiento de la disciplina, que resulta vertebral a la propia organización de las Fuerzas Armadas, y afectan el verdadero sentido de la jerarquía militar”. Sin embargo, casos como el bautismo a jóvenes paracaidistas en el Tercer Cuerpo del Ejército de Córdoba, a quienes les arrojaron cal viva este año, demuestra que estas prácticas siguen arraigadas en las Fuerzas Armadas.
El propio Taiana encabezó un homenaje que consistió en denominar «Subteniente Chirino» a la promoción 152 del Colegio Militar de la Nación, en un acto al que asistieron los padres y la hermana del oficial muerto.
«Honramos hoy al subteniente Chirino en el centro educativo más importante para la formación de los oficiales del Ejército Argentino, ante la presencia de su familia a quien le expreso mi más absoluto pesar; nada nos apena más que ver a una familia golpeada por la tragedia de un joven con enorme vocación militar y amor a la patria», sostuvo el funcionario.