–Quizás lo que volvió más evidente el vaciamiento en ciencia, respecto del ajuste que se operó en otras áreas, es el notable crecimiento del sector que se había dado durante el ciclo anterior. En ese sentido, la variable que salta a la vista es la del sostenido aumento de ingresos a la Carrera de Investigador del Conicet, que llega a su máximo histórico en 2014-2015 y se derrumba durante la gestión Cambiemos, sobre todo si se compara los 450 ingresantes actuales con los más de 1500 que proyectaba para este año el Plan Argentina Innovadora 2020. El recorte fue brutal desde el principio, y si bien en 2016, después de las fuertes movilizaciones y protestas de los jóvenes becarios cuyo ingreso ya había sido aprobado y quedaban afuera, el gobierno adujo que era necesario redistribuir esos recursos para nombrar investigadores en las universidades, lo cierto es que esa propuesta se acabó ahí, y desde entonces el recorte se profundizó.
–¿Asistimos a una nueva «fuga de cerebros»?
–Después de la repatriación de científicos durante la gestión anterior, es evidente que muchos jóvenes investigadores se ven obligados a buscar otros horizontes, eso sin hablar de la precarización salarial del sector, particularmente entre los becarios, con estipendios por debajo de la línea de pobreza. No hay números concretos, y no todos se postulan al Conicet, pero está claro que, en un sistema que en una década pasó de generar 500 doctores a 2500 por año, son cada vez más los rechazados. En la última convocatoria entró apenas el 17% de los postulantes.
–¿La investigación científica está virtualmente paralizada?
–Todos los organismos de ciencia y tecnología, Conicet, INTI, CONAE, sufrieron fuertes ajustes presupuestarios, y sí, los proyectos de investigación quedaron al borde de la parálisis. Durante el kirchnerismo se criticaba que los gastos de funcionamiento del Conicet, es decir, la parte que no es salarios ni becas, era el 10% del total. Ese porcentaje se redujo al 5% en 2018 y hoy debemos andar en el 3 por ciento. Y además, el poder adquisitivo de los subsidios para comprar insumos para investigar, gestionados en muchos casos uno o dos años atrás, se vio pulverizado por las devaluaciones. Es normal que la burocracia entre la evaluación y el otorgamiento genere demoras, pero ahora también se demoran los pagos. Todo junto es un caos.
–Hubo una importante reacción de la comunidad científica denunciando esta situación. ¿El desguace del sector hizo surgir un nuevo sujeto político?
–Ya desde el balotaje de 2015 habían surgido colectivos de científicos alertando sobre lo que podía ocurrir si ganaba Macri. Después, el reclamo de los becarios le dio mayor visibilidad social a las protestas contra el desfinanciamiento de la ciencia. Lo que se generó este año es un consenso generalizado de que así no se puede investigar y que está en riesgo el futuro. Aun colegas que dicen que votan a Macri sostienen que la política hacia el sector ha sido desastrosa. La reunión plenaria de directores y directoras de institutos del Conicet, en Córdoba, y la masiva adhesión al Manifiesto que se dio a conocer en defensa de la ciencia argentina, fueron inéditas. En la misma línea se inscriben los dos Cabildos Abiertos posteriores y la elección de Alberto Kornblihtt y Mario Pecheny como integrantes del directorio del Conicet, con una plataforma que denuncia el vaciamiento. Por supuesto, debe haber colegas que, si les recomponen el salario y les dan más fondos para comprar insumos, se darán por satisfechos. Pero para la mayoría se trata de algo más profundo: de recuperar el desarrollo científico y tecnológico como parte central de un modelo productivo para el país.
–¿Qué debería hacer con la política científica el gobierno que asuma en diciembre?
–Lo central, en el contexto económico en el que seguramente recibirá el gobierno, es vehiculizar la inversión en investigación científica y tecnológica hacia proyectos productivos específicos, que permitan generar divisas. Por supuesto, hay que volver a asegurar el financiamiento presupuestario del Conicet, las universidades nacionales y el resto de los organismos, pero no va a alcanzar con eso. Hay que apostar a la revitalización de empresas públicas estratégicas u otros emprendimientos nuevos que apunten a la investigación y la innovación en desarrollos productivos que generen a su alrededor un entramado de pymes tecnológicas, como pasó, por ejemplo, con INVAP en Bariloche. «