Nicolás Pelayes, de 18 años, murió esposado a una camilla del hospital provincial Mariano y Luciano Vega de Moreno, el lunes 21 cerca de las 14. Estaba bajo custodia de la Bonaerense, luego de haber recibido tres disparos en las partes inferiores de su cuerpo en medio de una persecución en la que también un agente resultó baleado en la cabeza y aún pelea por su vida. Médicos, familiares y algunos testigos sostienen que el chico fue torturado en el centro de salud como represalia.
Tal como reveló Tiempo la semana pasada, los investigadores buscan establecer en qué circunstancias murió el joven que había sido detenido el domingo, cerca de las 21, en el barrio San José de Moreno. Según la versión policial, un móvil del Comando de Patrullas que circulaba por Colombia y Camilli intentó identificar a cuatro jóvenes que se trasladaban en dos motos. Los dos sospechosos que iban en una de las motos lograron escapar, en tanto que el vehículo en el que se trasladaba Pelayes junto a otro muchacho, perdió el control a la altura de Italia y Camilli.
Los dos jóvenes intentaron seguir la huida a pie pero no tuvieron suerte. Unos metros más adelante, Miguel Ibáñez fue detenido, mientras que Pelayes, logró entrar por la parte trasera a una casa en Panamá y Francia. La secuencia fue advertida por dos policías de civil de la zona que se sumaron a la persecución y uno de ellos, el agente del Grupo de Apoyo Distrital Ángel Emmanuel Escalada, recibió un balazo en la cabeza y hoy se encuentra estable en la clínica Fitz Roy de Capital Federal.
Dos versiones, dos causas
El caso hoy está en mano de dos fiscales diferentes: Federico Soñora, quien investiga el intento de homicidio de Escalada; y Gabriela Urrutia, que busca esclarecer la muerte del muchacho. En el expediente a cargo de Soñora, de la UFI 4 de Moreno, la clave está en la versión policial: se estableció que la moto en la que iba Pelayes era robada y de la escena de la detención se secuestró una pistola calibre 9 milímetros con la que habrían agredido al efectivo.
Silvina Yésica Pelayes, la madre del muchacho muerto, cree otra cosa. “A mi hijo lo pararon. Él se asustó y corrió. No estaba armado. En mi casa no hay armas”, explica a Tiempo y recuerda que ese domingo “Nicolás había vuelto de la pileta a eso de las 16 y se fue adormir la siesta. Pidió que nadie lo despertara, pero como a las 18 lo pasaron a buscar sus amigos y salió”. Además, sospecha que Escalada fue baleado por la impericia de una joven policía.
La madre de Pelayes se siente desbordada. Está sola, sin trabajo y teme por los cinco hijos que le quedan. “Yo me enteré cerca de las 22, cuando los pibes que lo dejaron tirado me vienen a avisar que Nico estaba en el hospital”, sostiene. “Cuando llego ahí, se me acercaron enfermeros y testigos que me dijeron que mi hijo había sido torturado. Nunca me dejaron estar con él ni acercarme. Los policías entraban y salían. Me habían asegurado que ya estaba bien y que le estaban por dar el alta. Yo pensé que se iba preso, no muerto”, agrega.
Esa hipótesis coincide con la confesión que hiciera un médico del hospital a este diario. “No sé lo que pasó, pero lo que puedo asegurar es que el muchacho ya estaba dado de alta de clínica y cirugía, y apareció muerto”, precisó la fuente y continuó: “Ya estaba todo dispuesto para que Pelayes fuera a declarar a la fiscalía o para ser trasladado a una unidad penitenciaria. No puedo confirmar que lo hayan asesinado pero todo es muy sugestivo”.
El dato más escandaloso e indignante de esta historia fue la rápida viralización de un video en las redes sociales, sobre todo en grupos policiales y parapoliciales que apoyan el gatillo fácil, en el que se observa a Pelayes sobre una camilla, de costado, mientras un médico le practica una especie de enema rodeado de otros especialistas. El video fue subido editado de manera burlesca y los usuarios comentaron hasta el hartazgo ufanándose de los gritos de dolor del joven.
Tiempo pudo saber que la titular de la UFI 8, Gabriela Urrutia, comenzó a intervenir en el caso a partir de la muerte del joven y en un principio direccionó el episodio como un posible homicidio a raíz de comentarios de diferentes médicos de alto rango que dieron a entender que Pelayes había muerto por los golpes que recibió internado.
“Sin embargo, esta hipótesis perdería fuerza dado que las lesiones en el cuerpo y en el rostro que tenía la víctima coincidirían con la caída de la moto y la posterior persecución. Los golpes están documentados como previos al ingreso. Además, se están tomando testimonios de diferentes trabajadores del hospital y sería imposible que el chico haya sido torturado y que nadie lo haya advertido”, puntualizó una calificada fuente judicial.
Respecto al video que circuló, el investigador consultado indicó que se tratará de individualizar al autor que violó la intimidad del paciente. En ese punto, el vocero reconoció también que la víctima estaba lúcida y no parecía correr grandes riesgos su vida durante la práctica médica. Por eso, la fiscal Urrutia espera los resultados finales de la autopsia que estarían para la semana que viene.
El análisis del cadáver estableció que Pelayes recibió tres balazos: uno que ingresó por el glúteo izquierdo, atravesó el muslo izquierdo y entró y salió por muslo derecho; otro en la pierna derecha, superficial, con orificio de entrada y salida; y el tercer impacto en la pierna izquierda. Se supone que la bala que recorrió el glúteo afectó la vena femoral profunda que terminó por provocar la muerte.
Los investigadores manejan dos posibilidades y por eso creen que el muchacho estuvo completamente lúcido durante todo el proceso: “Entendemos que pudo haberse desangrado por la pérdida constante de sangre; o bien, que la herida coaguló y esos coágulos van recorriendo todo el cuerpo hasta llegar a los pulmones y generan un tromboembolismo pulmonar”, explicaron. Se supone que los estudios microscópicos y nano patológicos aportarían datos concluyentes.