AZUL
Si cantar casi al hombre
es evitar, con ello, las cosas como son,
decid que es la serenata de un
hombre que toca una guitarra azul.
Wallace Stevens
(El hombre con la guitarra azul)
amor tatuado
en letra dolorida juramentos
que se intervalan
en vas venís
amor de acá amor de allá
pero volvés
y está la herida
azul.
recostada en la tarde vacía
ya nunca, a mi puerta.
acecha la tormenta
azul
en árboles furiosos
fantasmas
de siempre
mujer de jamases
manejás
la copa desordenada
agitás el tronco
soy
solo
la rama quebrada
la hoja que vuela
el impreciso zigzagueo
del viento.
olas besan mis pies
bajamar
de frente
pensándote
con gusto a sal.
te besaré en la playa debajo de la luna
bajo la luna-playa,
te besaré mi luna llena.
tu sonrisa se enmarca a solas por la ventana
hacia el parque
los pies cuelgan de la mesa
y las manos se extienden
desde el parque hasta la espalda de tu sillón verde
mi sonrisa, a solas, si pudiera,
entrar como un ladrón
por el patio de atrás.
amé el peligro
tu mirada de hombre ya jugado
mi rebeldía indefinible,
el roce de tu mano
escribo sin signos de interrogaciones
sin respuesta
desvelada de tus ojos fijos en el techo
de la celda
toqué los barrotes de mi cama
y palpité el deseo de hacer mía
tu causa.
te beso todavía en un portal de París, madera
hierro
un patio empedrado de carruajes y fantasmas
apenas una luz
las manos en mi pecho la denuncia
me estás marcando
protestabas la mirada azul, el desafío de quedarme
todavía,
portal adentro y para siempre
en tus labios.
delgada, ojos verdes
el pelo atado en una colita graciosa
una mujer como vos
(pero no veo a nadie)
¿habrá?
una ciudad como vos.
quisiera un sin tiempos
de lo que fue
y nunca será
abrazarte sin reparos
y, después, pasa,
quizás te vea en sueños.
besos, donde no caben otros
si eso fuese posible
pues
no caben otros que no sean los tuyos
besos de umbral lejano
cuelgan de tus labios
cornisa
de adioses
y reencuentros.
(temí tu abandono, pronóstico atroz)
ha sido un error, dice
otro médico y mira
a trasluz
la placa
nunca me iré de tu lado,
el paciente en pantuflas,
sale, salgo
un sol cuchillero enceguece
tibio, el mundo.
juego a que escuchás las palabras que escribo
en un amor de cartas que
iban
y venían
de cuando el otro leía en un tiempo impreciso
oigo tu voz en ellas y me encanto
en la precisión de las palabras
salgo a buscarlas,
desnuda, enajenada,
hasta volver al real, donde no estás.
un plano de sala
y cada rostro es su película en lo oscuro:
por ajenidad a la trama, la mía es amor imposible,
Corín Tellado de bolsillo: lloro un poco
la última página,
te lloro.
enredadera y patio
verde mañana
el sol oblicuo
línea de luz y sombra
vas por el
rectángulo
naranja
iluminada
diagonal
amo de los cuerpos
los besos
las palabras
línea simétrica,
patio final:
darse, igual.
Cómo pudiste pensar que encontrarías en mí algo para amar.
Chéjov, Platónov
una frase que late desde Chejov,
¿en mí?, ¿para amar?
o a lo Platónov,
en el derrumbe
la helada mañana del invierno azula mi vergüenza
el tibio sol transparenta,
mientras mirás
como quien
circula
las promesas baldías.
y tu cuerpo tiembla de rabiamor
ni tiempos ni palabras de retorno:
así, esperante traicionado,
te apura a desenfantasmar mi cama.
Pero cómo, cómo pude pensar que podías:
ni vos ni Platónov. Con Chejov, a otra parte.
un sonido propio a tu nombre
en mi cabeza,
lo grito
y me moja los ojos
un rocío reverbera como un ardor.
pasa y despeina una brisa de primavera,
y pienso en el aliento que soplabas en mi nuca
después del amor,
hay un rumor de hojas en los árboles de la plaza
y parece el murmullo de tu voz mientras te dormías
veo una pareja abrazada en un banco a lo lejos
te extraño horrores.
una flor desde la ventanilla
roja en mí
roja en vos
respirada en el aire de octubre
era roja también
en peligro
roja la ruta en
tu desfachatez. «
El fútbol y la actualidad le dieron paso a la poesía
El primero fue en 1979, El intruso, publicado por Ediciones de la Plaza. Y este mismo año, también editado por Colihue, salió Papel prensa, grupo de tareas. A su profusa labor literaria, Víctor Hugo Morales le sumó La herida azul, un libro que no llamó de poesía sino de «intención poética».
¿Por qué la poesía? Él mismo lo responde: «Debo haber tomado contacto con Mario Benedetti en mis tiempos mozos. Lo primero que regalé a alguien que quería enamorar fue un poema, que se llama