Los Hogares de Niños, Niñas y Adolescentes porteños oscilan entre la represión y la precarización, según denuncian los trabajadores de estos sitios en donde las necesidades están a la hora del día y ante lo cual ciertos episodios que podrían ser contenido, terminan en desbordes y en los casos más extremos en violencia. En ese punto, hace unos días atrás, se registró una intervención de la Policía de la Ciudad que desembocó en una feroz represión contra los chicos alojados y los trabajadores.
“Esta situación es consecuencia de todo lo que venimos denunciando desde la Junta Interna de ATE del Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes: falta de personal, precarización extrema y condiciones laborales paupérrimas”, analizaron desde este gremio en un comunicado que lleva la firma del delegado general del sector, Juan Cueto, en el que se reclamó además “urgentemente el desarrollo y aplicación de los proyectos institucionales en los Hogares del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y políticas de acceso a la salud para la población de niñxs y adolescentes alojadxs en estos dispositivos».
En el mencionado documento se pidió además que «se llame a concurso para cubrir los puestos necesarios para el correcto funcionamiento de cada Hogar. Porque los derechos de la niñez necesitan trabajadorxs con derechos».
El comunicado hacía alusión a una triste secuencia que ocurrió en el Hogar Curapaligüe, del barrio de Caballito, en las inmediaciones de Parque Chacabuco, donde residen unos 24 chicos y chicas que se encuentran en situación de extrema vulnerabilidad. Al respecto, Juan Cruz Bidart, operador de otro hogar, el Avelino Díaz, y delegado de la Junta Interna de ATE del Consejo, reconstruyó en diálogo con AM 750 lo que sucedió en la madrugada del domingo 11 de septiembre.
“Es muy común en estos dispositivos donde la mayoría de niños, niñas y adolescentes están cursando tratamientos psiquiátricos llamar a la unidad psiquiátrica del SAME cuando alguno de estos chicos manifiesta alguna angustia o enojo y ya desde la institución no hay recursos para contener. Por protocolo, la unidad del SAME viene siempre con una patrulla de la Policía”, precisa Bidart, quien añade que ese domingo, a las 2.00 de la mañana, fue convocado el y efectivamente asistió junto a una patrulla de la Policía de la Ciudad.
“En un 99% de las veces –continúa el delegado-, la policía no tiene que hacer nada, porque cuando llega el SAME la situación ya está controlada. En este caso puntual, la profesional que llegó con el SAME, la psiquiatra, pidió entrar con la policía y esto hizo que la situación se envalentone mucho más, que las pibas se sigan angustiando por lo que salieron del dispositivo y empiezan a agredir al vehículo policial con palos y cascotes. Ahí se desata una represión muy brutal, digna de un enfrentamiento con barrabravas pero con menores”.
Bidart subraya que las chicas que había en ese momento tenían entre 12 y 16 años. “La gravedad de la situación y del descontrol de la Policía de la Ciudad que reprimió no solo a las menores, sino también a los trabajadores que estaban cubriendo tareas. Una de las operadoras recibió directamente en los ojos gas pimienta, al pedirle a un policía que no reduzca en el piso a una de las menores. Ese fue el nivel de desquicio de una noche totalmente horrible”, insiste.
Vale mencionar que este es uno de los cinco dispositivos que tiene el gobierno porteño. “Venimos reclamando hace años la precarización en políticas públicas que hay en los hogares. Es un nivel de desidia muy grande que hay sobre los trabajadores y los propios pibes y pibas”, describió Bidart, quien aclaró que hasta marzo del año pasado el sector estaba en la órbita del ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, y depende directamente del Consejo. “Esto no solucionó nada, sino que agudizó la problemática. Tenemos hoy trabajadores que están cobrando por debajo de la línea de la pobreza; o que no cobran porque les pierden las facturas”, señala.
El delegado sostiene que el área hoy cuenta con “cuatro modalidades de contrataciones diferentes donde dos son muy precarias, monotributistas. Tenemos los hogares totalmente diezmados, no solo desde lo edilicio, sino también desde el personal. Los hogares están sosteniéndose con la mitad de los trabajadores que tendríamos que tener”.
“Los hogares han sufrido un ajuste brutal. Las cajas chicas con los que se realizan los gastos de los quehaceres diarios de las pibas son 20.000 pesos por mes para cada hogar, en lugares donde hay un mínimo de 20 pibas alojadas. La situación es muy angustiante”, recalca.