“Hay secretos livianitos / Que te llevan a volar / Y hay secretos tan pesados / Que no dejan respirar / No se tienen que guardar / Los secretos que hacen mal”, canta una voz suave la vidala “Hay secretos”, del grupo infantil Canticuénticos. En una escuela de Zapala, en Neuquén, un profesor de música compartió el tema en el aula. El mensaje interpeló a una niña de siete años, que lo llevó a su casa y se lo mostró a sus hermanas. La canción se convirtió así en la herramienta que permitió a una de ellas batallar contra su secreto y contar que había sido abusada por un vecino. Luego, otras nenas del barrio se animaron. El caso llegó a juicio, el modo en que se develó resultó fundamental en el relato de la víctima y el abusador fue condenado. La jueza de Garantías de Zapala, Carolina González, hizo que el tema sonara también durante el veredicto.
El abuso se pudo poner en palabras en una familia con muchas hermanas de distintas edades, desde niñas hasta adultas. Todas compartían un momento mirando la televisión cuando desde la pantalla se habló de un tío abusador. “La mayor empieza a hablar sobre el tema y la más pequeña, muy pequeña, dice ‘yo sé que eso pasa, el profesor de música nos enseñó una canción sobre los secretos. Vamos a buscarla en el teléfono a ver cuál es’. Y la escuchan todas juntas”, contó la magistrada, en diálogo con Tiempo. “Al estar escuchando el tema, una de las hermanas –la víctima del abuso- cambia de rostro y se va, no quiere hablar. La más grande percibe que algo había pasado y le insiste hasta que le contó. A partir del develamiento de ella, otras chiquitas del barrio saben que no la dejan salir a jugar porque hubo un problema con ese señor, y dicen ‘yo también tuve ese problema. Cuando nos daba caramelos nos quería dar besos’. Así es como se devela”, relató González.
“Lo particular del caso es que estamos hablando de hermanas con mucha diferencia de edad y la que logró sacar el tema y puso el tema musical sobre la mesa era la más chiquita, que tenía en ese entonces 7-8 años, frente a otras que ya eran adolescentes y adultas. Ahí uno comprende la necesidad de este tipo de educación”, destacó la jueza. Y agregó: “Con un tema y con una charla con este profesor de música, muy simple, pudo transmitirles esto que vemos siempre en los abusos: que el gran problema es el secreto que guardan los niños, las niñas, el miedo a contarlo, la vergüenza. Me pareció tan bonito el tema… cuando tuve que evaluar la credibilidad del relato, para mí fue fundamental la forma en que se había dado ese develamiento”.
Ese disparador fue determinante y en esta primera etapa del juicio el abusador fue considerado autor penalmente responsable del delito de abuso sexual por tres hechos, dos en forma continuada. Está pendiente la segunda etapa, el juicio de cuantificación de pena, que sería en las próximas semanas.
La importancia que tuvieron la clase de música y la canción “Hay secretos” para romper el secreto del abuso quedó plasmada en el fallo. “Puse que, en mi rol como jueza, yo no puedo simplemente decir ‘yo sí te creo’. Como jueza, tengo que decir ‘yo sí te creo’ y explicar por qué. Entonces expliqué por qué yo sí le creía: y uno de los aspectos fundamentales que valoramos para la credibilidad del relato tiene que ver con cómo se produce el develamiento (…) Fue muy importante la forma en que se dio y el disparador fue el tema musical”.
Al terminar el veredicto –en una audiencia semi presencial-, la jueza propuso compartir el tema para que lo escucharan todas las partes: “Porque el veredicto no es para mí, ni para el tribunal revisor, ni para el resto de los jueces. Es para el imputado, para la defensa, las víctimas, los ciudadanos. Y me parecía que era la mejor forma de que comprendan la sinceridad del develamiento, por lo emotivo y lo claro y lo emocionante del tema. Y como un reconocimiento a los maestros y a este grupo musical, a su autora. Porque es tan sencillo y es una herramienta preciosa”.
Cantar y contar, “sin volver a lastimar donde duele”
El punto de partida para la canción “Hay secretos” surgió mientras la banda infantil santafesina Canticuénticos filmaba el video de una canción de cuna, “Noni Noni”. “Estábamos tratando de recrear en imágenes ese momento bello y mágico de acunar y ser acunado, de llegar al sueño en un clima de contención y ternura. Entonces pensé que para muchas nenas y nenes, que se dormían con angustia y miedo, esto quedaba muy lejos de sus realidades. Y con esta canción no los estábamos acompañando. Creo firmemente que las canciones pueden ser instrumentos de cambio y con esa convicción compongo. En este caso, sentí que era urgente intentar una canción que fuera de ayuda para la niñeces maltratadas y abusadas”, explicó a Tiempo Ruth Hillar, compositora, cantante, flautista y acordeonista.
Mientras lidiaba con la dificultad para “encontrar las palabras y sonidos” para cantar sobre abusos, se contactó con ella Sabrina Medina, licenciada en Trabajo Social, responsable del Programa Integral Género Derechos y Salud de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER), quien le planteó que “casi no había arte y literatura para la infancia sobre estos temas y que necesitaban este tipo de recursos para poder trabajar en los programas de prevención”. Comenzaron a abordar juntas los datos duros y los principales ejes en los que se trabaja en prevención con niños y niñas: “El tema del secreto, de la confianza, del ofrecimiento de ayuda”.
La letra de “Hay secretos” fue y vino entre ambas hasta que el mensaje quedó redondo y musical. “Busqué un lenguaje sencillo, que pudiera referenciar sin nombrar, que comunicara mansamente, sin volver a lastimar donde duele. También pensé que debían poder escuchar y sensibilizarse con la canción las nenas y nenes que nunca pasaron ni pasarán por situaciones de abuso y maltrato. Y por supuesto, los adultos, que somos quienes debemos estar atentos, contener, ofrecer ayuda. Desde lo musical, busqué un género argentino que tuviera un carácter intimista y profundo y elegí la vidala”, detalló Hillar.
La canción forma parte del disco “¿Por qué, por qué?”, el cuarto de Canticuénticos, presentado en 2018. Al año siguiente, tras la difusión del videoclip realizado por Bichofeo Animación, la canción empezó a viralizarse en su formato audiovisual. Entonces comenzaron a llegar los “mensajes de agradecimiento. Docentes y directivos de jardines y escuelas, mamás y papás, profesionales, contándonos que la canción había ayudado a nenas y nenes de sus entornos, que habían podido empezar a recibir ayuda. También nos escribieron personas adultas que habían sido abusadas en sus infancias y sentían que esta canción las ayudaba a sanar. Sabemos que la canción se incluyó a nivel nacional como uno de los recursos para trabajar contenidos de la ESI y eso nos alegra muchísimo, ya que garantiza que gran cantidad de nenas y nenes la van a escuchar, mirar, cantar, dibujar y probablemente también la escuchen más adultos y asuman su rol protector, dejando de encubrir a familiares abusadores y generando una relación de confianza con sus hijas e hijos”.
Las y los integrantes de Canticuénticos supieron que su música había sonado en un veredicto tras la publicación de una nota en el diario Río Negro. “Además de lo conmovedor que resulta el relato de este caso puntual, fue muy sorprendente que la jueza Carolina González hiciera referencia a la canción e incluso pusiera el video durante el juicio. Creo que es un reconocimiento al enorme poder del arte como transformador de su tiempo. Como grupo que genera contenidos para la niñez, esto nos pone en un lugar de mucha responsabilidad. Porque entendemos que, además de acompañar a las infancias desde la música, tratando de despertar la imaginación, la creatividad, la conexión con su propia cultura, la sensibilización por la poesía y los valores humanos, tenemos la posibilidad y tal vez el deber de acompañar también en lo más duro de transitar, en lo que duele”.