Sábado, Vicente López. Romina va a la cocina y se encuentra con una especie de iguana arriba de la puerta de la cocina. Jueves, Ciudad de Buenos Aires. Auxiliares, directivos y docentes de la escuela «Lengüitas» en Palermo encuentran cuatro alacranes dentro del establecimiento. Luego comprobarían que son venenosos. Martes, CABA y Conurbano. Invasión de insectos diminutos. Pican. Molestan. Algunos los llaman «piojos de paloma». Su nombre suena a algo más moderno: trips. Entre otras consecuencias, la ola de calor también genera la proliferación de diferentes «bichos», algunos son buenos, otros no tanto.
Por tema editorial, todos conviven en la nota, pero hay diferencias. Esa especie de iguana que suele convivir con las personas en todo el AMBA pero que ahora salió a superficie de una manera exponencial, no es un lagarto. Es un gecko. Y es beneficiosa su presencia. «Yo pensé que era un lagarto, de hecho la primera vez que lo vi era más bien blanco, después lo vi verdoso. Pero era el mismo, ahí me comentaron que en realidad se trata de un gecko, que va cambiando según su entorno», comenta Romina.
La especie se denomina Tarentola mauritanica, originaria de la zona Mediterránea. «Es inofensiva. Muchas personas la creen -erróneamente- venenosa». Quien habla es Claudio Bertonatti, naturalista, museólogo y docente, ex director del zoo porteño años atrás. Acota: «Es muy provechosa: come polillas, cucarachas y otros insectos. Es nocturna y peridoméstica. Prefiere las construcciones humanas que los espacios naturales aquí, donde está introducida accidentalmente. Arribaron con los cargamentos de corcho a principios o mediados del siglo veinte».
Los trips aparecieron como una novedad. Miles, millones. Puntos negros que se impregnan en la piel y en las ropas, y causan comezón y en algunos casos urticaria. Se trata de pequeños animales. El nombre científico: Caliothrips phaseoli.
Los adultos son de color gris oscuro casi negro y miden poco más de 1 milímetro de longitud. Las hembras insertan huevos aislados en hojas o en otras partes de la planta, donde se nutren las ninfas. El ciclo huevo-adulto se completa en dos semanas aproximadamente, y luego se generan varias otras veces al año. Otro dato: no solo afecta a las personas. También son una plaga para las plantaciones de cannabis. ¿Hay forma de contrarrestarlos? Se suele sugerir el jabón potásico pulverizado y las trampas cromáticas (trozos de plásticos de colores vivos pintados con aceite). Pero todo suena a mucho cuando se trata de seres tan pequeños, aunque molestos.
Más peligroso aún es lo que se vio en el Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenberg la semana pasada: cuatro alacranes venenosos. El caso fue notificado por la Cooperadora a la dirección de la escuela a través de una carta documento. “Esta circunstancia, que no es nueva y que ya se registró en años anteriores, es de extrema gravedad dado el alto peligro a la salud que corren -en este mismo momento- todos/as quienes habitan la escuela”, destacaron las familias. El Gobierno de la Ciudad mandó a fumigar, aún con los chicos y chicas adentro, pero se negó a cerrar el establecimiento.
«Escorpiones o alacranes (son distintos nombres para los mismos bichos, que son todos arácnidos) los hay en toda la ciudad y varias especies, pero hay una en particular (Tityus trivittatus, color arena o marrón clarito con tres franjas claras y dos oscuras longitudinales sobre el dorso) que reviste peligrosidad –remarca Bertonatti–. Sólo a grandes rasgos, las especies de pinzas finitas suelen tener ponzoña peligrosa. No así las de pinzas gordas como Bothriurus bonariensis, que además es negro, inofensivo. En Palermo hay muchos. Lógicamente, más comida tienen, más hay. Entonces, donde abunden cucarachas (por ende, basura) allí estarán. Son de hábitos más bien nocturnos o crepusculares y gustan de lugares oscuros y húmedos, como las cucarachas que comen».
Además, se recomienda no acumular leña o escombros, revisar calzado y ropa que haya caído al suelo, colocar burletes en puertas y ventanas, y no caminar descalzo. En caso de una picadura, aplicar hielo y consultar al médico de inmediato, sin esperar que haya síntomas. Si fuera posible, llevar el ejemplar en un frasco para su identificación.
En cuanto a especímenes más grandes, el calor promueve la proliferación de roedores, como es de esperar. Y también de reptiles. «En estas semanas de calor se están viendo más yararás y lagarto overo», describe a Tiempo Diego, uno de los cuidadores de la Reserva Ecológica de Costanera Sur. La gente que se acerca a caminar por el enorme pulmón verde de la ciudad convive con las serpientes, que van desde las chiquitas hasta otras que superan el metro y medio. Diego cuenta que hay dos yararás: la de cabeza redonda, que es la inofensiva; y la de cabeza de diamante, que es venenosa. «Si pasan seis horas después del veneno, puede ser mortal», alerta.
Por eso la importancia de la cartelera y los consejos a las y los visitantes. El principal: no molestarlas. Y pasar a tres metros de ellas, porque enroscadas pueden saltar hasta dos metros. Pero sólo atacan como método de defensa, por lo que es clave no hacerles nada. «La gente lo entiende, por ahora este año no hemos tenido un solo episodio. Las personas a veces esperan a que pasen, o caminan a distancia», acota. ¿Qué pasa si alguien es atacado? «Se aplica corticoides y luego se deriva al Malbrán o al Muñiz, que tienen los antídotos».
Remarca que el calor hace salir a los lagartos o reptiles porque son de piel fría. «Se los ve sobre todo de día, en pleno sol. Son de los pocos que piden que siga el calor», agrega sonriendo. Eso sí, que aumenten sus poblaciones a veces trae problemas, como en más de un vecindario: «nos ha tocado ver a un overo estar comiéndose a una víbora». Postales de una ciudad que arde.