La regla es la incertidumbre, aquí y en todo el planeta. Y cuando no aparece la piedra angular sobre la que se planifica todo, que hoy es la vacuna contra el Covid-19, todo parece desmoronarse.
A pocas horas de que regrese el avión de Aerolíneas Argentinas con el tercer cargamento de dosis de Sputnik V desde Moscú, ya es un hecho que las cinco millones de dosis que el gobierno argentino pensaba tener antes de que acabara enero no estarán, y que el operativo de vacunación se demorará, postergando, entre otras cosas, la inoculación de miles de docentes y, en consecuencia, un escenario seguro para el inicio de clases presenciales.
Lo cierto es que las autoridades del Fondo Ruso de Inversión Directa y del Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología (el Instituto Gamaleya) alertaron sobre una demora en la provisión de vacunas, atada a modificaciones en un proceso de fabricación tensado por la altísima demanda de Sputnik V en todo el mundo.
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Así las cosas, el lote que acaba de embarcar y que arribará este jueves al mediodía a la Argentina, sería de sólo 220 mil dosis (el número final dependía de la modalidad de carga), y las certezas sobre los volúmenes y fechas de entrega del resto de las vacunas acordadas son, por lo menos, endebles.
En cualquier caso, las autoridades rusas se ocuparon de refrendar este miércoles el compromiso con la Argentina a través de un comunicado. Explicaron, sin embargo, que “Gamaleya está ampliando la capacidad para producir más dosis de Sputnik V debido a la alta demanda de la vacuna rusa en América Latina”, que se están “mejorando las instalaciones ubicadas fuera de Rusia (en referencia a las fábricas de insumos en la India y Corea del Sur) para garantizar el suministro a la Argentina y el resto de la región” y que, como resultado de estos ajustes, “veremos un aumento significativo de la producción en el segundo trimestre”.
Se advierte, entonces, que “es posible que algunos lotes presenten retrasos de hasta 2-3 semanas”. Sin embargo, dijeron desde el Fondo Ruso de Inversión Directa, “la Argentina, que ha sido uno de los primeros países en aprobar Sputnik V y con quien hemos establecido una sólida alianza, seguirá recibiendo la vacuna. Volveremos al programa de entrega original una vez que se complete la actualización. Se informará debidamente a las autoridades sanitarias argentinas con un cronograma ajustado”.
Lo que Gamaleya presenta como una suerte de cuello de botella en la producción de vacunas, que se subsanaría con más proveedores y fabricantes que permitirán ampliar la capacidad de producción total de Sputnik V, claramente es una mala noticia para el gobierno argentino, que vislumbraba un escenario de aceleración del operativo de vacunación en los últimos días de enero.
Una breve mirada al resto del mundo permite observar que la demora no afecta sólo a la vacuna rusa ni es un problema privativo de la Argentina. Es más, mientras en muchos países de Europa crece el escándalo por las dosis prometidas por Pfizer o AstraZeneca que no llegan, lo cierto es que probablemente enero se cierre en nuestro país con casi un millón de dosis disponibles, cifra inédita para la región.
El panorama es incierto en la Unión Europea, donde arrecian las críticas a los laboratorios. AstraZeneca ya advirtió que no podrá entregar las dosis prometidas y varios gobiernos europeos hablan de la posibilidad de iniciar acciones legales por el incumplimiento, que pone en riesgo la recuperación de sus economías. Otro tanto ocurrió con Pfizer, y la presión se hace sentir, sobre todo por la multimillonaria inversión que hicieron los países del bloque europeo para el desarrollo tecnológico de las vacunas.
«Los volúmenes iniciales serán más bajos de lo previsto originalmente debido a la reducción de los rendimientos en un sitio de fabricación dentro de nuestra cadena de suministro europea», dijo el comunicado de AstraZeneca. La excusa es similar a la que puso Pfizer, que informó sobre la implementación de mejoras en su planta de fabricación de Puurs, Bélgica, que ralentarían la producción. Idénticos argumentos exhibe ahora Gamaleya: un cuello de botella que erosiona las posibilidades de cubrir una demanda planetaria.
Así las cosas, las sensibles diferencias entre la capacidad real de provisión de vacunas de los laboratorios respecto de «lo acordado y lo anunciado», como señaló la comisionada de salud de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, tienen en vilo a todos los gobiernos de todos los países. También al argentino.