La pelea –el show– duró, apenas, dos minutos. Los que saben describieron que al policía bonaerense Julián Gómez le alcanzó con un par de jabs para tumbar en la lona al recluso Martín Jara, condenado por un robo agravado con arma de fuego. Después, con la euforia que otorga la victoria, gritó: “Viva la fuerza”. La organización del combate de boxeo, a cargo de la productora del excampeón mundial Marcos “Chino” Maidana, ya había generado polémica y hasta la denuncia de una asociación civil contra el ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, Julio Alak, y su directora de Políticas de Inclusión, Claudia Rodríguez, por promover lo que consideraron “un verdadero circo romano”. Con el pronóstico de farsa confirmado, llegó el repudio de los referentes de la disciplina: “Eso no fue boxeo, eso fue una carnicería”.
Bajo el conveniente lema “Enfrentados en la vida, juntos en el ring” y con entradas desde los 1000 pesos, el sábado 27 de noviembre, Julián “El Diamante” Gómez y Martín “El Renacido” Jara se subieron al ring del Club Morón para medir sus puños. El morbo ya había hecho su parte. Las entrevistas y las promociones al “policía” y al “convicto” se sucedieron contando la historia de vida de uno y otro. Gómez es oficial subayudante con servicio en el Destacamento Islas, del partido de Tigre y tiene un modesto récord de cuatro peleas ganadas –todas por Knock-out– una empatada y ninguna perdida. Jara, por su parte, está purgando el tramo final de una condena por hurto, privación ilegítima de la libertad y robo agravado por el uso de arma de fuego. La expectativa generada convenció a los directivos de Canal 9 de transmitir la pelea y el resultado les dio la razón: fue lo más visto de la jornada. ¿La contienda dejó algo además de rating? Si, el repudio de los conocedores.
“¿El show era matar un preso por televisión?”
Alberto Sarlo, director técnico de la Federación Argentina de Boxeo (FAB), no anduvo con vueltas: “Eso no fue boxeo, eso fue una carnicería, fruto de una decisión política amparada en el desprecio racista hacia un ser humano marginal y marginado”.
En la carta abierta titulada “¿El show era matar a un preso por televisión?”, Sarlo argumentó que “desde una postura netamente técnica puedo decir que ninguna persona con experiencia en boxeo debió haber autorizado dicho combate por la sencilla razón de que no había equivalencia entre ambos púgiles, hecho por demás visible desde el primer segundo del primer round, en donde Jara se acercó a la pelea corta con la guardia baja y tirando golpes externos desde abajo (sin potencia). Cualquier boxeador que haga eso indefectiblemente terminará noqueado”.
“A Jara –continuó– le impactaron una decena de golpes de potencia estando visiblemente grogui, que derivó en un traumatismo encefalocraneano con pérdida de conocimiento. Las consecuencias y derivaciones de este tipo de lesiones de gravedad no podrán diagnosticarse con certeza por muchos años”.
Por último, remarcó que “el hecho de que, estando Jara inconsciente en la lona, su contendiente Gómez le gritara con bronca ‘viva la fuerza, viva la policía, viva la gente de bien’ no puede ni debe sorprendernos. ¿Qué otras cosas esperaban de un show morboso, nefasto, maniqueo y racista como el que organizaron desde el Ministerio de Justicia? ¿Realmente esperaban otra cosa?”.
Denuncia contra el ministro Alak
Antes de la pelea, la asociación civil Usina de la Justicia había denunciado penalmente al ministro de Justicia y Derechos Humanos bonaerense, Julio Alak y a su directora de Políticas de Inclusión, Claudia Rodríguez, por los delitos de abuso de autoridad y malversación de caudales públicos.
La denuncia calificó el hecho como “una puesta en escena de un verdadero circo romano donde en lugar de cristianos y leones, combaten la Ley y el Delito, en una dualidad de violencia legal yuta-chorro” y consideraron que “el lamentable espectáculo organizado contradice absolutamente la política de paz social que promulga el espíritu democrático establecido desde el prólogo de nuestra Constitución Nacional”.