En la última semana se detectó un promedio de 4944 casos nuevos de coronavirus por día, cifra similar a la de julio. A diferencia de entonces, las medidas de cuidado parecen ir en descenso. Lo que no cambió es el comportamiento del virus: el 40% de los contagiados tienen entre 20 y 40 años; pero el 90% de los muertos tenía más de 60. Esta realidad enciende la alarma de las distintas jurisdicciones. “Si vemos que las variables se van de control podríamos reinstalar algunas restricciones”, señala Gabriel Battistella, subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria de la Ciudad. Entre las posibles medidas estaría la reducción del horario de funcionamiento de los bares nocturnos y de la capacidad habilitada de los espacios cerrados.
Ocho de cada diez casos de coronavirus detectados en la Capital desde el inicio de la pandemia son de menores de 60 años. Según los datos del Ministerio de Salud porteño, solo uno de esos ocho falleció. La relativamente baja letalidad puede explicar una menor sensación de riesgo entre la población joven, pero esconde a las más de 30 mil internaciones y casi 700 muertes sub 60. Y, sobre todo, soslaya el rol que cumple ese grupo en cortar la cadena de contagios, un elemento que preocupa de cara a los encuentros familiares de fin de año.
Las autoridades saben que tras un año de mucho sacrificio, a la población le cuesta mantener la guardia alta. Sin embargo, insisten, es importante no perder de vista dónde estamos. “El estudio de seroprevalencia (que indica la cantidad de personas que estuvo en contacto con el virus) nos dio 14%, eso quiere decir que hay un montón de gente susceptible de enfermarse. Cuando llegue la vacuna, a lo sumo va a disminuir el riesgo de las personas más expuestas que puedan inmunizarse, pero no cambiará la historia para los demás”, añade Battistella. Por eso, explica, “veremos un aumento de casos”. El desafío es estirar ese momento y que ocurra de la manera más controlada posible.
“La estacionalidad ayuda a que los casos no suban tanto o tiendan a bajar. Pero si no ayudamos manteniendo los cuidados, los casos pueden volver a aumentar. Alcanza con ver lo que está pasando en Uruguay, Brasil o Chile”, añade Rodrigo Quiroga, bioinformático e investigador del Conicet. “Si abandonáramos todos los cuidados, mañana los casos empezarían a subir”, añade el también integrante del grupo de expertos que asesora a la Provincia de Buenos Aires.
“Hay que pedirle a la ciudadanía que sostenga los cuidados: no prohibir reuniones pero sí tomar las medidas necesarias para minimizar los riesgos. Que sean al aire libre, de día, espaciarlas lo más posible, sin compartir vasos, con menos de diez personas. Así minimizamos las posibilidades de una segunda ola en verano. Entonces, cuando se invierta el efecto estacional, estaríamos con una cantidad pequeña de casos. El piso a partir del cual podría empezar la segunda ola sería mucho más bajo, menos grave. Miremos a Brasil: empezó su rebrote con un piso alto y ciudades como Río de Janeiro volvieron a colapsar”, precisa Quiroga.
“Quien piense que esto se va a terminar con la vacunación está equivocado”, agrega Pedro Cahn, el reconocido infectólogo miembro del grupo de expertos que asesoró al gobierno nacional en su estrategia inicial. “En el mejor de los casos, aunque podamos cumplir este muy ambicioso plan, estaremos vacunando a un poco menos del 25% de la población. Pero la inmunidad de rebaño (el punto en el cual hay tanta gente con anticuerpos que el virus deja de circular) es más del 70 por ciento. No vamos a estar suficientemente protegidos”, explica. Las Fiestas y las vacaciones agregan un factor de incertidumbre.
¿Fiestas con los abuelos?
“Los científicos prácticamente nos están rogando que reduzcamos nuestros contactos por una semana antes de ver a nuestros abuelos, abuelas y otras personas mayores en Navidad. Tal vez deberíamos pensarlo”, pidió esta semana la canciller Angela Merkel en un discurso ante el Parlamento alemán. “Si tenemos muchos contactos en la semana previa a la Navidad y termina siendo la última fiesta con nuestros abuelos y abuelas, entonces habremos hecho las cosas mal. No debemos dejar que eso pase”, cerró una alocución que buscaba concientizar sobre la conveniencia de adelantar el receso escolar tres días para que haya tiempo suficiente de aislamiento antes de las Fiestas. Las últimas investigaciones globales sobre Covid muestran que los chicos, manifestando menos síntomas, son igualmente susceptibles al virus y tan contagiadores como los adultos.
“Nos preocupa la mezcla de burbujas que va a haber en las Fiestas. Hay personas que no se vieron en todo el año y se van a cruzar ahora. Y se viene otra ruptura de burbujas en las vacaciones. Son dos momentos para extremar los cuidados”, comparte Battistella.
“Hay una responsabilidad colectiva en la que los jóvenes tienen su rol, pero no quiero cargársela a ellos. Hay que insistir con una campaña de comunicación enérgica y explicar que los jóvenes infectados también mueren. La pandemia no terminó. Estamos en una fase más fácil, con actividad al aire libre, pero en mayo vamos a estar encerrados, con mayor circulación, como sucede con cualquier virus respiratorio. Hay que transmitir que todavía falta e imaginar un 2021 con barbijo”, cierra Cahn .