No es una buena época para ser adolescente en la Argentina. Según el informe de UNICEF publicado esta semana y elaborado con los datos oficiales de la Encuesta Permanente de Hogares, uno de cada dos es pobre. Los jóvenes también son las principales víctimas de la violencia institucional: entre 2011 y 2015 se relevaron 207 víctimas menores de 18 años de tortura y/o malos tratos en centros de detención de la Provincia de Buenos Aires, mientras que en 2015 solo en la Ciudad de Buenos Aires se produjeron 347 denuncias por hechos violentos hacia niños, niñas y adolescentes, por parte de las fuerzas de seguridad.
En este contexto, no sorprende el fallo que condenó al encargado de un criadero de pollos en Pergamino por la explotación laboral infantil de dos chicos de 15 y 16 años, que además sufrieron abusos sexuales bajo la amenaza de echarlos. Más difícil de explicar es la pena de dos años de prisión en suspenso que la Justicia le aplicó.
El lunes, el juez Carlos Picco leyó la sentencia sobre Néstor Martín Aguilar, encargado de los galpones de la empresa avícola Qué Rico SA, ubicados en la zona de Guerrico, por someter a trabajo esclavo a dos adolescentes entre febrero y junio de 2016. Según los argumentos entregados por el magistrado, Aguilar, de 47 años, «empleó a los menores y con el correr del tiempo les otorgó tareas no acordes a su edad y además fueron sometidos a situaciones de esclavitud, graves peligros y enfermedades, a trabajo forzado que incluía extensión horaria en condiciones de trabajo no adecuadas y con vestimenta no acorde a las tareas que les fueron asignadas, poniendo bajo estas circunstancias en peligro el desarrollo físico, mental y moral de los mencionados niños».
Sin embargo, el fallo condenatorio que se esperaba ejemplar resultó un bochorno. «Las condiciones no eran las adecuadas. Debían (los chicos) manipular agroquímicos sin ningún tipo de protección, desmalezar los terrenos, cargar pollos vivos en los camiones. Además, tenían que caminar para ir al trabajo unos 16 kilómetros, eran de familias muy humildes y vulnerables», detalló el fiscal Nelson Mastorchio.
Si quedaba lugar para la indignación, el veredicto lo evacuó. «Los abusos explicó Mastorchio habrían ocurrido en las duchas que los empleados debían tomar al entrar y salir de la planta; ahí, el acusado habría aprovechado para espiarlos y tocarlos». Otro trabajador del criadero, de 22 años, declaró en la causa que el «toqueteo» era una práctica habitual y que el encargado lo hacía bajo la amenaza de no pagarles o echarlos. «
Triste celebridad
El 19 de septiembre de 2016, el apoderado de la avícola Qué Rico ya había trascendido por otro hecho delictivo. Ese día sufrió el robo de un millón de pesos cuando un grupo de ladrones lo asaltó a punta de pistola. Los responsables del desfalco se convirtieron con el paso de los días en «La Banda del Millón», luego de que se viralizara un video que ellos filmaron en donde provocaban a policías y a periodistas.