“Hacer ciencia es irreprimible”, desafió Alberto Kornblihtt, en directa alusión a la política represiva desplegada en diversos ámbitos por el gobierno de Cambiemos. La presencia de Jair Bolsonaro en el país todavía flotaba en el aire este jueves por la noche, cuando el prestigioso biólogo molecular, nuevo miembro del directorio del Conicet, elegido por sus colegas y nombrado hace unos días por el presidente Macri tras un año de postergaciones, comenzó a describir en qué consiste, para él, el “cientificidio” que se procura cometer en la Argentina.
Para debatir esa ominosa figura se reunieron en el Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” el propio Kornblihtt; el diputado nacional y ex director del Conicet Roberto Salvarezza; Gabriel Diker, rectora de la Universidad Nacional de General Sarmiento; y los investigadores del Conicet Nuria Giniger y Martín Cortés, presentados por Juan Carlos Junio, director del CCC, quien inició el encuentro describiendo la resistencia desplegada por la comunidad científica en estos tres años y medio, alertando sobre una situación que no se limita al ajuste presupuestario en Ciencia y Tecnología, “sino que apunta a un rediseño del modelo de país que exige la liquidación orgánica del sistema científico”.
Kornblihtt, que cerró la conferencia, invitó a preguntarse “no para qué hacemos ciencia, sino para quién la hacemos”. “El proyecto científico del macrismo –dijo– se reduce al concepto de emprendedurismo: un joven investigador descubre la pólvora en un garage, o en el laboratorio que dirige en una universidad, luego comercializa ese descubrimiento y monta una empresa con la que gana mucho dinero y se lo celebra como a Mark Zuckerberg. Esta concepción destruye las bases sociales de la ciencia, que es un proyecto colectivo, y que debe tener un sentido de transformación social.
Para Kornblihtt, el macrismo supuso “una restauración conservadora pero también escarmentadora”. Sin nombrarlo, criticó duramente al ex ministro y ahora secretario de Ciencia y Tecnología Lino Barañao, que “ha circunscripto el Conicet, digámoslo porque es así, a la producción de cosas útiles para las empresas”, además de banalizar a los científicos como “publicadores de papers”. “Esas son las características del escarmiento en Ciencia y Técnica, pero aún más grave es el escarmiento que se ha practicado, para que no vuelva el populismo en la mejor de sus acepciones, frente a una sociedad sometida por el odio. Este gobierno naturalizó el asesinato. Nos quiere hacer creer que está bien matar a alguien por la espalda si corta una ruta. Estas son las cosas que tenemos que desterrar del gobierno, pero también de nuestra sociedad”.
Kornblihtt dedicó unos minutos de su reflexión a la presencia de Bolsonaro, a quien llamó “monigote fascista, reivindicador de la ignorancia”, agradeció a Mauricio Macri haberlo lanzado a la “vibrante experiencia de una lucha que yo no imaginaba, en la calle”, en defensa de la ciencia pero fuera de los institutos y los laboratorios, y señaló un dato central sobre el Premio Princesa de Asturias que recibió esta semana la científica cordobesa Sandra Díaz: “La doctora Díaz, que investiga el papel de la biodiversidad para contrarrestar los efectos del cambio climático, es un ejemplo de pensamiento crítico, inteligencia y perseverancia. Ella compartió el premio con Joanne Chory, una destacada bióloga estadounidense, que recibe, ella sola, más financiamiento para sus investigaciones que todo el sistema científico argentino”.
Antes, Nuria Giniger había precisado los alcances concretos del “cientificidio”: el brutal ajuste presupuestario, los doctores que quedan fuera de la carrera de investigador del Conicet, los fondos para investigación congelados, la degradación del Ministerio a Secretaría y la consecuente fuga de cerebros. Giniger puso el acento en el carácter propositivo del movimiento de investigadores que se generó en defensa de la ciencia, y en el hecho de que, por encima de las reivindicaciones específicas del sector, lo que está en juego es una articulación política al servicio de volver a tener un gobierno popular, que revierta la destrucción del sistema científico para pensarlo como pilar de un proyecto de desarrollo.
A su turno, Gabriela Diker aconsejó evitar reduccionismos peligrosos, y entender que, “si bien el ajuste es la expresión material más contundente del vaciamiento del sistema científico, este gobierno ha procurado instalar en la opinión pública que ese ajuste es legítimo”. Describió la campaña sistemática de desprestigio contra la ciencia “inútil y superflua” y en particular contra la producción de conocimiento en las universidades. Pidió no reducir el aporte que la ciencia y la técnica pueden hacer al desarrollo entendido como un todo económico, social y humano, a una concepción que las orienta estrictamente al sector productivo, mensurándolas en términos de rentabilidad.
En la misma línea, Roberto Salvarezza insistió en las razones últimas del vaciamiento: “Detrás del ataque al sistema científico hay un grupo empresarial que ha capturado el Estado y que compra un modelo llave en mano para aplicar la reforma laboral, la reforma previsional, etc, y devolver a la Argentina a su antiguo rol en el mundo de una economía primaria, en la que lo tecnológico productivo no tiene lugar”. Recorrió el desmantelamiento de los planes satelital y nuclear, entre otros avances del gobierno anterior, como parte de esa lógica. E invitó a preguntarse qué se considera ciencia útil o inútil.
“Los países desarrollados financian toda la ciencia, toda la producción de conocimiento, porque no saben qué conocimiento van a necesitar de aquí a cuatro años”, dijo Salvarezza. Y pidió, como el resto de los panelistas, extender a toda la sociedad, no sólo a los científicos, el debate respecto de la política científica que debería impulsar el próximo gobierno, a partir de un plan de desarrollo consensuado. Pero antes, como dijo Kornblihtt, “debemos lograr que se vaya Macri, eso será un triunfo para el país y para toda la región”.