Sin ciencia y tecnología no hay futuro. Con esa cruda advertencia, que en rigor vienen repitiendo desde que el gobierno nacional comenzó a aplicar un creciente ajuste en el sector, varios miles de investigadores, académicos y estudiantes universitarios se manifestaron el jueves frente a la explanada del Congreso, para alertar a la ciudadanía sobre el estado de emergencia que sufre el sistema científico argentino. Hubo abrazos e intervenciones en las principales usinas de investigación científica, en facultades e institutos del Conicet, pero sólo un puñado de legisladores de la oposición se acercó al anexo de Diputados, donde en una charla coordinada por Roberto Salvarezza, diputado de Unidad Ciudadana y expresidente del Conicet, él y los candidatos electos el directorio de ese organismo, Alberto Kornblihtt y Mario Pecheny, denunciaron, con números, la magnitud del vaciamiento.
Un documento elaborado en la Facultad de Ciencias Exactas y difundido con el hashtag #SOSCiencia durante esa jornada de lucha visibiliza la crisis del sector. El salario de los docentes universitarios aumentó sólo un 5% desde noviembre de 2017, a cuenta de un aún esquivo convenio paritario. El de los investigadores del Conicet, un 9% (de un acuerdo anual del 15% que recién se completará en septiembre). Contra una inflación calculada en 19,6% en los primeros siete meses del año.
El presupuesto para Ciencia y Técnica, que en 2016 había sido el 1,53% del total, bajó en 2017 al 1,4%, y en 2018, al 1,27%. Mientras, el oficialismo en Diputados se niega a tratar la Ley de Financiamiento en Ciencia y Tecnología, que prevé subir gradualmente ese porcentaje para llegar al 3% en 2030, y que ya hace un año tuvo media sanción del Senado.
En una carta dirigida a los legisladores, los directores de los institutos del Conicet encendieron la alerta: el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas –donde trabajan casi 10 mil investigadores, un número similar de becarios y unos 3000 técnicos– «está al borde de la parálisis». De no tomarse medidas urgentes, «el deterioro provocará la destrucción de grupos de trabajo, la paralización de instrumental muy valioso y el éxodo de científicos, dilapidando de ese modo la inversión que nuestro país realizó a lo largo de muchos años», dice el comunicado.
A agosto, los institutos no tienen aún un presupuesto aprobado por el directorio del Conicet, situación inédita en la historia del organismo. Han recibido, a cuentagotas, cuotas presupuestarias que suponen una reducción nominal significativa respecto de los montos recibidos en 2017 y que no alcanzan para pagar servicios públicos, garantizar la limpieza y seguridad de las instalaciones ni para realizar reparaciones y mantenimiento básico de equipos científicos.De hecho, el Conicet abandonó la financiación de proyectos de investigación, puesto que hace más de un año que no se pagan las cuotas correspondientes a los Proyectos de Investigación Plurianuales (PIP). También dejó de girar fondos para cubrir acuerdos de cooperación internacional y membresías de organizaciones científicas.
En rigor, no hay fondos para investigar. El pago de salarios y becas supone actualmente más del 93% del presupuesto del Conicet. El diagnóstico es gravísimo: «Se están generando las condiciones para una nueva fuga de cerebros».
«Lo que viene tiene cuatro frentes distintos –explica el químico Luis Baraldo, vicedecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA–. Primero, las paritarias. La docente, porque muchos investigadores tienen cargos con dedicación exclusiva: tendrán que convocarla y hacer una oferta que compense la pérdida de poder adquisitivo. Y la del personal civil: los investigadores del Conicet sólo cobraron una suma fija de 4500 pesos; los becarios, menos. Después, la Comisión de Presupuesto debe hacer las correcciones necesarias para que los organismos de ciencia y tecnología puedan hacer frente a los proyectos comprometidos. Y por fin, deben introducir algo de certidumbre en el sistema científico, donde se planifica a largo plazo. Lo que hay hoy es, por el contrario, una gran incertidumbre, año a año estamos cada vez peor. Diputados debe tratar la Ley de Financiamiento, pero para eso, el diputado Luciano Laspina, titular de esa comisión, debe ponerlo en el orden del día. Si todo esto no sucede, quienes se preguntan si hay futuro sin ciencia y tecnología tendrán su respuesta. No, así no hay futuro». «