Hay un instante de terror relatado por su hijo que J. no puede olvidar. Una de las noches en Médanos, cuando intentaba escaparse de Kruber, el chico le gritó al entrenador: «Yo te voy a denunciar». Kruber, según contó, lo amenazó: «Si hacés eso, no vas a jugar la final». Pero el chico no se acobardó: «Yo no jugaré más al fútbol, pero te voy a denunciar». El recuerdo de esa frase, la entereza de su hijo, la mantuvieron firme en su posición: denunciar por abuso sexual al técnico del Club Deportivo Mac Allister. J. prefiere mantener el anonimato por cuestiones judiciales y como una forma de preservar a su hijo. Es la única madre que decidió avanzar con su denuncia. «Si no lo hacía -dice- me lo hubiera reprochado toda la vida».
-¿Cómo te enterás de lo que pasó?
-Los chicos estaban en un torneo en Médanos que duró dos fines de semana. Yo fui a los dos. Y todo saltó el mismo día de la final, el lunes 27 de febrero, que era feriado. Estábamos de paseo en Bahía Blanca. Ahí es cuando recibí unos mensajes de WhatsApp de mi hijo. Me dice que iban a armar un grupo entre los 19 niños, y que nos iban a agregar. «Mamá -me dice en otro- en el grupo contá que el entrenador nos quería tocar el pito y que se las re mandó». Cuando escuché, fui volando hacia el hotel. En el camino me llegó otro audio: «Vení al hotel que hay una reunión de padres».
-¿Él estaba tranquilo?
-Me hablaba tranquilo, pero con su voz quebrada. Ellos estaban con un padre, que era parte del contingente. Cuando llego, me cuenta: «Este viejo se las re mandó. Tocó a los chicos, hasta ahora hay seis que contaron que tuvieron contacto más directo y uno de ellos es tu hijo». Ahí casi me muero. Yo era la única mamá de esos seis. Uno de los papás varones lo cargó en el auto al tipo y lo llevó a la terminal para que se fuera de la ciudad.
-¿Nunca te lo cruzaste a Kruber?
-No, y menos mal porque no sé cómo hubiera reaccionado. Estuve en una habitación esperando a que el tipo se fuera. Seguimos charlando los papás. Y a los chicos los sacaron a patear, a jugar a la pelota; ni se enteraron de la locura que teníamos los padres. Tenían que jugar la final. Pedí que lo llamen a Patricio Mac Allister, el dueño. Estaba en Monte Hermoso, a 100 kilómetros, y se vino para estar con los chicos. Lo más horrible fue cuando empezaron a decir que nos callemos. Patricio nos pedía que no contemos nada, que vamos a ver cómo lo resolvíamos. Que este tipo no iba a estar más. Pero yo no me moví de mi posición de hablar.
-¿Era Patricio Mac Allister el que lo pedía?
-Sí, yo aguanté una semana para hacer la denuncia esperando que el club actuara o que otro padre me acompañara. En esos días no comí, no dormí, iba a trabajar como zombie. Esa semana hubo dos reuniones con Patricio y los papás de esa categoría. Se pidió silencio. En los audios de WhatsApp dijo que no nos convenía hacer lío. Por la sociedad, por Santa Rosa. ¡Qué me importa a mí todo eso! De los 19 papás que éramos, convenció a 18. Y tuve que ir sola. Yo nunca dudé en ir a hacer la denuncia. Y mi hijo estaba seguro de denunciarlo. De hecho, hubo una segunda reunión con la psicóloga deportiva, que era de otro club pero la trajeron para tranquilizarnos. Y nos dijo lo mismo. Que no hablemos. Que lo íbamos a exponer, que era contar y revivir sus momentos. Busqué a una psicóloga para mi hijo en Santa Rosa, y ella me dijo lo contrario.
-¿Pudiste volver a hablar con los padres de otros chicos?
-Ninguno quería saber nada conmigo. Cuando se enteraron de que yo hice la denuncia me sacaron del grupo de WhatsApp. Decían que no era lo que habíamos pactado en las reuniones. Todo lo que dije fue que si alguien quería hablar del tema, me hablara particularmente. Pero no recibí ningún mensaje.
-¿El secretario de Deporte habló con vos?
-No, y sé que intentó desligarse; dijo que él ya no era el presidente del club. Es una posición vergonzosa.
-¿Esperabas que te llamara?
-Sí, eso es lo que no quiso entender. Cuando hice la denuncia, pensé que me iban a ofrecer acompañamiento. Nunca me llamaron. Ya no espero. Todo Santa Rosa sabía de este tipo.
-¿Se sienten solos?
-No me siento sola. Hay mucha gente que además se está contactando para contar sus historias, que nos está apoyando. No nos sentimos solos. Yo no sé qué va a pasar, si lo van a meter preso o no. Pero que los que callan, hablen. Y si no hay condena judicial, que haya condena social. Mi hijo no tiene problemas en hablar esto, y además tiene asistencia psicológica. Pero hay chicos que no están recibiendo ayuda. Eso es terrible. Saber que hay criaturas que la están pasando mal es doloroso. Por eso insistí con los afiches que reclaman que no seamos cómplices del abuso infantil.