El empleo doméstico se compone en su mayoría por mujeres de bajos niveles educativos y presenta una de las actividades que más sufre la ausencia de registro. En este grupo de trabajadoras suelen darse relaciones laborales preponderantemente informales que conllevan salarios inciertos, inestables e insuficientes.Además, el hecho de constituir una relación laboral «a puertas cerradas» conlleva diversos riesgos. Por una parte, resulta difícil hacer efectivo el control estatal, a la vez que es compleja la agremiación para reclamar sus derechos colectivamente. Del mismo modo, contribuyen a la precariedad el hecho de realizar sus labores en más de un hogar, con su consecuente impacto en los tiempos y costos de traslado, y que las relaciones personales «una a una» pueden llevar a que se desarrollen dinámicas en ocasiones abusivas, naturalizando estereotipos en relación a las trabajadoras. «
*Doctora en Ciencias Sociales, CEIL-CONICET.