Luego de varias postergaciones, la Legislatura porteña aprobó el jueves la ley que autoriza la demolición del edificio conocido como Elefante Blanco, ubicado en Villa Lugano, para construir en su lugar una sede del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño. Sin embargo, los trabajos para convertir al gigante de 14 pisos en, apenas, una montaña de escombros, deberán esperar hasta que se resuelva la situación de las 70 familias cuyas casas están edificadas sobre uno de los muros que rodea la construcción y que cuentan con un amparo judicial que impide que los desalojen.
La aprobación en segunda lectura, previa audiencia pública, del proyecto impulsado por el ejecutivo porteño obtuvo 36 votos a favor de los legisladores del PRO, el Partido Socialista Auténtico, el Peronismo y Corriente Nacional de la Militancia; en tanto, diez legisladores del Frente para la Victoria (FpV) votaron en contra y se abstuvieron nueve diputados del interbloque Evolución.
La iniciativa propone una modificación en la norma urbana que registra el predio donde está situado el antiguo edificio, sobre Piedrabuena al 3200, ya que esos terrenos no están autorizados por catastro para la radicación de dependencias gubernamentales.
El bloque del FPV argumentó su rechazo en que no entiende la prioridad de plantear el traslado de un Ministerio y que no haya una ley de urbanización (los legisladores destacaron que en Villa Oculta, donde está emplazado el edificio, ni siquiera entran las ambulancias porque las calles no son anchas), remarcó la necesidad de que el Estado utilice parte de los 222 mil millones del presupuesto 2018 para un plan de urbanización, y advirtió que sigue sin resolverse la situación de las familias que viven en el lugar.
Nunca nos opusimos al plan del gobierno, pero hicieron todo mal de entrada porque nunca contemplaron la situación de las familias que todavía no arreglaron. Debieron hacer un relevamiento, porque hubo gente que cobró dinero y nunca vivió en el barrio. Lo que pasa es que no les conviene que salga a la luz porque muchos eran punteros del Pro, se queja Enrique Tata Galván, uno de los cuatro delegados que tiene la Manzana 27 bis, epicentro del conflicto.
La ley establece que sólo el 40% del predio sea destinado a edificación y el 60% restante para espacio libre de construcciones. El edificio para el ministerio podrá alcanzar una altura máxima de 22 metros y está planificado que cuente con planta baja y tres pisos, abarcando una base de 4360 metros cuadrados. De la zona «no edificable» se destinará un cuarto a estacionamiento y el resto a espacio público cultural o recreativo y parquización, con al menos un tercio de «superficie verde absorbente». Además, según fuentes del gobierno porteño, la construcción de la sede irá acompañada de un plan de infraestructura para las manzanas aledañas que incluirá el trazado de calles, redes cloacales, pluviales y agua corriente.
El Elefante Blanco fue pensado en 1923 como hospital para tuberculosos pero recién comenzó a ser construido 15 años después en el cruce de las avenidas Eva Perón y Piedrabuena, en el límite entre Lugano y Mataderos. Durante los gobiernos peronistas se lo pensó como el hospital de niños más grande del país, pero tras el golpe de Estado de 1955, la llamada Revolución Libertadora dejó el proyecto trunco para siempre.
Así, la estructura sin terminar fue siendo ocupada en los sucesivos años por familias carenciadas, al tiempo que avanzaba su deterioro. «
«No nos queríamos ir»
Stefanía se mudó hace cuatro años con su novio a la manzana 27bis. Tiene 18 años y un hijo de dos. Cursa el 5° año en el secundario de la Biblioteca del Congreso de la Nación. No nos queríamos ir, pero fueron rompiendo todo en la casa de dos pisos de atrás de la mía. A la noche escuchábamos cómo crujían las paredes que quedaban. Los días de viento se caían pedacitos de material. Por eso aceptamos lo que nos dieron. Compramos algo mucho más chico, sobre el pasillo en la manzana 26bis.
«Nunca vinieron a ofrecer nada»
Miguel Ángel también es uno de los habitantes de la manzana 27bis. Llegó al barrio hace ya 44 años junto a su familia. Ahora tiene 54 y cinco hijos. Vive con su mujer y cuenta con orgullo que una de sus hijas lo convirtió en abuelo. Su esposa atiende un kiosco ahí mismo; él y su hija llevan adelante un galpón donde reciclan cartones, objetos de plástico y film. Nunca vinieron a ofrecernos nada. Sólo llegan amenazas. Dicen que nos van a desalojar, que nos tenemos que ir, que agarremos lo que nos dan porque nos van a tirar la casa abajo.
«Demolieron todas las casas»
Miriam vino de Paraguay en el ’78 y fue directo a un asentamiento en Colegiales. Los militares nos dijeron que si no nos íbamos, venían con los tractores, y así lo hicieron. Estuvimos en Fuerte Apache y en la Villa 20, y en el ’94 llegamos al barrio. Tiene dos hijos de 21 y 13 años que crió sola. El más chico, con síndrome de down, necesita asistencia. Es artesana y trabaja bordando cinturones. Alrededor mío demolieron todas las casas, tiran abajo las paredes internas y dejan la carcasa. A la noche se meten pibes a fumar paco.
«Somos un barco a la deriva»
Amalia vive en la manzana 27bis. Su casa está a uno de los lados del Elefante Blanco, sobre la Avenida Piedrabuena. Tiene 59 años, dos hijos y un nieto que viven en la planta de arriba de su casa. El esposo de Amalia tiene cirrosis avanzada, está sin trabajo desde que fue despedido de la metalúrgica Peope, en Lugano. Ella vende cosméticos en su casa. Nadie viene a contarnos nada, nos enteramos por los medios. Corre la voz dentro del barrio que se va a hacer un ministerio. Somos un barco a la deriva.