Nunca en la historia hubo tanta información disponible para estar actualizado y, sin embargo, jamás nos sentimos tan inseguros sobre la veracidad de las noticias que consumimos. Seguimos depositando mayor confianza en los medios tradicionales, pero elegimos enterarnos a través de lo que leemos en redes sociales, aun sin saber quién define lo que vemos y con qué criterios. Facebook, la plataforma más usada (y cuestionada) por los argentinos, lanzó un sistema para reducir la cantidad de noticias falsas y generó una nueva polémica. ¿Cuánta gente está interesada en la verdad?
Nueve de cada diez argentinos utiliza Internet para informarse, siete de ellos dicen que lo hacen a través de las redes y seis señalan a Facebook como la plataforma principal por la que se enteran de lo que sucede. Irónicamente seis de cada diez argentinos también dicen estar «extremadamente preocupados por la veracidad de las noticias que consumen» y casi cuatro de ellos consideran que leyeron noticias falsas la última semana. Los datos que surgen del Informe de Noticias Digitales 2018 del Instituto Reuters, el centro de investigación sobre periodismo creado por la agencia de noticias británica, parecen contradictorios pero no lo son. La clave, al parecer, está en el soporte.
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«Nosotros solíamos separar la práctica de informarnos de la de comunicarnos, pero ahora hacemos todo con un mismo dispositivo (el teléfono) o hasta con una misma aplicación», comienza a desentrañar el dilema Martín Becerra, doctor en Ciencias de la Información y especialista en medios de comunicación. «La información es un insumo más y no hay un divorcio entre quienes me informan y me entretienen», continúa. De ahí, por ejemplo, que muchos compartan contenidos sin conocer la fuente o saber si es real. Los datos lo ratifican: un 58% dice compartir noticias en redes y un 35% reconoce comentarlas, pero sólo un 29% confía en lo que lee en sus plataformas.
Las puertas laterales
Los medios tradicionales siguen siendo el mayor depositario de confianza de las personas y, sin embargo, cada vez parecen tener menos influencia. Otro dato de la encuesta que fue realizada en simultáneo a 74 mil personas en 37 países ayuda a desentrañar los motivos. Apenas una de cada tres personas que se informa por Internet ingresa a los portales de los sitios de noticias. El resto, aunque se nutra de los contenidos que producen, utiliza «puertas laterales»: buscadores, redes sociales, emails, alertas de celular o agregadores de contenido.
Los medios tradicionales, por lo general grandes corporaciones más interesadas en la rentabilidad empresarial que en el valor social del periodismo, fueron notando esto y pusieron el grito en el cielo pensando en las pérdidas comerciales que implicaba que los lectores no vieran sus anuncios o esquivaran sus «muros de pago». Lograron cierta coparticipación en los ingresos, pero no se dieron cuenta de que la principal pérdida estaba en su capacidad de incidir en la agenda y, por tanto, influir en la vida social.
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El resultado de las elecciones que marcaron la salida de la Unión Europea del Reino Unido y la victoria de Donald Trump en Estados Unidos les abrieron un poco los ojos. Políticos y analistas identificaron como responsables a las «noticias falsas» y como posibilitadores a las redes, que se encargaron de viralizarlas. En ese marco se encuadró la confusa campaña lanzada por la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) el 7 de junio por el «Día del Periodista». Los portales de las grandes patronales de prensa publicaron una leyenda que decía «este sitio tiene editor responsable. No a las noticias falsas en redes sociales».
Becerra explica por qué la campaña es tramposa. «En primer lugar los medios tradicionales tienen dentro de su menú levantar lo que llaman ‘furor en las redes’. Por otra parte no son ajenos a lo que sucede allí porque sus cuentas están entre las de mayor cantidad de seguidores y son animadores de las conversaciones en redes. Y por último también son proveedores de noticias falsas. Así que no se pueden separar», destaca.
La caja negra del algoritmo
Facebook es la red social con mayor cantidad de usuarios en el mundo y, por extensión, la más elegida para informarse. Por eso también es la que más atrae a las empresas de consumo masivo y a los partidos políticos, que cada vez destinan más dinero de sus campañas en estrategias digitales (ver aparte). Lo que todos buscan es domar (con dinero o estrategias informáticas) el algoritmo secreto que determina qué contenidos se muestran a los usuarios.
Según la encuesta de Reuters realizada a nivel global, un 71% de las personas no sabe bajo qué criterios aparecen las noticias que lee en Facebook: un 12% piensa que lo definió un editor del medio que hizo la nota, un 11% piensa que es un editor de la red social, un 9% cree que es azaroso y a un 40% ni siquiera le importa. Sobre esa percepción la red social de Mark Zuckerberg planea estrategias que transparenten su funcionamiento sin ponerse nerviosa.
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Consultados por Tiempo, desde Facebook Argentina explican que son una empresa que busca «conectar a la gente» y, por tanto, privilegian mostrarle a cada usuario contenidos publicados por sus «familiares y amigos». Por eso a principios de año anunciaron un cambio en el algoritmo para desjerarquizar las publicaciones de los medios.
Luego, recogiendo el guante de las noticias falsas, hicieron un acuerdo a nivel global con «agencias verificadoras de información» para que trabajen en la depuración de aquellas notas que los usuarios denuncian como falsas y que un sistema propio de inteligencia artificial identifica como potencialmente malintencionadas. Claro que el sistema es limitado y también generó controversia y denuncias de censura (ver más abajo).
En Facebook reconocen que siempre correrán de atrás contra los que publican noticias falsas, pero saben también que su negocio no está ahí. A quienes debería importarles es a los ciudadanos, que no cuentan con información veraz para tomar decisiones y después sólo les quedará quejarse de lo hecho. Y de lo votado.
Chequeado por humanos
Una de las estrategias más publicitadas por Facebook para demostrar su intención de combatir las falsas noticias que se viralizan en su plataforma es la de establecer una alianza con ONG que trabajan en el chequeo de la información para que analicen algunas publicaciones sospechosas y, basados en esa calificación, definir acciones. En el caso de que la noticia sea considerada falsa, Facebook reduce su circulación en un 80% y, si se trata de un usuario que ha repetido esa acción, lo puede sancionar impidiéndole monetizar o promocionar su contenido.
En Argentina la red de Mark Zuckerberg comenzó este experimento en mayo con Chequeado, la ONG dirigida por Laura Zommer, cuyo trabajo generó controversia cuando calificó como falsa una noticia publicada en el portal Primereando cuyo título afirmaba que «El FMI exige liquidar el Anses y vender las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad». Chequeado argumentó que «si bien en el memorando oficial el Ministerio de Hacienda de la Nación contempla la venta de activos del FGS, eso no significa que el FMI lo exija y tampoco que la Anses deje de funcionar». Desde Primereando denunciaron censura y el viernes, con la difusión de la «letra chica» del acuerdo donde se permite entrever mayores exigencias, el revuelo aumentó en las redes.
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«La mayor parte de las noticias que difunden los medios no es tan dicotomizable a verdadero o falso», pondera el investigador en medios Martín Becerra. Aunque Zommer, que viene analizando «el discurso público» en Chequeado desde 2010, cree que el intento vale la pena. «No es que por hacer este acuerdo creemos que Facebook no tiene nada que explicar o dar cuenta sobre lo que hace con la distribución de noticias. Es sumarnos a un piloto que podría llegar a servir. En vez de decir ‘no gracias’, decimos que queremos probar».
Sin dar demasiadas precisiones, Zommer cuenta a Tiempo que Chequeado recibe de Facebook alrededor de 200 noticias diarias para analizar y, por lo que se ve en el sitio, no alcanza a chequear más de cinco por día. «Siempre corremos de atrás», asegura y explica que para seleccionarlas ponderan la «relevancia de quién dice, la temática y el grado de circulación». En todos los casos, añade, utilizan los criterios de chequeo de datos que el sitio publica en su web. Además adelanta que cada dos meses publicarán un informe que analice el trabajo realizado.