Juan Manuel Awada está ansioso por contar su verdad. Llega una hora antes al bar La Dignidad, en San Telmo, para dialogar con Tiempo y hacer uso de su derecho a réplica luego de que este diario publicara hace más de dos meses que había sido denunciado por maltratar a su ex pareja, Cecilia Prikels, y acusado de secuestrar a su único hijo, K., de siete años. Sin quitarse los anteojos de sol, se defendió de todo y hasta aseguró sentirse perseguido por las fuerzas de seguridad por ser el primo hermano de la primera dama, Juliana Awada.
“Me fui por las ramas”, fue una de las frases más repetidas por un locuaz Awada que llegó a identificar, sin que se le haya preguntado, con nombre y apellido a medio centenar de parientes: desde abuelos y tíos casados entre primos, todos de apellido Awada; hasta la mención de su padre, Eduardo, quien “fundó junto al papá de Juliana, Abraham, la marca de ropa”.
–De acuerdo a la documentación a la que tuvo acceso este diario, Ud. fue denunciado varias veces por secuestrar a su hijo.
-Es mentira lo que se publicó en aquella nota. En marzo y abril del año pasado él ya había estado viviendo conmigo en zona sur, pero accedí a que Marta, la madre de Cecilia, me ayude a criarlo, con la condición de verlo todos los fines de semana. Hasta el fin de semana del 19 de agosto de 2018, que ellas querían que lo viera un rato nada más. No tenían orden de un juez para decirme eso. Encima, en un momento él me cuenta cosas del novio de Cecilia, que lo habían llevado a vender bizcochos al tren y que este tipo la trataba mal. Entonces dije: “Mi hijo se queda conmigo”. Estuvimos en el Hostel Rivendel, en Monte Grande.
El supuesto novio de Cecilia Prikels en realidad es un amigo de ella, con quien generó un vínculo muy cercano luego de la separación. De hecho, están viviendo juntos en algún lugar que Awada desconoce. Cecilia quedó tan afectada por la relación que prefiere no darle la ubicación, ni cómo contactarse con ella. “Ahora K. está yendo a una profesora particular para nivelarlo. Ya está anotado en dos colegios privados en Villa Ballester. Gracias a Dios va a hacer segundo grado de vuelta, porque lamentablemente la escuela pública no tiene el nivel que uno desearía”, cuenta Awada.
-Pero el año pasado había empezado segundo.
-Sí, fue hasta el segundo trimestre en Villa Ballester y en el tercero fue a zona sur. Pero bueno, vemos conveniente que repita porque ya no tenía el nivel adecuado. De buena voluntad uno hubiera aceptado, como dijo María Eugenia Vidal, que te pasen igual de grado sin aprender. Lo dijo la gobernadora, no lo dije yo, pero tiene razón: no hubiera servido. El 14 de marzo cumple ocho y dentro de poco sus compañeros de tercero ya tendrían nueve. Le conviene ser uno de los mayores por el tema del bullying. Los tres que opinamos, el padre y las abuelas, coincidimos en que es lo mejor. La madre ya no opina.
-Los dueños del hostel lo denunciaron por robo.
-Denuncias puede hacer cualquiera, no por eso son ciertas.
-¿Después de ese episodio, se llevó al chico?
-Pero él ya vivía conmigo. Me lo llevé para protegerlo del novio de la madre. Me fui al Chaco a ver a mi hermana, Leila, que es tesorera del PAMI, y de ahí me fui a Puerto Iguazú. En Chaco, justamente por esta falsa denuncia, me detiene la policía mientras tomaba un café en un bar. Me llevan a la comisaría para que declare y a un psicólogo. Vienen dos chicas de trabajo social y discuto con ellas. De repente, escucho a mi hijo que estaba con dos policías llorando y ahí me puse loco. La policía nos llevaba para jodernos, porque para eso sí sirve la policía. Yo les decía: “Lo están haciendo llorar a mi hijo y lo están disfrutando, lo están gozando porque soy Awada”.
-¿Y cómo terminó esa secuencia?
-Ahí el policía saca el revólver y lo apoya arriba del mostrador adelante de mi hijo. No entiendo por qué ese mismo policía, de civil, no viene sin el revólver y sin la placa a hablar los dos solos a una plaza.
-¿Qué hicieron en el norte?
-En principio fui de vacaciones, a la pileta y a las Cataratas. Para poder quedarme repartí volantes para un restaurante mexicano. Fueron algunos días, porque no quedé… no sé qué pasó. Después vendí llaveros de Puerto Iguazú.
-¿En ese momento la madre podía comunicarse con el chico?
-Yo le decía a ella que se viniera. No estaba en el Congo, podría haber venido a Puerto Iguazú, pero decidió irse a la Costa con el novio, supuestamente por voluntad propia. Pero no sé. Tiene una actitud rarísima, la vez que llamó lo hizo desde el celular de su novio. Hace unos días escribí a ese mismo número pidiendo un teléfono y una dirección de ella y me respondió a los gritos que no quiere saber más nada. ¿Cómo no voy a saber dónde vive o cómo contactar a la madre de mi hijo? Para mí está siendo manipulada por otra persona.
-No debe querer hablar con Ud.
-No entendés. Yo no quiero hablar con ella. Pero tengo que tener una dirección y un teléfono de la madre de mi hijo por cualquier cosa.
-Ella lo denunció muchas veces por violencia.
-Me habrá denunciado incitada por la madre. A veces nos peleábamos y después volvía a vivir conmigo.
-Es muy común que una víctima de violencia vuelva con el agresor.
-Está bien, pero es mentira. Ella está cegada, no ve lo que pasó. Es imposible eso que decís de la espiral de la violencia. Al contrario, ella también se enojaba y me hacía mentalmente daño. Naturalmente el hombre tiene más fuerza, pero también se puede dar que la mujer te dé un palazo.
Awada volvió a Villa Ballester el 28 de enero pasado. Se instaló en la casa de su suegra, Marta Maitz, quien tal como describió el portal Big Bang News la semana pasada, obtuvo recientemente la tenencia temporaria del niño. Días después del encuentro con Tiempo, y en el momento de ser notificado de la resolución judicial, Awada volvió a llevarse al chico de manera intempestiva.
“Vino a ver a su hijo y se lo llevó. No sabemos nada. Tiene pedido de detención pero no hay novedades. La denuncia la radicamos en la Comisaría N°1 de San Martín. Durante el fin de semana me escribió por WhatsApp. Intentó convencerme para que le entregue la tenencia definitiva de mi nieto a cambio de poder verlo y luego comenzó a decir cosas feas que no quiero ni pensar”, dijo la mujer.
Hace unas semanas, Awada intentó denunciar en al menos tres comisarías de la Bonaerense y una de la Federal que la madre de su hijo había desaparecido, pero no le quisieron tomar la declaración. “Es una forma de ningunearte quién sos, sabiendo tu apellido, y se hacen los pelotudos”, analiza el hombre sobre la actitud policial.
-¿Se siente perseguido por ser pariente de Juliana Awada?
-Sí, claro. Me están jodiendo. Con disimulo. Están al acecho para joderme en el momento justo. Lo vinculo con la policía. No tengo dudas.
-¿En qué lo nota?
-Me puedo estar persiguiendo, pero bueno… Ayer fui a una clase de meditación. Llego al Auditorio Del Carril, en Ballester, unos 15 minutos antes, así me enseñaban unas técnicas, y me salta el guardia, corriéndome, y me pregunta por qué entraba… Le digo que vengo por las clases, saco el documento y le digo: “Soy el primo de la esposa de Macri, ¿la ubicás? No me jodas”. Ahí la profesora se dio cuenta de que me estaban acechando, salió y me dio un beso. Parece una película.