Un gran tipo, un hombre bueno, consecuente y solidario, periodista incansable, un ser humano excepcional, sin alardes innecesarios, practicante del bajo perfil, comprometido con su tiempo y su familia, reconocido por su don de la amistad, referente de un periodismo en extinción, sincero, firme con sus ideas, abrazó con amor la causa palestina, del pueblo cubano, siempre en defensa de los Derechos Humanos. Les ponía el cuerpo a las marchas, a las movilizaciones, nunca peleando la cabeza de la columna en la que elegía estar.
Alberto Ferrari empató tres años de Filosofía y Letras de la UBA donde ingresó en 1970 con la carrera de Historia. Otros tres años en el Círculo de la Prensa le sirvieron para armarse de herramientas para ser periodista. Según Silvia Valerga, su compañera: “cursaba las materias que le interesaban para su formación.”
Trabajó en DyN, donde hizo deportes, redacción general y el suplemento Cultural Semanal con comentario de libros. Fue Jefe de Corresponsales de Interior.
En el diario Crónica fue colaborador de Deportes.
Participó de la hermosa aventura de la cooperativa El Porteño haciendo notas de investigación. Tuvo un paso breve en la fundación de Página12 y fue jefe de Redacción del diario Sur. Momentos en los que los Medios se entreveraban con un país que discutía política y los periodistas hacían periodismo.
Formó parte de la redacción de la agencia de noticias italiana ANSA.
Fue profesor del Taller de Redacción de TEA. Colaboró entre otras publicaciones con la Revista Acción, donde combinaba sus notas de investigación sobre salud e industria farmacéutica con Pharmabaires.com.ar
Murió el domingo 4 de junio, tal vez evitando -como era su estilo-quedarse con la imagen del día del periodista 2023.
Pero hay una foto en la que aún estando ausente para siempre, el Flaco Ferrari grabó su despedida. Sobre su escritorio, al lado de una botella de agua, un posa-celular de madera y un estuche de anteojos está el ejemplar de papel de Tiempo Argentino del último domingo. Un diario nacido de la resistencia que el flaco apoyó como muchos lectores militantes para que no se pierda la palabra, la comunicación de verdad, el periodismo.
Y aunque él no lo buscó y seguramente se hubiera puesto a un costado, este 7 de junio la imagen del Flaco quedará atada, anudada a la historia del periodismo argentino, con la caricia de un pañuelo palestino.