Se convirtió en un histórico depósito de cadáveres que une Villa Elisa y Ensenada. Es un tramo de asfalto atestado de pozos y grietas, con escasa vida humana. Sus 10 kilómetros de extensión, rodeados de cañaverales, pastizales y tierra baja, tomaron en los‘70 una triste celebridad: la Triple A los utilizaba para arrojar cadáveres. Con la vuelta de la democracia, el depósito de cuerpos cambió de rubro: ya no son muertos “ideológicos”, sino víctimas del delito “común” o pasional.

El Camino Negro, tal como se conoce a la ex ruta provincial 19, une Villa Elisa con Punta Lara. La recta final, cercana al sector de Boca Cerrada, forma parte de una reserva natural e incluso se utiliza para criar ganado. Sin embargo, siempre fue considerado un escenario propicio para la delincuencia. En sus entradas de fácil acceso, con poco tránsito y nula presencia policial, viola-dores, homicidas y asaltantes encuentran el cobijo de la topografía para esconder el peor resultado de sus fechorías. Hasta crímenes cometidos fuera de su radio tuvieron al oscuro trayecto como partícipe necesario. Por ejemplo, el 18 de noviembre de 1992, en el canal Villa Elisa, un equipo de buzos tácticos encontró la escopeta “Víctor Sarrasqueta” que Ricardo Barreda utilizó para matar a su esposa, su suegra y sus dos hijas.

Otras épocas

El 29 enero de 1974, el grupo paramilitar conocido como Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) difundió una lista negra de personalidades que, aseguraron, serían “inmediatamente ejecutadas adonde se las encuentre”.

Muchas de esas víctimas residían en La Plata y sus alrededores. Los cadáveres fueron encontrados en el Camino Negro. Según la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), sólo en La Plata, Berisso y Ensenada, la Triple A se cobró unas 300 vidas entre 1974 y 1975. La misma política continuó con la dictadura. El caso más resonante fue el secuestro y asesinato del dirigente de ATE Luciano Sander.

Su cuerpo apareció en el Camino junto al de cuatro compañeros. Se trató de la aplicación del lema “5×1” que acuñó Juan Perón, aplicado -como una paradoja sangrienta- contra militantes peronistas.

Vuelta al pasado

El uso de la ex ruta 19 como depósito de cadáveres de la Triple A regresó a la memoria de los platenses el 20 de septiembre de 2006, cuando fue hallado el cuerpo calcinado de un hombre. Jorge López, el testigo del juicio al represor Miguel Etchecolatz, llevaba por ese entonces 48 horas desaparecido y se creyó que era él. Su abogada, Guadalupe Godoy, advirtió que el lugar donde fue arrojado aquel cadáver era “un hecho simbólico y amenazador”. La Justicia aún no pudo identificar el cuerpo. Sin embargo, las pericias determinaron que el hombre fue asesinado el 18 de septiembre de ese año, el día en que se leyó el veredicto que condenó a Etchecolatz. Recibió un disparo de una pistola 9 milímetros.

La lista de víctimas es larga e incluye ajuste de cuentas, engaños y robos. Comenzó a escribirse hace más de treinta años. Todavía no termina.

La nota fue publicada en su versión original en el diario Diagonales, en marzo de 2008, luego de que se encontraron muerta a María Godoy, quien fue baleada junto a su novio.