La elección del color de la campera de egresade. Una mirada de reojo. Un comentario en redes. La opinión sobre un intento de magnicidio. Los motivos más diversos se convierten en disparadores de maltratos en el aula. Peleas que no siempre llegan a la agresión física, pero que se desatan con una rapidez y una virulencia inusitada. Lo ven a diario docentes de distintos ámbitos y niveles, y lo vienen advirtiendo desde principios de año, tras el retorno pleno a la presencialidad. La pandemia exacerbó y profundizó los casos. Sólo en la Provincia de Buenos Aires, entre marzo y agosto, la Dirección General de Cultura y Educación recibió 1210 notificaciones: 823 de esos hechos de violencia fueron hacia niñas, niños y adolescentes, 141 hacia docentes, 96 situaciones con presencia de armas y 59 por hostigamiento.
«Si hay algo que no es escolar es la violencia, la escuela lo que hace es poner palabra. Pero vivimos en una sociedad donde a veces hay violencia física y simbólica, y venimos de una situación inédita y excepcional que es la pandemia. Cuando volvimos a la presencialidad se expresaron determinadas situaciones como hostigamientos, o que no medie la palabra. Situaciones que impactan en los que intervienen pero también en el resto del grupo. En los relevamientos esto ha aumentado, pero veníamos de año y medio con presencialidad intermitente, no es la misma cotidianidad que en el presente», compara Claudia Bracchi, subsecretaria de Educación bonaerense. Y aclara: «A veces hay representaciones sociales de que esto se da en determinados distritos, pero lo que irrumpe extraordinariamente en la escuela como conflicto se da en los distintos barrios, más allá de las condiciones materiales».
Un sacapuntas por la cabeza
El aumento de la violencia escolar no ocurre sólo en Provincia. A Sara, de 11 años, le pasó en una primaria privada del barrio porteño de Belgrano. El lunes siguiente al atentado contra Cristina Fernández, su maestra habló de la gravedad del hecho para la democracia. «Se arma una batahola, la mayoría le replica que era todo armado. Sara toma la otra posición, empieza a discutir y en ese contexto dos compañeros le dicen ‘nazi’. Sara queda como perpleja. Al otro día vuelven a sacar el tema y Sara mantiene su posición. Le terminan revoleando un sacapuntas de metal por la cabeza», relata Marisa Hailo, mamá de la nena. «Es difícil saber qué hacer como madre. No quiero una sanción. Quiero que se haga algo pero no sé qué. Esto no es un tema de los pibes exclusivamente. No me parece casual que la agresión haya saltado ahora. No son ajenos a lo que pasa alrededor. Es un colegio donde se labura mucho el tema del bullying, pero esto va por otro lado».
Como le pasó a Sara en su grado, la intención de abordar en el aula la gravedad del intento de asesinato a la vicepresidenta se topó con resistencias de todo tipo. Una región educativa bonaerense elaboró un cuadernillo para trabajar el tema, incluyendo una viñeta de Rep sobre discursos de odio: legisladores de Juntos por el Cambio repudiaron el material y acusaron a los autores de ejercer “adoctrinamiento”.
Así como hay discusiones que se generan en redes y rebotan luego en el aula, la virtualidad también es el territorio donde se difunden muchos de estos conflictos. Los equipos docentes alertan, por ejemplo, por videos de chicas y chicos a las piñas que se viralizan y son replicados incluso por los noticieros, con una espectacularidad y un enfoque que no ayuda a abordar la complejidad del asunto. Otra expresión del clima álgido que se vive en las escuelas es la creciente judicialización de conflictos, algo sobre lo que advierte Suteba desde mayo de este año, pidiendo medidas al respecto. El tema, incluso, formó parte de la discusión paritaria. Este 11 de septiembre, en su día, maestros y maestras lidian con un factor que se suma a sus reclamos por mejores condiciones laborales, y que les afecta no sólo físicamente sino también en su salud mental. Cada vez son más los pedidos de licencia psiquiátrica.
Saldar el debate a las piñas
«La violencia es un resultado del corte en la vinculación presencial en pandemia. El cara a cara, el enfrentar a otro u otra presencialmente, hace que en vez de haber empatía o comprensión haya una suerte de ‘no sé cómo reaccionar, no sé qué pasa, lo hago violentamente’. Además del contexto socioeconómico, donde las pérdidas de trabajo en la familia y el empeoramiento de ciertas condiciones de vida generaron una pérdida de paciencia. Hay un aumento de la violencia pero es circunstancial, contextual, no se puede analizar por fuera de lo que nos viene pasando», opina Ludmila Schoenle, docente en tres escuelas públicas de San Isidro y referente de Educación Sexual Integral (ESI).
Sostiene que «es cierto que se llega a la violencia física, pero hay una violencia verbal y del trato que es más grave y es el comienzo. Por timidez o por ansiedad –está muy metida la salud mental en este momento–, algunas cosas que habían dejado de pasar volvieron: interpretar las miradas como despectivas, que eso inicie una pelea, no tolerar las opiniones de los demás. Se hablan mal, perdieron la costumbre del debate».
Martín (prefiere así, sin apellido) también apunta al trato. Es docente y delegado de Ademys en una secundaria de Villa Pueyrredón. Remarca que las violencias son un tema de gran preocupación entre colegas este año. «Vemos un creciente destrato entre compañeros y compañeras; y muchos subgrupos. Especulamos que después de año y medio de aislamiento las relaciones quedaron muy nucleadas en grupos de pertenencia muy cerrados». Además, observa una desatención del ‘oficio de estudiante’: «Desde la vuelta a la presencialidad no se llegó a articular lo que antes era algo obvio: desde ir con cuaderno y birome. Y la desatención mutó a agresiones en clase». Lo grafica con un episodio que vivió: en medio de una discusión unos estudiantes le arrojaron un lápiz. En lugar de retarlos, Martín optó por preguntarles si les parecía algo natural. Le dijeron que sí.
Mariel Rosciano es profesora de Teatro en primarias públicas y privadas de CABA. Plantea que el tan mentado «discurso de odio» se está reproduciendo en las aulas «desde hace tiempo», y lo asocia con la irrupción mediática de Javier Milei. «Hay una repetición sin mucha lógica de discursos que evidentemente escuchan en la casa. La irrupción de Milei fue dañina en este sentido. Con las redes y TikTok captaron a pibes y pibas desde un lugar de chiste sin dimensionar lo que están haciendo. La pandemia caló muy profundo en términos de polarizar. Es súper violento el trato entre ellos y ellas. No es algo de esta semana», subraya. Y completa: «Doy clases hace 20 años. Es la primera vez que veo esto de denostar al otro o a la otra y si hay que irse a las manos, lo hacen rápidamente. En primer ciclo (los primeros grados de la primaria) es normal, pero en segundo ciclo se supone que no reaccionan primero con una piña. Sin embargo lo veo cada vez más».
Equipos desbordados
Claudia Bracchi, subsecretaria de Educación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, señala que el tema de la “convivencia” se trabaja en las escuelas desde hace décadas, especialmente en el marco de la Ley de Educación Nacional (sancionada en 2006). Los “acuerdos institucionales de convivencia” son la herramienta básica en ese sentido, “porque se ha pasado de un paradigma de la disciplina –con amonestaciones, expulsiones- a uno de convivencia. Se trabaja para establecer acuerdos con la participación de todos los actores” de la comunidad educativa y desde 2012 se cuenta además con una “guía de orientación para la intervención en situaciones conflictivas”, que está siendo actualizada.
Además, el año pasado la Provincia de Buenos Aires decidió incorporar más de tres mil cargos para que todas las escuelas primarias y secundarias tengan su propio equipo de orientación. En CABA, en cambio, sólo hay uno por distrito: su insuficiencia quedó de relieve ante el caso de M, la niña de once años que falleció dos días después de haberse descompensado en la escuela, pese a las múltiples advertencias y pedidos de asistencia previa que habían emitido sus docentes.
En uno y otro distrito, el escenario descrito por les docentes da cuenta de insuficiencia de herramientas ante una violencia creciente. “Los equipos directivos se ven desbordados. Se está trabajando mucho con los emergentes que van apareciendo día a día, más que poder hacer política institucional desde la escuela con la comunidad”, plantea la docente Ludmila Schoenle. “Tenés familias que las llamás y están tan desbordadas como la escuela y ya no saben qué hacer con su hijo/a que reacciona de esta manera, pero piden ayuda. Otras no: reaccionan igual de violentas que su hijo/a. Te dicen ‘si hace algo malo en la escuela, es problema de ustedes’. En la pandemia los vínculos familiares fueron puestos al límite y eso traspasa las casas, llega a las escuelas. No creo que sea una problemática de la escuela, es una problemática social que necesita de un abordaje macro desde el Estado”, concluye.
Desde una secundaria porteña, Martín cuestiona que “a los docentes se nos están dando ciertas responsabilidades que antes eran de otro tipo de profesionales preparados. Para abaratar costos educativos. Si tenemos una población con consumos problemáticos, se nos capacita, pero no es que por darnos una charla vamos a estar capacitados para eso. Podemos alertar, pero acompañar es otra cosa”.
“Estamos teniendo reuniones entre docentes, exigiendo medidas a las conducciones y a los gabinetes pedagógicos, solicitando reuniones con familias. Esto ocurre ahora pero viene pedido desde principios de año, porque ya lo veníamos viendo. Se reacciona de manera lenta –critica el docente- Especulamos que las supervisiones intentan que todo esté tapado, que quede dentro de las aulas. Está como vedado el tema”. «
«Vemos un crecimiento del maltrato, que tiene que ver con el desprecio del otro»
Perla Zelmanovich, psicoanalista e investigadora de FLACSO, prefiere no usar el término ‘violencia’. Pero sí da cuenta del fenómeno, relatado por los propios protagonistas. «Lo estamos observando y analizando, a partir de escenas que cuentan docentes, directivos, equipos de apoyo escolar. ¿Cómo nombrarlo? Son cuerpos desregulados, grupos desbordados. Hay afectos exacerbados: hostilidad, bronca, pesadumbre, desgano. Y tienen como telón de fondo la angustia. No hay que eludir que acá hubo un acontecimiento que es la pandemia. Frente a la vuelta a la presencialidad física, hay una cierta inercia de volver a lo anterior. Eso es un tropiezo. Porque es eludir el acontecimiento. Pasó algo que atravesó cuerpos y lazos sociales. Es lo que ahora está desbordado», analiza.
En este contexto, agrega, los hechos como el intento de magnicidio –y lo que se dice sobre esto- también repercuten. “Los discursos que circulan permean la escuela. Hay una colega que dice que todo lo que le pica a la sociedad se rasca en la escuela. La escuela es una caja de resonancia, pero al mismo tiempo produce cosas. La escuela tiene chances de rearticular otros discursos y poder ingresarlos en la conversación. En este marco de cuerpos infantiles y adolescentes muy afectados, más que forzar a ‘hablar de’ hay que estar con las antenas paradas para hacerle lugar a lo que emerge”.
María Zysman, psicopedagoga y presidenta de Libres de Bullying, apunta: «Vemos un crecimiento del maltrato, a veces a propósito y a veces sin querer. Un trato que tiene que ver con el desprecio del otro. No paro de recorrer escuelas y veo chicos muy solos. Que necesitan que los escuchen, hablar de lo que sufren».
«Cada vez más chiquitos empiezan a tratarse así y a veces dicen cosas que no tienen ni idea del significado –acota–. Se insultan con enfermedades. Se desprecian con cosas como ‘sos diabético’, se volvió a usar ‘gay’ o ‘down’ como insulto». Especialista en bullying, aclara que ese tipo de maltrato «es intencional y consciente cuando hay un vínculo de paridad que se desequilibra, y una búsqueda de humillación. Pero hay otras situaciones ocasionales en la escuela que son hasta peores. Eso es solo una parte».
Zysman alerta sobre el “fogoneo” desde los medios, que “muestran situaciones poco justas; aumentaron la exposición y la descontextualización. Se ven en pantalla peleas como si fueran gallos en la puerta de un colegio y se hace un informe sobre violencia escolar, pero hay que ver cómo se llegó a eso, cuál fue la historia”.
Gendarmería dentro del colegio
Las situaciones de violencia venían siendo denunciadas por la comunidad educativa de la Escuela de Enseñanza Media N° 3 DE 19, cerca de la Villa 1-11-14, en CABA. Esta semana, la gravedad escaló. Ante una situación de golpes e insultos, Gendarmería terminó ingresando a la escuela. «De casualidad no fue una tragedia», cuestionaron les docentes.