La Argentina fue testigo del primer paro de mujeres en toda su historia. La prensa hegemónica cubrió el evento como si fuera la reacción más o menos espontánea ante casos policiales que tienen a las mujeres como víctimas. No está del todo mal, aunque sea una cobertura incompleta. En la urgencia, es importante que se conozca y difunda el número 144 de asistencia por violencia de género, y mucho más cuando el gobierno macrista reduce los presupuestos destinados al área y pretende erradicar la fiscalía especializada que combate esos delitos, creada por iniciativa de la procuradora, Alejandra Gils Carbó, a la que también persiguen por ser mujer y buscan suplantar por un varón salteño. Es un avance, sobre todo de cierto periodismo que 364 días al año reproduce valores que naturalizan el maltrato, la cosificación y la discriminación. Eso es un logro colectivo: de las mujeres que luchan por ser reconocidas en sus derechos y de los hombres que se asumen, al menos, como machistas en recuperación.
Sin embargo, la impresionante marcha del otro día tuvo una potencia política que excede la adhesión maquinal, oportunista y circunstancial de los aduladores de lo masivo por el solo hecho de ser masivo. Hubo un documento, titulado «Nosotras paramos», leído en Plaza de Mayo por las organizadoras de la protesta, el colectivo «Ni Una Menos», que prácticamente se mantuvo invisibilizado. Algunos de sus pasajes se reproducen a continuación para que queden documentados. El 17 de octubre de las mujeres se hizo por esto, que quede escrito:
«Nosotras paramos. Porque nos duele y nos indigna que en este mes de octubre ya se cuenten 19 muertas. Paramos porque para detener a la violencia femicida necesitamos plantarnos desde la autonomía de nuestras decisiones y esto no es posible mientras el aborto no sea legal, seguro y gratuito para todas. Mientras las variables económicas sigan reproduciendo la violencia machista: porque nuestras jornadas laborales son dos horas más largas que las de los varones, porque las tareas de cuidado y reproductivas caen sobre nuestras espaldas y no tienen valor en el mercado de trabajo».
«Porque la desocupación crece dos puntos cuando se habla de mujeres, porque la brecha salarial es, en promedio, de un 27 por ciento. Es decir, que a igual trabajo, las mujeres ganamos mucho menos que nuestros compañeros».
«En un contexto de ajuste, de tarifazos, de incremento de la pobreza y achicamiento del Estado como el que propone el gobierno de la Alianza Cambiemos, nosotras nos llevamos la peor parte: la pobreza tiene rostro femenino y nos coarta la libertad de decir no cuando estamos dentro del círculo de violencia.»
«Paramos contra el disciplinamiento para todas que implica que Milagro Sala esté presa por mujer, por indígena, por haberse organizado, por reclamar no sólo los derechos básicos sino también el derecho de todos y todas a la recreación y la fiesta. Contra la detención y el procedimiento judicial irregular que mantiene como rehén a Reina Maraz, migrante quechuahablante a quien los resortes de una justicia misógina y colonial han condenado injustamente a cadena perpetua. Contra las condiciones que una y otra vez hacen de las cárceles de mujeres espacios donde se amplifican las jerarquías clasistas y racistas. Contra las formas en que en barrios como el Bajo Flores las adolescentes son asediadas y desaparecidas durante días, después de ser amenazadas y chantajeadas, pero también contra el modo en que esos barrios se vuelven cada vez más asfixiantes, tomados por tramas de economías ilegales que habilitan nuevas y más duras formas de violencia.»
«Contra la política retrógrada que inaugura un centro de detención para migrantes, en un claro retroceso respecto de la legislación vigente. Paramos tomando la iniciativa. Mostrando capacidad de reacción frente a una guerra contra las mujeres que se escribe día a día. Nos movilizamos y nos auto-defendemos. Cuando tocan a una, respondemos todas. Por eso, hoy, 19 de octubre de 2016 #Nosotras paramos.»
«Somos las amas de casa, las trabajadoras de la economía formal e informal, las maestras, las cooperativistas, las académicas, las obreras, las desocupadas, las periodistas, las militantes, las artistas, las madres y las hijas, las empleadas domésticas, las que te cruzás por la calle, las que salen de la casa, las que están en el barrio, las que fueron a una fiesta, las que tienen una reunión, las que andan solas o acompañadas, las que decidimos abortar, las que no, las que decidimos sobre cómo y con quién vivir nuestra sexualidad. Somos mujeres, trans, travestis, lesbianas. Somos muchas y del miedo que nos quieren imponer, y la furia que nos sacan a fuerza de violencias, hacemos sonido, movilización, grito común: ¡Ni Una Menos! ¡Vivas nos queremos!».
«Paramos contra los femicidios, que son el punto más alto de una trama de violencias, que anuda explotación, crueldades y odio a las formas más diversas de autonomía y vitalidad femeninas, que piensa nuestros cuerpos como cosas a usar y descartar, a romper y saquear.»
«La violación y femicidio de Lucía Pérez muestran una línea sostenida contra la autonomía y capacidad de decisión, acción y elección y deseo de las mujeres. Lucía fue considerada una cosa a la que hay que darle hasta que aguante y dejada en una sala de emergencias para hacer creer que había muerto de una sobredosis, intentó tapar la verdad. No fueron las drogas, fueron los machos. La violaron y mataron en Mar del Plata horas antes de la represión en la marcha del final del Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario. La reunión más transversal y creativa que moviliza identidades y sensibilidades diversas bajo formas de organización también diversas: colectivos políticos, artísticos, barriales, sindicales, etcétera. Todas sumamente políticas: porque la política es la lucha insistente por la invención de libertades, por la construcción comunitaria y por la ampliación de derechos.»
«Porque todas las variables económicas dan cuenta de la violencia machista. Los femicidios son el resultado de una serie de violencias económicas y sociales, de pedagogías de la crueldad, de una cultura del ‘por algo será’, el ‘algo habrán hecho’ que los permite, los justifica y los avala. No son un problema de seguridad o inseguridad. Luchar contra esas violencias exige una respuesta múltiple. Nos implica a todos y a todas, pero sabemos que a los poderes del Estado y a todas sus instancias (nacional, provincial, municipal), sólo se los hace actuar bajo presión social, impulsada desde abajo. Por eso estamos aquí hoy, en todo el país y en varios países a la vez, diciendo #NiUnaMenos, #VivasNosQueremos».
«¿Cómo creamos otro mundo posible si las medidas tendientes a esa transformación como el Programa de Educación Sexual Integral es desmantelado de a poco o directamente no se aplica en varias provincias?».
«¿Cómo se atreven a comparar las pintadas sobre una pared con el asesinato y tortura a una niña?».
«¿Cómo nos piden paciencia cuando ganamos un 27 por ciento menos que los hombres por el mismo trabajo?».
«¿Cómo quieren que nos cuidemos si al mismo tiempo desde los medios de comunicación nos dicen que las que nos vamos solas y amanecemos muertas tenemos la culpa? ¿Cómo quieren que tengamos paciencia si nos sacan la jubilación por amas de casa y no toman en serio el trabajo que significa cuidar a la familia? Sí, trabajo. El 76 por ciento de los trabajos no remunerados los hacemos nosotras. ¿Cómo se atreven a decirnos que nada de esto es tan grave cuando quitan la capacidad de autonomía económica a miles de mujeres cuando las echan de sus trabajos, cuando nos bajan los sueldos, cuando nos amenazan con paritarias cada vez más bajas? ¿Cómo quieren que esperemos cuando nos morimos por abortos mal hechos y nos encarcelan si vamos al hospital con un aborto espontáneo? Y así podríamos seguir. Nadie quiere hacerse cargo de estas preguntas. Y menos quieren pensar respuestas que nos incluyan no sólo como víctimas, muertas, cosas sino como protagonistas con voz propia. Nosotras sí queremos insistir, exigir, preguntar, responder, porque no queremos más víctimas de ningún tipo».
Este texto coronó una jornada política histórica, y también la explica en su génesis. No se pueden tomar los femicidios como hechos conmovedores para un instante del minuto a minuto del rating donde presentadores momentáneamente compungidos entrevistan a los familiares de las víctimas aislados del contexto que los producen. Sin decir que son la expresión criminal de un soporte larvado, cultural, que fue puesto en cuestión con la manifestación del 19º por centenares de miles de personas.
Ese día, hubo diputados que adhirieron a la protesta y otros que no lo hicieron. ¿Alguien conoce sus nombres? No. Es información no relevante para los mismos medios que se rasgaron las vestiduras por un rato por los crímenes infames para después reivindicar a comunicadores que desparraman su odio misógino a través de sus mismas pantallas. Por falta de espacio, no se enumeran los nombres en esta columna, pero se los puede encontrar aquí.
No sólo queremos vivas a las mujeres argentinas. Las necesitamos para que nos marquen el rumbo hacia una sociedad más igualitaria. Igualitaria y también menos hipócrita.