Fue una pesadilla. El martes por la noche, Bárbara y su amiga Camila sólo querían volver a sus casas lo más rápido posible y para esto pidieron un auto de la aplicación Uber. Apenas subieron, el conductor a quien ni siquiera pudieron ver su cara por la oscuridad de los vidrios polarizados, y porque el hombre llevaba puesto el barbijo y una gorra, comenzó a conducir a una velocidad altísima. Pasaba los semáforos en rojo, se salía del recorrido, volvía a él, zigzagueaba.
La forma de conducir llamó la atención a las chicas que esperaban otra maniobra para pedirle al conductor que manejara con más prudencia, cuando esté de pronto y a treinta metros de un semáforo en rojo, el chofer frenó el auto de pronto y sin decir una palabra, se dio vuelta y trabó las dos puertas de atrás. Las chicas aterradas lograron reaccionar: Bárbara le dijo a Camila que se tirara del auto y ella hizo lo mismo. El hombre escapó a toda velocidad.
“Estamos bien, las dos estamos bien. Saliendo del shock y agotadas por el estrés”, cuenta a Tiempo, Bárbara, una de las víctimas de lo que se evaluó en la Fiscalía de la Ciudad como “privación ilegítima de la libertad”. “Estamos movilizadas y con miedo, pero trabajando para estar tranquilas”, agrega
La joven contó el espeluznante y grave suceso en su cuenta de Instagram. Inmediatamente, le llegaron muchísimos comentarios de chicas contando experiencias similares o situaciones de violencia y de acoso. El 90% de esos comentarios a la publicación fueron de mujeres. “A mi hermana le pasó una situación terrible, también en Uber. Hacer la denuncia no sirve de nada”; “Hace poco vivía una situación tensa en un Uber”; “Me pasó una vez, el chofer me pidió que me sentara adelante y me quiso llevar a un bar”; “A mi hermana le pasó algo similar, el desamparo que existe es terrible”, son algunos de los relatos que dejaron en la publicación, donde también se relatan situaciones contra taxistas.
En muchísimos de estos casos, las mujeres no se animaron a denunciar. En general, son mujeres que como Bárbara y su amiga, lograron escaparse del auto, entonces en el momento de dejar la denuncia, la policía no se las toma porque no fueron secuestradas, ni asaltadas ni abusadas. En todos los casos, hicieron uso del sistema de denuncia de Uber, que en general, no conduce a ninguna respuesta y mucho menos, a ninguna solución.
“Esta noche volvimos a sanas y salvas a nuestras casas, era lo único que queríamos”, cuenta Bárbara. “Al otro día nos enfocamos en hacer la denuncia. Primero Camila la hizo en Uber, que fue lo mismo que nada. Esta empresa está en la ilegalidad total, tuvo múltiples casos de denuncias por inseguridad, en especial, vividas por mujeres que son víctimas de este tipo de escenas”, afirma la mujer. “Hay una falta de registro de los conductores, entre un montón de otras cosas que faltan, y el canal de denuncias que ofrece Uber es un agujero negro”.
Uber tiene una sección destinada a “reportar un incidente grave con un vehículo o un conductor de Uber”, y que consiste en una serie de linkeos y derivaciones hasta llegar a un formulario del que luego no hay novedades.
Bárbara y Camila, luego de asesorarse, concurrieron a la Fiscalía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde sucedió el hecho) y radicaron allí la denuncia. “Me recibieron muy bien, en forma responsable, me atendieron, me acompañaron, me asesoraron y luego nos llamaron muchas veces más para pedirnos información”, cuenta Weinberg. “Nosotras habíamos hecho captura de toda la información del vehículo y el chofer. Luego nos buscaron de la comisaria para asentar la denuncia”.
El sujeto fue identificado y hasta el viernes no había ninguna novedad al respecto. De acuerdo a lo que lograron saber, el auto tenía registradas varias infracciones y multas. La causa, según informaron a Bárbara fue tomada por “privación ilegítima de la libertad y actos lesivos”, y pasó inmediatamente a la sección Criminal y Correccional del fuero Nacional.
Bárbara no era usuaria de Uber, su amiga sí. Esa noche, Cabify, una de las apps que usa ella, no tenía autos disponibles y entonces pidieron a esta otra empresa. “Yo tuve algunas experiencias desagradables con Uber y tuve una nula vía de reclamo. Un chofer me canceló un viaje pero me lo quería cobrar igual, otra vez tuve un trato muy desagradable por parte de otro chofer, y no puede encontrar una vía para denunciarlo. No tenía sentido usar esta app que trata tan mal a sus usuarios. Además, me enteraba que muchos choferes también conducían para otras app porque tenían mejores condiciones de trabajo. No me cerraba por ningún lado y la desinstalé. Hoy alerto a las personas para que dejen de usarla porque hay muchos casos de violencia de este tipo que vivimos nosotras. En todas, Uber está involucrado y no ha sabido responder de ninguna forma”.
El jueves por la noche, una amiga de Bárbara compartió su publicación en el Twitter de la app. Uber reaccionó. “Hola. Por favor, envianos el nombre, correo y número de teléfono de tu amiga para poder hablar con ella y darle el apoyo que necesita”, fue la primera y hasta este viernes, única respuesta pública que brindaron desde la empresa.
Tiempo Argentino se comunicó con Uber quienes respondieron. “Compartimos la preocupación por la situación que describe Bárbara. Somos absolutamente respetuosos de su testimonio y reconocemos su valor al hacerlo público. Sentimos mucho la experiencia que tuvo y rechazamos cualquier tipo de situación que ponga en riesgo la seguridad de quienes usan la aplicación. Nadie debería pasar por una situación así”, afirmaron. “Ni bien tomamos conocimiento del reporte, activamos nuestro protocolo de seguridad para identificar las cuentas involucradas, brindar soporte a las usuarias, activar la cobertura de seguro, e iniciar una investigación interna sobre el viaje en cuestión”. Además, agregaron, “Estamos a disposición para colaborar con las autoridades y, de acuerdo con nuestros procedimientos, inhabilitamos la cuenta del socio conductor mientras se realiza la investigación del caso”.
Hasta el mediodía del viernes, la empresa no había establecido comunicación con ninguna de las dos usuarias.
Nuestra libertad de cada día
Pasaron recién dos días del traumático incidente. Con susto y conmoción, las chicas repasan una y otra vez la secuencia de esa noche. “Si hay algo que nos llevamos de positivo, aparte de estar vivas y de no haber sido tocadas porque el sujeto, es que nos llevamos el poder denunciar para alertar a otras personas, en especial a las mujeres”, dice Bárbara. “Otra cosa que nos llevamos de positivo fue la rapidez con la que reaccionamos las dos en ese momento. Creo que fue porque estábamos juntas, si hubiera estado sola no sé si hubiera sido capaz de reaccionar de esta manera”, afirma Bárbara
“Algo que nos salvó es que no era un auto moderno, por lo que el cierre era manual. Por eso nos llamó la atención cuando se dio vuelta para trabarnos las puertas, y luego arrancó con el semáforo en rojo. Ahí fue que le dije a mi amiga que se tirara del auto y yo hice lo mismo, pero al cierre pudimos destrabarlo nosotras. No quiero pensar qué hubiera pasado si el cierre era automático”.
La situación es la confirmación del miedo que tenemos todas las mujeres cuando salimos a la calle. “A partir de esto, me compré un gas pimienta y voy a tomar un curso de defensa personal para estar mínimamente prevenida y con alguna capacidad de defensa. Es terrible lo que estoy diciendo porque no deberíamos tener que vivir así”, afirma con tristeza. “Pero una de las cosas que me llevo es eso, la capacidad que tuvimos de reaccionar y creemos las dos que es por haber estado juntas, y habernos mirado y apoyado”.
La bicicleta es, para Bárbara, la mejor forma de desplazarse por la ciudad. “Me hace sentir segura porque voy a la velocidad que quiero y por donde quiero”. Sin embargo, después de esa noche, no la usó. Ella como su amiga atravesaron en las primeras horas un pánico terrible a volver a salir. Tuvieron que vencerlo para ir a radicar la denuncia y por un tiempo tendrán botones antipánico y seguridad en sus respectivos domicilios.
-¿Cómo fue volver a salir a la calle?
-La verdad es que al principio no quería hacerlo. Estaba en casa sin haber podido hacer ninguna de las actividades que hago todos los días, como trabajar, por ejemplo. Me dije que no me podía quedar en casa porque era constante el pensamiento de la cantidad de mujeres habrán pasado por lo mismo que nosotras y no salieron. Que quizá no sabemos ni dónde están. Es inmensa la cantidad de mujeres secuestradas, que fueron víctimas de trata, que fueron violadas. No puedo vivir encerrada, esta es mi libertad y nadie me la puede sacar. Eso un poco me llevó a salir por más que tenga miedo, y por más que este tipo tenga la dirección de mi amiga y la mía. Pero lo más triste, es que no cambia mucho el miedo que podés llegar a tener sin que te pase esto a cuando te pasa, solamente que lo tenés más fresco. Pero creo que toda mujer entiende de lo que hablo cuando digo que cuando salimos a la calle en algún momento tenemos miedo. Cuando un hombre se me acerca no pienso en que me van a robar, pienso que me va a violar y es una locura tener esto en la cabeza. Es una locura, no podemos vivir así.