Con una sonrisa, la lengua afuera y, por supuesto, moviendo la cola. Así da Rocha la bienvenida a la oficina de la Unidad Canina de Búsqueda y Rescate Bomberos Voluntarios Vuelta de Rocha. El cuartel está enclavado en la calle Garibaldi. A cien metros, el barrio de La Boca besa el Riachuelo.
A la perrita la escolta Daniel Condoleo. Es el director del cuerpo, rescatista curtido y compañero inseparable de la labradora negra. «Estamos juntos hace ocho años. Ella es mi primera perra preparada para búsqueda. La traje cuando tenía apenas dos meses, era una bolita; ahora la gorda está veterana. Pero todavía le falta para pasar a cuarteles de invierno», explica Condoleo con un mate tibio en la mano, mientras Rocha descansa a pata suelta sobre un sillón.
Hace una década, algo saturado de su trabajo como radiólogo en el Hospital Ramos Mejía, Condoleo decidió darle una vuelta de página a su vida. Para ello unió dos grandes pasiones: la solidaridad y los animales. «Como que me cansé del trabajo rutinario con humanos, me absorbía mucha energía –cuenta–. En paralelo, se me despertó la veta solidaria y también por investigar el trato con los perros». Así llegó al cuerpo de bomberos voluntarios, y al universo del adiestramiento. «Vengo de familia perrera. No tengo recuerdos de mi casa sin pelos en el piso». Autodidacta, leía artículos y miraba El Portal de las mascotas en tevé, hasta que arrancó con cursos más especializados: «Primero lo básico: saber condicionar al perro para que haga lo que le pidas, que se siente, se quede, se eche. Después ya me largué con herramientas más avanzadas para la búsqueda de personas».
Un día cayó con la idea en el cuartel: les propuso a sus compañeros armar la unidad canina. «Arrancamos desde cero. Todo a pulmón, como buenos voluntarios. Era una experiencia inédita y le dimos nuestra impronta». Desde su nacimiento, el equipo se planteó romper con los crueles paradigmas que regían la relación entre humanos y perros de trabajo: «En el pasado, el perro hacía algo por miedo al castigo. No nos gusta el maltrato a los animales ni a nadie. Nosotros aplicamos técnicas alternativas de aprendizaje. Para ellos –señala a la labradora que duerme–, el trabajo de búsqueda es como un juego. Y también lo hacen para que su dueño se sienta bien».
Esta ideología se materializa en prácticas. Por ejemplo, los canes de la unidad no pasan sus días confinados. «No tenemos caniles. Los perros están en nuestras casas y son miembros de las familias. Más o menos dos veces por semana nos juntamos a entrenar y cuando hay que ir a trabajar, les ponemos el arnés, les damos una orden y entran en modo de búsqueda. El resto del tiempo, son perros hogareños».
Rocha no es la excepción. Vive en Palermo con Condoleo, su esposa y una coqueta yorkshire terrier. Los otros seis integrantes de la patrulla canina –Clara, Uma, Quela, Daga, Monique y Max– también comparten hogar con los 13 rescatistas que le ponen el cuerpo a la unidad. «Canela fue una perrita mestiza que me acompañó en los inicios y que me enseño todo –recuerda el bombero–: la riqueza del lenguaje canino y cómo arrancar a decodificarlo, leer pequeñas señales: cómo mueve la cola, en qué contexto. Y con Rocha siempre aprendo algo nuevo. Eso mejora nuestro trabajo como pareja de rescatistas. Esto es siempre un trabajo en equipo».
Salvar gracias al olfato
«Nuestros perros no son un objeto más entre las herramientas de trabajo. Lo primero es el respeto hacia el animal y generar un vínculo con ellos», sentencia Ariel Canosa, miembro activo del plantel. Con 20 años de experiencia en el gremio –fue paseador, asistente veterinario, peluquero y maestro adiestrador–, puede dar cátedra sobre narices frías.
Integra un binomio de trabajo con la imponente Clarita, una hembra raza «PP» (puro perro) que rescató de las garras de un vecino nefasto. «La tenían encerrada en un balcón, muerta de hambre. Desnutrición extrema, dijo el veterinario. Tan flaca que en vez de pisar con las almohadillas de las patas, usaba el hueso», dice Ariel y acaricia la cabeza de su fiel compañera, que luce más saludable que Rin-Tin-Tin en sus mejores épocas.
Apenas rescatada, Clarita pasó del otro lado del mostrador y exhibió todas sus aptitudes como rescatista. «Enseguida se destacó en el juego, que es una de las características básicas. Ella no busca a una persona; entiende que para recibir su premio, una pelota o un mordiente, tiene que encontrar a alguien que no está a la vista». Por su explosiva rapidez, todo un perro dinamita, participa en búsquedas de personas vivas en grandes áreas, como campos.
En el teatro de operaciones, los perros sacan chapa de su infalible sentido del olfato. Pueden oler hasta 20 mil veces más que un humano. Los especialistas afirman que cualquier perro puede ser rescatista. Pero algunos tienen rasgos genéticos que vienen de fábrica. Es el caso de los orejudos sabuesos bloodhound: «Sus orejas les marcan el nivel del terreno. Porque el perro clava la nariz en el piso y arranca a buscar, y va concentrado, con los ojos cerrados, casi a ciegas», suma Condoleo.
En los derrumbes, se necesitan canes ágiles y rápidos para encontrar a los heridos entre los escombros. En ese escenario, los perros trabajan «desnudos», sin ataduras de pretales o correas, para evitar que queden atrapados. Los border collie y los pastores belgas malinois se destacan en esta faena de exploración. Rocha está preparada para la búsqueda de cadáveres. «Es una tarea dura –cuenta Condoleo–, pero para los familiares de una víctima, que un cuerpo sea hallado es reparador».
Estudiar con el perro
Alguien rasguña la puerta de la Unidad Canina. Es Bambi, una perrita callejera que vive en el cuartel. «No integra el equipo de búsqueda, pero es la más voluntaria. Cada vez que salen los bomberos, se sube a la autobomba», explica Ariel Abregú, rescatista y maestro de adiestradores en la escuela de Vuelta de Rocha.
Con tres sedes en la ciudad –Palermo, Floresta y Barracas–, la tarea pedagógica suma ingresos para solventar la capacitación y el equipamiento de esta unidad de rescate multidisciplinaria, con reconocimiento del Ministerio de Seguridad. Ariel detalla: «Brindamos cursos de formación, práctica profesional para adiestradores y solución de problemas comportamentales del perro y la familia. Es un oficio que tiene mucha salida laboral». La cuota mensual araña los mil pesos. En cada lechigada de egresados, resalta, buscamos perfiles que puedan sumarse al equipo. «Hay que tener aptitud y actitud. Pero sobre todo, vocación de servicio a la comunidad».
Siempre listas, Clara y Rocha posan en las autobombas para el retrato final, junto a sus fieles dueños. Desde un sillón, Bambi contempla a las estrellas sin mosquearse. Prefiere guardar fuerzas. No sea cosa que suene el teléfono del cuartel, los voluntarios deban subir a los camiones y salgan rápidos como bomberos para apagar algún incendio. Con la valiente perrita corriendo a su lado. Una auténtica heroína anónima. «
Víctimas de la pirotecnia
Llegan las fiestas de fin de año y el traumático estallido de la pirotecnia altera la vida cotidiana de las mascotas. El adiestrador Abregú recomienda reforzar las campañas y trabajar con la prevención: «Realizar un trabajo progresivo de desensibilización, para que el perro se vaya acostumbrando a ese tipo de ruidos, que los asocie a algo positivo. Pero lleva su tiempo».
Para estos días, recomienda sacarlos a pasear, darles actividades, cansarlos, para que al llegar la medianoche estén dormidos o, por lo menos, relajados. «Es ideal que el perro esté en un lugar seguro, con una suave cortina de sonido que tape el ruido de los explosivos que llega desde la calle. No hay que darle tranquilizantes, porque lo dejan como en un estado de ebriedad. Es consciente de todo lo que sucede en su entorno, pero no puede dominar su cuerpo y la pasa muy mal».
CURSOS
La Unidad Canina de Búsqueda y Rescate Bomberos Voluntarios Vuelta de Rocha tiene su sede en Garibaldi 2042, en el barrio de La Boca. Para consultas por los cursos de adiestramiento se puede visitar el Facebook del equipo
o llamar al teléfono 15-6321-5569.